Por Marco Becker

Impunidad es la palabra que describe a la perfección el crimen de Germán Esteban Navarro, o Mara, como se hacía llamar. Hoy se cumplen 18 años de la aparición de parte de sus restos, los cuales fueron entregados a su madre seis meses después de su asesinato. Su caso fue prácticamente olvidado por la Justicia. La esperanza de su madre para que se castigue a los culpables, al contrario, nunca desapareció.

Navarro, de 17 años de edad, fue visto por última vez un jueves 28 de octubre del 2004, y sus restos, o al menos parte de ellos, fueron encontrados el 26 de abril a la altura de Juan XXIII y España, una zona con terrenos plagados de pastizales que dificultaron la visión de los huesos. Los mismos fueron encontrados por un joven que iba a cortar leña en el lugar y dio aviso a la Comisaría Primera.

En la escena se hallaron, además de ropa de vestir y pelos, los siguientes restos: dos clavículas, dos homóplatos, cinco vértebras lumbares, tres vértebras dorsales, cinco cervicales, un calcáneo, un astrágalo, un cúbito, diecinueve costillas, diez huesos del tarso, un cráneo, un maxilar inferior con muelas y dientes colocados y trece piezas dentarias sueltas.

Su madre, Graciela Alderete, recibió "el 10% del cuerpo" de Esteban, como ella lo llamaba. "Faltaban las manos, las pelvis, los brazos, todo. Un desastre lo que hicieron. Y así sigo pidiendo justicia, pero no llega", expresó.

Los resultados del ADN se conocieron recién más de siete meses después de su aparición. Según la Fiscalía General de Azul, la demora se había producido debido a que solo había un genetista judicial en toda la Provincia.

El caso tomó una gran repercusión y llegó hasta Felipe Solá, gobernador de la Provincia de Buenos Aires en aquel entonces, quien durante una visita a la ciudad de Olavarría realizó declaraciones a EL POPULAR, donde negó la explicación de Fiscalía General y cargó contra las autoridades que llevaban a adelante la investigación. "Si seguimos así, tienen derecho a acusarnos de impunidad", había expresado. Siete días después de esas duras expresiones, los resultados del ADN ya estaban listos.

La famosa "fiestita sexual" de la que formó parte Esteban dos meses antes de su desaparición puso en la mesa una presunta colaboración de las autoridades policiales, debido a que varios agentes estuvieron presentes aquella noche, entre ellos el Jefe del Comando de Patrullas de Olavarría en aquel entonces, quien meses después fue promovido.

Desde hacía un año aproximadamente que Navarro trabajaba en la calle y solía vestirse con ropas femeninas. Una de las travestis que participó de la fiesta declaró ante la Justicia que una madrugada de septiembre estaba junto a Navarro y otra persona más en la vereda de Estrada y Pringles, cuando llegó un patrullero del Comando al cual subieron. Al llegar a la sede de esa dependencia había alrededor de 14 policías entre hombres y mujeres, según aseguró, aunque sin poder dar las identidades de esas personas.

Con el correr de los años, la causa tuvo un único imputado: Héctor Oscar Ocaña (conocido también como "Nito Cucaresse") a quien Martín Pizzolo, uno de los tantos fiscales que estuvo a cargo de la causa, lo adjudicó en 2010 como autor del asesinato de Navarro bajo la figura de "homicidio simple" y pidió su detención.

Cabe destacar que en aquel entonces no existía la figura de travesticidio ni se reconocía a las personas de la comunidad trans. Si bien en este artículo se lo menciona como masculino, tal como lo reconoce su madre, la Justicia y su documento de identidad, de tratarse un hecho actual podría ser caratulado de otra forma debido a la manera en la que podría haberse identificado o no la víctima.

Volviendo al caso, fue un testimonio quien ubicó al acusado en la escena del crimen y detalló cómo se habría producido el asesinato la misma noche en que se advirtió la desaparición.

Sin embargo, el juez de Garantías Carlos Villamarín desestimó esta versión en dos oportunidades, ya que en 2014 finalmente resolvió sobreseer al único acusado del crimen.

