A raíz de las restricciones impuestas por los gobiernos del mundo como consecuencia de la pandemia, ha surgido una controversia absurda e interesada, fomentada por las oposiciones neoliberales y las corrientes libertarias o anarquistas de derecha, a través de sus medios dominantes. Toda la estupidez asocial, la banalidad, y los descerebrados, se han puesto del lado de la muerte, provocando mayores contagios y muertes.

Los Estados y sus gobiernos son formas de organización que han adoptado los pueblos para su convivencia. Buenas o malas, más autoritarias o más democráticas, son las que hacen posible que haya educación, cuidado de la salud, transporte, comunicaciones, calendario, horario, días festivos, infraestructura, legislación, sistema de justicia. Miles de años ha llevado a la humanidad realizar estos logros que nos han permitido salir de ser sólo animales, utilizando el pensamiento en provecho de nuestra condición humana.

Ante el ataque de este virus desconocido, con todas nuestras miserias y mezquindades, estamos en camino de vencerlo con los cuidados que indica la ciencia y con las vacunas. Resulta inaudito que se antepongan a ese interés supremo de la preservación de la especie, las imbecilidades caprichosas a las que llaman libertad. Las libertades individuales deben siempre estar supeditadas al bien común, si queremos gozar de las ventajas de formar una sociedad organizada, si queremos educación y justicia y no ser un animalito en la selva, debemos aceptar y respetar las leyes que hemos decidido darnos.

Si no nos gustan, podemos modificarlas o anularlas, pero les recomiendo que no salgan manejando por la izquierda, podrían morir en el intento; que no festejen Año Nuevo el 1 de junio, ni declaren feriados los miércoles y jueves. El mundo, poco a poco, ha ido coordinando todo para estar organizados y hacer más fácil nuestras tareas.

Poner la libertad individual egoísta por encima de la libertad colectiva es estúpido. Todo lo que somos, bueno y malo, se lo debemos a la organización social. Renegar de ella es posible: abandonen todo y vayan al desierto. Pero si quieren disfrutar de autos, internet, aviones, ciudades, parques, balnearios, escuelas, universidades, hospitales, respeten todo, cámbienlo, sean ciudadanos y no estúpidos y banales idiotas antisociales. Para llegar a una sociedad anarquista, sin gobierno, es necesario que cada uno asuma y respete la organización social, controlando su egoísmo, su estupidez, su avaricia, caso contrario, los gobiernos saldrán en defensa de las mayorías o éstas lo harán como en 1789 en Francia, o en 1918 en Rusia o en 1959 en Cuba.

Néstor Mineo

DNI 5.498.259