Argentina se ha transformado en un país enfermo de verticalismo y desigualdad. Aquel sueño universal de ir hacia una sociedad cada vez más horizontal y democrática, se fue esfumando y la experiencia nacional parece demostrar lo contrario. La pandemia expuso esa situación histórica que nunca fue corregida, por el contrario, se fue profundizando, y simplificó esa situación social. Quienes teóricamente dicen ser representantes de la gente se transformaron en referentes del poder y se colocan del otro lado del mostrador.

La dirigencia ya se vacunó y está a salvo de la pandemia. Lo hizo mucho antes que la gente, sea por la farsa de "dar el ejemplo" o por los privilegios de los vacunatorios Vip. Pero, cuando la población sufría las acechanzas de las múltiples cepas extranjeras, los políticos, percibían sin riesgo alguno sus jugosas dietas y portaban en sus brazos los pinchazos de las vacunas que el pueblo seguía esperando.

Los antecedentes son parecidos a aquella Francia de los Luises, solo que la consecuencia no será una toma de la Bastilla o cosas parecidas, pero sí podría manifestarse en septiembre y noviembre con un "voto bronca" o "voto hartazgo", con el que la sociedad manifestará su desánimo y su frustración.

Esto ya ocurrió en 2001, después del fracaso de la Alianza y de la confusión económica que se vivía en los dos últimos años precedentes. Tanto es así que un supuestamente keynessiano como Carlos "Chacho" Alvarez fue quien puso a un neoliberal como Domingo Cavallo al frente del Ministerio de Economía. Hoy, otro keynessiano como Guzmán produce un ajuste fiscal que ni Cavallo ni Sturzenegger se animaría a aplicar.