Luego, Graciela no volvió a tener novedades de la causa. "No te atiende un fiscal, no te atiende nadie. Pasaron todos los fiscales habidos y por haber en Olavarría en la causa de Esteban. El último que estuvo fue Pizzolo, que por salir a los medios me hizo un sumario y me mandó a Azul, que me atendió en ese momento Cristian Citterio (fiscal general de Azul en ese entonces). Yo no sabía que pedir justicia era un delito", señaló.

"Acá estuvo el poder político, policial, judicial, todos metidos en el caso de Esteban. Pero lamentablemente, como son peces gordos, siempre agarran un perejil", indicó Graciela, y apuntó contra el imputado en aquel momento, asegurando que fue el responsable de propinarle una puñalada a su hijo y dejarlo tirado. "Los seis meses estuvo tirado ahí. Y la policía dejó haciendo desaparecer el cuerpo. Ahí se usó algún químico, porque los huesitos no tenían rastro de tejido, nada de Esteban", dijo.

Un recuerdo que duele para siempre

Graciela lo recuerda no solo hoy, sino todos los días, al igual que el dolor que carga desde aquel 28 de octubre en que vio a su hijo por última vez. "El dolor es el mismo, se siente igual. Porque nada reemplaza nada. Vos lo soñás, entrás a tu casa, y pensás en que lo vas a encontrar. Y es muy triste, muy triste todo, vivir el día a día".

Pero Graciela toma fuerza por su familia integrada por su otra hija, sus dos nietos y tres bisnietos; e incluso recuerda a su hijo a través de uno de sus nietos: "es muy parecido a Esteban. Los modos, el pelo, el físico. Y eso en nueve años me sacó mucho, mucho, pero siempre está presente Esteban".

Se la ha visto en reiteradas ocasiones participando de marchas y pedidos de justicia por la larga lista de crímenes que ocurren en la ciudad. Al respecto, explicó que "siempre acompaño porque sé lo que es hacer una marcha" y que hay poco acompañamiento de la gente: "hasta que no le pasa en carne propia la gente no te acompaña".

En ese sentido, dijo que "sé el dolor que se siente, la indiferencia de la gente es terrible. Porque vos me ves enterita cuando yo voy a la marcha, pero la gente no sabe lo que es la situación por dentro de convivir todos los días como convivo yo con la muerte de mi hijo".

"Y bueno, así estoy lamentablemente, sin justicia. Como tantos crímenes que hay acá en Olavarría", lamentó.

Todos los 26 de abril, Graciela visita el monolito en homenaje a su hijo, emplazado en Av Pringles y Juan XXIII -a metros del puente Emiliozzi-, aunque en esta oportunidad lo hizo ayer. "Todos los años lo pinto todo", contó. Y denunció que "te roban las flores, te tiran las cosas. Es lamentable lo que te hacen. Aparte del sufrimiento, lo que te hacen después".

Por eso, este año lo pintará para el cumpleaños de Mara, "no lo voy a pintar hoy porque tengo muchos problemas de huesos. Así que voy a ir un rato, le pongo las flores y limpiaré un poco ahí alrededor".

Madres y padres del dolor

Para atravesar este dolor, Graciela acude cada quince días a un grupo de autoayuda junto a otro/as padres y madres que sufrieron la pérdida de un hijo o un ser querido. "A veces en tu casa, con tu familia, no podés seguir amargándolos a ellos, por más que vos tengas siempre ese dolor. Por lo menos ahí descargas", contó.

Juntos han realizado viajes, celebrado cumpleaños y salido a cenar, aunque añadió que "siempre tenemos nuestro dolor que nos va a acompañar por siempre".

"La gente te dice 'ya está, ya va a pasar'. Y no, no va a pasar. No va a pasar nunca. Pero vos no podés discutir con gente que no ha sufrido. Porque no sufre el dolor que tenemos nosotros. Entonces en el grupo uno se abre y descarga", narró.

Por último, recordó otros crímenes que han quedado impunes, "que no se sabe y no se va a saber nunca, son muchos". En su caso, sostuvo que "me dijeron que hasta los 25 años puedo seguir con la causa, pero después se va a cerrar y yo no voy a poder hacer más nada, más que recordar que quedó impune".