El uso de mascarillas podría estar creando inmunidad al Covid-19 de manera indirecta además de hacer que se contagien menos personas y que las contagiadas tengan síntomas más leves.

La afirmación es sorprendente, pero la explicación es totalmente lógica. El SARS-CoV-2 -el virus que provoca la Covid-19- tiene la capacidad de causar innumerables manifestaciones clínicas, que van desde la ausencia total de síntomas hasta neumonía, síndrome de dificultad respiratoria aguda y muerte.

Los datos virológicos, epidemiológicos y ecológicos han demostrado que el uso de mascarilla protege de la infección pero además, en el caso de que esta se produzca, hace que la síntomas de la enfermedad sean más leves. Esto es así porque uno de los factores que condicionan la gravedad de la enfermedad es la carga viral recibida, es decir, la cantidad de partículas víricas que te producen el primer contagio.

En las infecciones virales en las que las respuestas inmunitarias del hospedador desempeña un papel predominante en la patogénesis viral, como es el caso del SARS-CoV-2, las dosis altas de inóculo viral pueden colapsar y desregular las defensas inmunitarias innatas, aumentando la gravedad de la enfermedad e incluso provocando la muerte.

Si el inóculo viral es importante para determinar la gravedad de la infección por SARS-CoV-2, las mascarillas, al actuar como un filtro que reduce la carga viral que nos llega a las vías respiratorias, si nos terminamos contagiando, acabarán atenuando el impacto clínico posterior de la enfermedad.

Si esta es así, el uso universal de mascarillas, podría contribuir a aumentar la proporción de infecciones por SARS-CoV-2 que son asintomáticas o que cursan con una sintomatología muy leve. Se estimó que la tasa de infección asintomática con SARS-CoV-2 era del 40% a mediados de julio, pero ahora se está informando que las tasas de infección asintomática son superiores al 80% en entornos con uso de mascarilla, lo que proporciona evidencia observacional de esta hipótesis. Los países que han adoptado el uso de la mascarilla en toda la población les ha ido mejor en términos de tasas de casos graves, hospitalizaciones y fallecimientos, lo que sugiere un cambio de infecciones sintomáticas a asintomáticas.

Otros ejemplos: En un brote en un crucero argentino cerrado, los pasajeros recibieron mascarillas quirúrgicas y el personal mascarillas N95. La tasa de infección asintomática fue del 81% (en comparación con el 20% en brotes anteriores de cruceros sin mascarillas). En dos brotes recientes en plantas procesadoras de alimentos de EE.UU.,donde todos los trabajadores recibieron mascarillas todos los días y se les pidió que las usaran, la proporción de infecciones asintomáticas fue del 95%, con solo un 5% de contagiados con síntomas leves o moderados. Las tasas de letalidad en países con mascarilla obligatoria en de toda la población se han mantenido bajas, incluso con en los que han sufrido la segunda ola.

Mientras esperamos los resultados de los ensayos con vacunas, las medidas de salud pública que puedan frenar las infecciones graves y hacer que la proporción de infecciones asintomáticas por SARS-CoV-2 sea mayor, van a contribuir a aumentar la inmunidad de toda la población sin tantos casos graves ni muertes. La reinfección por SARS-CoV-2 parece ser poco común, a pesar de más de 8 meses de circulación en todo el mundo, por lo que esta inmunidad creada por asintomáticos o con síntomas leves, acabará teniendo el mismo efecto que la vacunación. Lo que es una gran noticia.

Al final parece que el uso de la mascarilla va a resultar mucho más importante que lo que parecía.

Fuente: investigacionyciencia.es