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Mientras en las grandes urbes se implantó como práctica cotidiana el aplauso a "los esenciales" de la sociedad en tiempos de cuarentena, trabajadores de la salud de diferentes partes del país se plantan y afirman: "no somos héroes. Sólo queremos que se nos valore como personas y no se nos piense como máquinas que no se enferman ni se cansan y pueden estar día de por medio laburando 24 horas sin parar". Tal como escribió una médica cordobesa por estos días. En similar sentido se planta Alejandra Capriata, titular de la Asociación de Profesionales Médicos de Olavarría.

"Hay un montón de sentimientos encontrados. Uno viene de luchar por los sueldos indignos que cobramos por una carrera hospitalaria que no hay; de repente pasa esto y los profesionales de la salud pasamos a ser los reyes de la creación. Hay una sensación muy ambigua y sentís que ´ahora nos necesitan y nos ensalzan´ cuando ha habido años y años de postergaciones, de faltas de respeto, de ninguneos y ahora somos buenos", volcó la pediatra olavarriense.

Alejandra Capriata plantea que hay aspectos que no se pueden perder de vista: "ahora tenemos que estar en la primera línea ofreciendo nuestras vidas incluso. En Italia han muerto más de 2000 profesionales de la salud. No es joda. Somos los que más vamos a estar en contacto, hay que prepararse, hay que cuidarse entre nosotros, aprender a cuidarnos, hay técnicas para protegernos no sólo a nosotros sino también a nuestros pacientes. Concientizar a la gente. La población tiene que entender que es absolutamente vital para evitar el desparramo de este virus exponencial que nos quedemos adentro y no salgamos. Cuanto menos contacto tengamos va a ser mejor para todos".

Bajo tierra

Hay un ramillete de trabajadores considerados hoy como pertenecientes al grupo de los imprescindibles. Quienes desde su lugar en el mundo –tantas veces vapuleado, olvidado o cuestionado- cumplen a diario tareas que les significan un reconocimiento desde la sociedad y desde el Estado.

Karina Díaz trabaja como conductora de subtes desde hace cinco años aunque hace ya 23 que ingresó a la red de subterráneos porteña. Durante el séptimo día de cuarentena, intercambiaba sensaciones con este diario vía whatsapp desde el momento en que salía de su casa en la localidad de Luis Guillón, en el sudoeste del conurbano bonaerense. Antes "tardaba una hora diez en llegar a Virreyes (estación cabecera de la línea E del subte) y hoy tardé tres horas". Asegura que a diferencia de la cotidianeidad subterránea viaja muy poca gente. "Trato de llevarlo lo mejor que puedo, en positivo, desde lo que me toca como parte de los "exceptuados". Trato de no caer en la paranoia de que ´si toco esto o lo otro´. Por ahí lo que cuesta más es el viaje hasta nuestro puesto de laburo porque ahí uno tiene más cuidado. Pero después es hacer lo que está a nuestro alcance. Entiendo que hay un factor de destino y de suerte. Porque podemos tomar todos los recaudos pero si nos va a tocar… sobre todo nosotros que tenemos tanto metal, pasamanos y viajamos con gente que no sabés si toma los mismos recaudos que uno. Hay cosas que se te escapan de las manos entonces trato de no entrar en paranoia. Tengo compañeros que salen con guantes y barbijo. Yo no. Cuando bajo del tren, me lavo bien con el jabón antiséptico, me paso alcohol en gel y a continuar".

El concepto de "ser esenciales" está hoy puesto –sobre todo- en los trabajadores de salud. Hay muchos otros engranajes que son fundamentales: las y los conductores de medios de transporte, los trabajadores de la recolección de residuos, los voluntarios, militantes o referentes de organizaciones sociales que no pueden en modo alguno dejar de cumplir sus roles en las barriadas populares.

"En la primera línea"

Alejandra Capriata hace un poco de historia en torno de lo que ha sido el rol de los trabajadores de la salud en contextos de crisis reciente. "Después del recital del Indio Solari otra vez todas las atenciones se vuelven a centrar en Salud. Pero cuando las cosas salen mal, los fiscales al otro día a quienes llaman es a los médicos, no a los políticos. Lamentablemente fue así. Y tuvimos que salir nosotros a cubrir a nuestros médicos que habían estado de guardia (durante el recital) porque los fiscales querían averiguar qué había pasado. Y lo que había pasado era más de lo mismo: un sistema que a veces hace agua por todos lados, recursos médicos y de enfermería que no alcanzan, y tapando agujeros. Entonces comprendo que las autoridades están haciendo un gran esfuerzo para tratar de que todo esté bien, para tratar de estar lo mejor equipados y lo mejor presentados y todos haremos el mayor esfuerzo pero a veces no alcanza con eso".

Ofrece entonces una mirada cruda y crítica: "Acá lo que más vamos a poner los profesionales de la salud es la compasión por la gente, no sacarle el cuerpo y hacer lo que muchos políticos no hacen que es poner la cara y dar una respuesta que muchas veces no se hace desde distintos lugares. Entonces es ésa nuestra única heroicidad, nos tratan como héroes cuando nos han tratado como basura, como truchos, como malos profesionales pero somos ahora los que vamos a sacar las papas del fuego. No creo que ninguno de los políticos de turno vaya a terapia a ventilar a ninguno de los pacientes -tal vez sí a familiares, a amigos, a los padres- y vamos a ser nosotros los que estamos ahí. Porque no le eludimos ni un pelo a la responsabilidad pero queremos que esto se sepa también. Que hemos sido maltratados durante muchos años y ahora se nos agradece profundamente. No queremos ese agradecimiento. Queremos las cosas claras, las reglas de juego claras. Donde seamos valorados como profesionales de la salud".

El planteo de Alejandra Capriata no es exclusivo de su mirada. Se repite en cada parte del país entre enfermeras y enfermeros, entre médicas y médicos. Profesionales de la salud de la provincia de Chaco –inexplicablemente con un altísimo número de infectados y de muertos por el virus- plantearon que "después de los aplausos exigimos reconocimiento salarial, protección de los trabajadores y gestión participativa de la crisis". Y en el mismo sentido, trabajadores del hospital porteño de Ramos Mejía advirtieron por estos días, además, que "si no nos proveen de todos los elementos de protección, no vamos a atender. Porque el primer derecho es nuestra propia vida".

Esta crisis socio sanitaria obliga a la sociedad a replanteos profundos. Que deberá cuestionarse no sólo este tiempo presente sino el que vendrá. Karina Díaz, la conductora de subtes, cuenta que entre sus compañeros, tres hoy tienen dengue, enfermedad autóctona si las hay. Y por estos días se pregunta "si esa misma gente que ahora aplaude con fervor a los trabajadores de la salud tomó dimensión cuando a las enfermeras las pasaron como administrativas en capital o acerca del sueldo miserable que cobra un médico. Siento que hay una cierta hipocresía. Igual que cuando nos dicen a nosotros que gracias, que somos los que transportamos a la gente pero cuando paramos porque denunciamos el estado deplorable esa misma gente es la que nos putea. Esto muestra otras cosas también. Pero creo que lo que nos está pasando era inimaginable y ahora estamos tratando de remontarla".

Hoy está la condición humana al descubierto. Desde lo más hondo. Los costados más profundos que desnudan solidaridades y miserias. Y sólo la etapa post-epidemia permitirá saber si hubo un cambio radical en el reconocimiento a los definidos estos días como esenciales o fue simplemente una unidad temporal ante el espanto y el miedo.