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"A través de esto que escribas, quiero entregarle todo mi amor, todo mi abrazo a la distancia hasta que el abrazo se concrete en la cercanía". Estela Barnes de Carlotto decía esas palabras a EL POPULAR, en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo, en el barrio porteño de Monserrat. En un rato de intimidad, lejos de las cámaras de los canales, diarios y radios de alcance nacional, se permitió humedecer sus ojos y hablar de "este día de felicidad inmensa, de reparación para este dolor que arrastro. Nunca se va a cerrar la herida de Laura, que no está, que sería la que tendría que haberlo criado, vivido, tenido y haber envejecido con él pero en algún lugarcito está feliz porque finalmente Guido se integra a su familia".

La manzana entera en la que funciona la casa de las Abuelas era ayer un hervidero. El ritmo habitualmente tranquilo se había roto por la presencia de los grandes móviles de medios, con antenas parabólicas; ministros y secretarios, referentes políticos, muchos hijos recuperados, abuelas ancianas que siguen dándole batalla a esa dictadura que les arrebató la pieza más preciada de su propia historia.

-¿Imaginó, las veces en que estuvo en Olavarría, que su nieto Guido podía estar tan cerquita suyo sin saberlo?

-Siempre fui recibida con mucho cariño en Olavarría. Y nunca lo imaginé; porque en esa búsqueda uno busca en la nada, no hay datos, solamente hay una fecha, y una posibilidad de un parecido, pero tampoco eso cuenta. Me tocó vivir este día de felicidad inmensa. Lo voy a abrazar, lo voy a conocer, lo vamos a aprovechar todo el tiempo para ponernos al día y sobre todo saber qué siente, cómo es y darle todo el amor guardado. El va a recibir una familia muy numerosa, muy tana, que le va a hacer muy bien.

-La suya es una familia con varios músicos: su hijo Kivo, varios de sus nietos. Guido es pianista. Van a poder cantar…

-Exactamente. Y me emocioné tanto por eso también… porque hoy a las 3 de la tarde me enteré y ahora estoy alimentando la historia, minuto a minuto, viendo su historia en una fotografía. Sabiendo el nombre que ahora tiene, que no es el propio; sabiendo de dónde es, cuál es su profesión y después, comparando con mis otros nietos… entre ellos hay muchos músicos, muchos artistas. O sea, que se va a sentir, como la realidad lo marca, en familia. Le damos su tiempo, nadie lo va a apurar, nadie le va a criticar nada de lo que haga o quiera hacer, sino que lo esperamos. Cuando él quiera, pero no va a tardar mucho porque él sentía necesidad.

-¿Qué sintió cuando le dijeron? ¿Qué cosas la atravesaron?

-No sé. Fue todo tan shockeante que no pensé en nada. Quedé llorando, abrazando a la jueza Servini de Cubría que es quien me daba la noticia, y teniendo en mis manos datos, fotos, toda una tremenda impresión. En ese momento, no necesité pensar en Laura. Laura estaba dentro mío, como la llevo desde el momento en que la vi por última vez un 31 de julio del 77, donde nos despedimos: "hasta mañana, mamá". Y luego la vida hizo que tuviera pasar a la clandestinidad porque secuestraron a su papá y toda la historia que ya se conoce. Ni siquiera la pude ver en el cajón. Entonces, cuando la exhumaron y el querido científico Clyde Snow me certificó que era abuela, porque las pelvis de las mujeres tienen unas marquitas, ahí me dije "cerré el duelo". Porque eran sus huesitos pero te juro que la vi. Y a partir de ahí, yo me alimenté en la lucha de buscar por ella, por sus compañeros, por esos chicos que faltan; buscar día y noche y es lo que voy a seguir haciendo. Porque creo que esta lucha no se abandona por nada. Salvo que nos vayamos de este mundo.

-¿Qué imagina contarle de su mamá?

-Primero, qué clase de mamá tuvo. Seguramente está heredando mucho de esa mamá y de ese papá, contarle cómo era Laura cuando era chiquita, cómo cuando era adolescente, qué personalidad fuerte tenía, cómo vivía apurada, sabiendo que iba a vivir tan poco… Sólo 23 años tenía cuando la mataron y bueno… le voy a hablar de su militancia, de su compromiso, de su valentía. Le voy a hablar del orgullo que yo siento y que él va a sentir por esa mamá. Pero no lo vamos a abarrotar de cosas porque la historia no se puede meter de un día para el otro. Hará su proceso, irá preguntando y se le responderá. Pero sin presiones familiares ni institucionales. Y como él es mi nieto, las cosas cambian en lo íntimo, en lo necesariamente familiar y en todo lo que hemos acumulado en ese archivo biográfico familiar que se le va a entregar como a tantos otros, donde se va a encontrar con sus recuerdos que no vivió.

