Comunicar en tiempos de grieta

-¿La grieta es un fenómeno local?

-Claramente es un fenómeno que excede lo local. Pero también es cierto que la Argentina tiene una historia de grieta que no se saldó nunca y en cada situación de conflicto, la grieta es parte de lo que se profundiza. Porque además ha calado muy profundo el populismo como metodología. Si bien casi todas las construcciones políticas se basan sobre dos principios, la identidad y la alteridad, en el populismo la construcción del adversario entra en la categoría de enemigo, el antipatria, el antipueblo, es lo que motoriza y permite que un liderazgo de esa naturaleza se consolide y concite adhesiones, aún en las contradicciones. Sin duda que ha agravado esto. Se suma que las construcciones de identidad son lábiles, las identidades partidarias casi no existen -esto pasa en todo el mundo-, entonces venimos de procesos de mucho tiempo de desvínculo entre ciudadanía y política. La apelación a lo emotivo, como principio de participación o de adhesión, es la base de esa construcción y tiende a consolidar los aspectos más polarizantes. Y en el medio la grieta, un agujero que explica un poco lo que pasa y que vino después de una enorme crisis que terminó de implosionar a los partidos políticos, la de 2001.

-¿Cómo se explica que las identidades partidarias se definan por el anti, por la diferencia?

-En esta ausencia de identidades, de vínculos más programáticos que tienden a construir un contrato entre la ciudadanía y la dirigencia, los dos principios rectores de cualquier fuerza política o candidatos son la construcción de una identidad, una cultura o tradición -que cada vez hay menos y construir esa identidad se torna más difícil-, lo que la termina construyendo por la alteridad, por no ser el otro. "El otro es malo, te va a llevar a cosas horribles" se plantea. A lo mejor yo no soy bueno ni lo mejor, pero desde ese lugar permite decir "mirá que el otro es mucho peor". Se construye el mal en el otro y no el bien en mí. El discurso populista -entendido no desde el lugar peyorativo, sino descriptivo- ha construido esa necesidad de amalgamar hasta contradicciones internas por la negación del otro. Y el otro me construye.

-¿Qué lugar tienen las redes sociales para comunicar estas definiciones?

-Las redes sociales han generado que esto se expanda y se potencie porque permiten esta interlocución de todos y donde todos podemos ser generadores de mensajes. Hay una construcción de lo que llamo cluster, círculos cerrados por afinidad. Lo que hacen es potenciarse en el grito, en la emocionalidad, en el vínculo donde impera menos la razón y sobre todo porque además hay mucha instantaneidad y en espacios muy concentrados. El caso más prototípico es Twitter. Me parece que lo pasó el otro día con la crítica de Juan Grabois a Mercado Libre lo representa muy bien. Él dijo "la verdad es que hay cosas de las que yo dije que no son ciertas" al admitir que había culpado a Macri de la ley que protege a (Marcos) Galperín cuando esas leyes habían sido de Néstor y de Cristina. Y dijo "pero bueno, yo no soy un periodista objetivo, tengo sesgo porque soy un militante, y uso las redes en el código con el que se usan: como está lleno de interferencia quien más grita, quien más impacto logra, es quien es más escuchado". Casi es una explicación académica y que al final terminó reivindicando el periodismo profesional -no es objetivo, aclaro- y por otro lado explicando cómo funciona la red y potencia esta polarización. Fue una lección magnífica también de cuál es el lugar para la profesión periodística. Salirnos de ese lugar y del sesgo, por eso reivindico la alteridad, y básicamente tomar los principios del periodismo.

-Con estos principios, ¿es posible superar la grieta?

-Es necesario, no sé si es posible. Es necesario por una cuestión de supervivencia, porque si no qué sentido tenemos los periodistas. Si nosotros no entendemos que la única razón de ser es de alguna manera regirnos por algunas pautas deontológicas, de ética y rigor profesional, de ciertos mínimos que nos hacen ser distintos. Tenemos la obligación de salir del prejuicio para buscar aproximarnos a los hechos con la mayor vocación de llegar a un acercamiento, no a la verdad. Si no buscamos que eso se contraste con distintas fuentes, con elementos científicos, y si no tratamos de hacerlo desde algún principio ético no tenemos sentido los periodistas. Porque en definitiva la posibilidad de comunicar y hacerlo de manera masiva la tienen todos.

''''Si Macri no va a la reelección es porque fracasó''''  dijo también Jacquelin.