Daniel Puertas

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La obra, destinada al público infantil, persigue el objetivo tan loable como ambicioso de crear conciencia sobre los peligros de la contaminación con agrotóxicos y al mismo tiempo ir contribuyendo a formar agentes de transformación social desde la infancia.

Las autoras hicieron unan analogía entre el extractivismo minero capaz de agotar la tierra y el extractivismo que se busca hacer quitando "las semillas de rebeldía" desde la niñez o hasta los bebés que en algunas provincias le obligan a niñas víctimas de violación a dar a luz para entregárselos a otras familias, tal como a principios del siglo pasado les pretendían quitar a los anarquistas para dárselos a padres respetables o en la última dictadura militar, cuando les arrebataban los niños a madres de militantes políticos con el mismo objetivo.

Con esos ejemplos las autoras arrancaron su exposición para los adultos, subrayando enseguida que creen que los niños no pueden ser exclusivamente "portadores de derechos" sino que también se les deben dar las obligaciones que los conviertan en "sujetos políticos", que se acostumbren desde muy temprano a transformar la sociedad en que viven.

Plantearon entonces que "empezamos desde abajo, desde los pibes" para trabajar las conciencias por ejemplo en escuelas de Entre Ríos, donde han ido varias veces invitados por el sindicato docente de esa provincia para hablar del tema de la contaminación con agrotóxicos, uno de los problemas más graves de ese lugar.

Después entraron de lleno en el tema que se agravó sustancialmente en la Argentina cuando los poderosos del mundo le asignaron al país el papel de "productor de forrajes para el ganado" del planeta, no por casualidad en la década del noventa, cuando el entonces secretario de Agricultura Felipe Solá firmó un acuerdo con Monsanto, cuyo texto está redactado en un 80 por ciento en inglés sin que a nadie se le haya ocurrido nunca traducirlo.

Seguidamente pintaron el panorama tan sombrío como evidente de la contaminación con pesticidas que afecta a toda la población ya que aunque se viva lejos de las zonas de fumigación "los pesticidas están en los arroyos" o en el "paquete de espinaca" que compramos, o en los pañales que usan nuestros hijos. Subrayaron que en un estudio realizado en un hospital se comprobó que el 90 por ciento de las madres recientes tenía "pesticidas en la leche" con la que amamantaban a sus bebés.

Dieron el dato preocupante de que en ningún hospital público se realizan los análisis por medio del cual una persona puede saber si su cuerpo está contaminado con pesticidas. Ese tipo de análisis sólo se pueden hacer en un establecimiento privado de Mar del Plata,m con un alto costo económico.

Luego de dar ejemplos sobre la contaminación en otras geografías se ocuparon de la situación en Olavarría, ciudad sobre la que no pudieron encontrar demasiados datos.Más aún: docentes rurales consultados les dijeron que nunca habían sido fumigados.

Pusieron en duda esos testimonios al recordar que más del 60 por ciento del área cultivada de Olavarría está con soja y que el corrimiento de la frontera agraria a desplazado sustancialmente a la ganadería. Además, en distritos como Tandil, Bolívar o Roque Pérez se han producido hechos que revelan la contaminación con agrotóxicos. Recordaron que en Roque Pérez hubo que atender a dos niños de una escuela rural después que estuvieran a punto de comer un asado que se hacía en el establecimiento y un avión fumigó la parrilla.

Mencionaron además que en Coronel Suárez denunciaron que habían fumigado una escuela, pero el presidente de la cooperadora era justamente el dueño del campo, que dejó de prestar ayuda económica después de esa denuncia, generándole problemas graves a la escuela. Por si fuera poco, el secretario de medio ambiente de esa comuna comenzó a investigar y descubrió 23 casos de escuelas fumigadas. No se avanzó demasiado en el caso porque enseguida ese funcionario fue eyectado de su cargo, seguramente no por casualidad.

En el debate una mujer planteó sin medias tintas que la situación en Olavarría es grave, pero que todos sus intentos de hacer algo para cambiar las cosas quedaron en la nada, incluyendo una recopilación de casos que volcó en unos textos que fueron entregados a un organismo oficial. Habló de un establecimiento agropecuario donde todo el personal maneja agrotóxicos diariamente y de precauciones que escasean. "Es terrible lo que pasa en Olavarría", sintetizó.

Silvana Melo y Claudia Rafael insistieron en la necesidad de organizarse para resistir esta amenaza para la vida y hablaron de casos como el de Pergamino, donde se descubrió que en el agua corriente había nada menos que 18 productos químicos a partir de la lucha de una mujer que tuvo un aborto espontáneo que fue atribuido a haber sido fumigada; o el de Gualeguaychú, cuandon una familia en la que se detectaron tres casos de cáncer comenzó a hacer un relevamiento por su cuenta y en tres manzanas encontraron otros 53 casos de la misma patología.

Conmovieron a un público poblado de rostros en trance de preocupación al enumerar los niños muertos a consecuencias de las fumigaciones indiscriminadas y dejaron en claro que en Olavarría parece no existir demasiada conciencia sobre el tema si se tiene en cuenta que no hce demasiado tiempo se disputó en la Escuela Agrotécnica un campeonato de pulverización. Nada menos.