-¿Sentía que lo iba a encontrar? ¿O a veces se caían las esperanzas de hallarlo?

-Yo vivía en la incógnita, como todas las abuelas que no encontraron todavía. Primero que nada, era preguntarme "¿estará vivo?"… porque hay tantos chicos que mueren. Pero además, "¿cómo lo estarán tratando? ¿dónde estará? ¿con quién?". Esas eran mis eternas preguntas. Tal es así que yo cuando iba por la calle y me cruzaba con algún chico que suponía que tenía la misma edad, le miraba la cara y si por casualidad alguien lo llamaba Guido, yo ahí no lo dejaba seguir… Me acercaba a preguntarle haciéndome la vieja curiosa "¿cómo te llamás? ¿cuántos años tenés? ¿dónde estudiás?" Cuando veía que no tenía su edad, le decía "bueno, chau, chau". Esa búsqueda visible, invisible, de día, de noche, en los sueños… y pienso que ahora este sueño se me hizo realidad. Que lo voy a ver. Lo voy a tocar. Le voy a buscar los parecidos.

Los tíos

"La última imagen que tengo de ella es cuando nos encontramos a tomar un café. Los dos fumábamos. Ella sacó un encendedor de esos que se usaban en esa época. Era un Ronson. Me lo regaló. Era un legado que me dejaba porque sabía muy bien los riesgos que corría. Ella estaba en la clandestinidad. Y creo que se estaba despidiendo", contó Kivo Carlotto a EL POPULAR, en una entrevista hecha dos años atrás. Ayer, con 55 años, el secretario de Derechos Humanos de la Provincia resumió ante este diario que "tengo sensaciones muy extrañas. Son 35 años de buscarlo, de tener altibajos. De pensar que quizás no, que quizás sí. Que estaba cerca, que estaba lejos. Pero hoy todo se entremezcla con una sensación de mucha alegría y de mucha justicia".

A unos metros suyo, Remo, el menor de todos. Aquel que tantas veces estuvo en Olavarría en los tiempos en que se abría la causa penal por el circuito represivo de Monte Peloni, que en poco más de un mes llega a juicio. El que discutió abiertamente con Helios Eseverri cuando sostenía a Omar "Pájaro" Ferreyra como funcionario. Y son extrañas las historias. Porque en aquellos años en que un grupo de jóvenes olavarrienses permanecían cautivos en Monte Peloni, a escasos 15 kilómetros, en una chacra de la zona rural, jugueteaba en la tierra su propio sobrino.

"Al lugar que iba, no importa dónde, uno tenía la costumbre de mirar a cada chico que podía ser de la edad de Guido, buscarle los rasgos, tratar de encontrar parecidos. Uno hoy dice "tal vez nos hemos cruzado con él, hemos tenido contacto con él sin saberlo". Es algo que le estamos arrebatando a la dictadura. Devolver la identidad para que una persona sea nuevamente libre y tenga la posibilidad de conocer su verdadera historia, que nosotros desde el primer día lo estuvimos buscando y nosotros convertimos nuestro dolor en lucha, nuestra lucha en esperanza y hoy esa esperanza es alegría", dijo a EL POPULAR.

-¿Y por dentro qué sensaciones lo atraviesan?

-Yo pienso mucho en Laura, pienso mucho en mi hermana. Mi hermana lo pudo tener solamente 5 horas. Le fue arrebatado. Le mintieron y a los dos meses la asesinaron. Tenía apenas 23 años. Una vida truncada, llena de esperanzas, de sueños, con ganas de transformar el país, de vivir una patria más justa y decidió tener un hijo en ese cuadro de situación porque apostaban siempre a la vida. Le arrebataron su hijo diciéndole que se lo iban a entregar a mi madre y eso no sucedió. Hoy lo que estamos sintiendo es que estamos cumpliendo con ella. Con el compromiso que asumimos el día que la enterramos.

-Y ante la sociedad de Olavarría, en la que siendo funcionario provincial estuvo tantas veces, ¿qué se plantea?

-Creo que es importante que todo el pueblo de Olavarría sepa qué es lo que sucedió. Que había un desaparecido entre las calles que es un desaparecido con vida, como es el caso de Guido. Y es crucial que tomemos conciencia de qué es lo que nos pasó, de que el olvido es algo que nos lastima. Que tenemos que tener una memoria que genere el acto de reparación. Y para las Abuelas es encontrar hasta el último de los nietos.