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Cuando muchos creían que el kirchnerismo languidecía progresiva e indetenidamente, vinieron los buitres -y no el ave fénix- y lo hizo renacer. Porque el Gobierno, más allá de las voces de alarma por el default de facto en el que cayó la Argentina, acertó con la estrategia de no cumplir con la sentencia y dilatar el pago a los holdouts para no gatillar la cláusula RUFO, esa suerte de espada Damocles que se cierne permanentemente sobre la cabeza de los argentinos. En este caso, el menor de los males sería no pagar hasta fin de año. El riesgo de gatillar la famosa cláusula sería el de tener que pagar 120.000 millones de dólares a los bonistas reestructurados y eso sí sería comprometer el futuro del país.

Hasta el economista Roberto Lavagna apoya la decisión oficial al acompañar los juicios de la Presidenta cuando afirma que la Argentina ya pagó pero que el depósito de 539 millones de dólares destinados a los bonistas reestructurados fueron retenidos por el juez Thomás Griesa.

El conflicto con los fondos buitre, que tiene hoy un 63 por ciento de conocimiento de la población, le vino al Gobierno como anillo al dedo. Tomó un tema de sentido común y el rechazo visceral que podría tener la gente frente a cualquier usurero, y lo transformó en un tema fuertemente político. Tanto es así que la imagen de la Presidenta subió unos 9 puntos en esta coyuntura.

Al kirchnerismo, el conflicto le cayó del cielo. No solo subió la imagen de Cristina sino que a su vez le proporcionó un enemigo para cohesionar su tropa y de paso crear desde la nada un candidato como Axel Kicillof, muy cercano a La Cámpora y a Máximo K.

A la vez que recuperaba la iniciativa para fijar la agenda, el kirchnerismo se da el lujo de "construir" un candidato potable para ellos y contrarrestar así la figura de Daniel Scioli, quien se suponía un sucesor natural de los Kirchner. Ahora puede jugar con la figura de Kicillof y tal vez Florencio Randazzo, para elaborar una fórmula capaz de poder ganarle las PASO al Gobernador.

Datos llamativos

¿Por qué a Cristina el tema de los fondos buitre le vino como anillo al dedo?. Por un lado, surge nuevamente la cuestión de un enemigo a quien combatir y que permite polarizar la pelea política, algo tan a gusto del kirchnerismo, una fuerza que siempre buscó la dicotomía como escenario de la pelea política. Y tanto es así que ya están pensando en reeditar aquel "Braden o Perón" que le dio tanto éxito al General en las elecciones del ''46, con otro que ya está en las calles de Buenos Aires, "Argentina o buitres", incluyendo la figura de Kicillof como el Mascherano del oficialismo. Pero también, el tema a Cristina le sirve para la interna K y para arrojarlo a Scioli fuera de las fronteras del Frente para la Victoria. En una palabra, lo que se pretende es que el Gobernador juegue por afuera y divida el voto anti K. Volveremos sobre ello.

Ahora repasemos algunos números producto del escenario bélico producto de esta batalla con los buitres. Los datos parecen algo contradictorios, por un lado, los encuestados dicen que el fallo de Griesa es "injusto y no corresponde pagarlo", mientas que un 35% dice lo contrario, que es "justo y que corresponde pagarlo". Pero luego, el 44% opina que el responsable de la situación es el Gobierno mientras que un 18% le atribuye esa responsabilidad al juez Griesa.

Algo más. En el mismo sondeo, el 38% de los consultados está muy preocupado porque un default aumentaría la inflación, un 23%, la recesión económica, en tanto que un 16 por ciento supone que generaría otro aumento en el dólar, con todas sus consecuencias en la inflación. Es posible, como dice el mismo informe de M&F, la única alternativa sería la de un acuerdo entre la banca privada y los holdouts, simplemente, porque más allá de que el Gobierno se empalague con algunos logros inesperados producto del conflicto, lo más probable es que con el paso del tiempo, los problemas reales de la Argentina como la inflación, la recesión, la pérdida del empleo y la inseguridad terminen prevaleciendo sobre este problema con los buitres. Es decir, cuando se despeje el problema financiero, se correrá la cortina y emergerá la realidad con toda su contundencia.

Disciplinar a los gobernadores

Si bien el goce de esta suerte de primavera política interna puede ser transitorio, al Gobierno, la guerra financiera y el default le proporciona ciertas ventajas y tiempo para hacer su propio armado. En principio, una cesación de pagos, como sabemos, impide que no solo la Nación sino también las provincias puedan tomar créditos internacionales a tasas razonables. Sin default, Scioli no pudo tomar uno con una tasa del 13 por ciento.

De darse este escenario, y aunque parezca perverso, el default acabaría con los últimos atisbos de federalismo en el país. La Nación disciplinaría total y absolutamente a las provincias a partir de lo financiero porque si ya la caja está fuertemente centralizada, imaginemos cómo se potenciaría esta situación cuando las provincias no puedan acceder a un solo crédito internacional producto del default.

En este contexto entra claramente la provincia de Buenos Aires y la suerte de Daniel Scioli para las PASO del año próximo. Ya se comenta que el Gobernador no dispondrá de los fondos suficientes para abonar el medio aguinaldo de diciembre y que tendrá que recurrir a la ayuda nacional tal como pasó en julio de 2012 cuando la reticencia nacional a brindarle una ayuda financiera a Scioli amenazó con incendiarle la Provincia. En aquel momento, el cristinismo buscó ahogarlo al ex motonauta pero paradójicamente la cuerda que tenía para él se terminó ajustando sobre el cuello de Cristina. ¿Volverá a pasar lo mismo a fin de año?.

En esta columna ya se refirieron algunos juicios expresados por un dirigente y funcionario político ultra K de Olavarría quien llegó a decir que estaba latente la posibilidad de no darle al Gobernador el sello del Frente para la Victoria en caso de que no hubiese otra alternativa. Hasta ese punto llegarían para arrojarlo a Scioli fuera de las murallas kirchneristas.

En dos canastas

Pero esta estrategia no solo es ideologista sino que además tiene algo de operativo. Es que obligándolo a Scioli a jugar por fuera, el kirchnerismo duro apostaría a dividir por tres el voto independiente y ellos jugar con una fórmula "pura" o "semi pura" entre Randazzo - Kicillof o a la inversa, con la esperanza de juntar el piso cautivo de entre un 25 y un 30 por ciento para ir a una segunda vuelta. Los K juegan con que Scioli no se preocupó mucho por armar su propia fuerza, no tiene el manejo del Partido Justicialista y además apuestan a que los barones del Conurbano lo abandonarían si su poder comenzara a languidecer. "Algunos intendentes asisten a las dos reuniones, a las sciolistas y a las kirchneristas -confesó un legislador peronista del Gran Buenos Aires a este columnista-. Van a esperar a ver qué pasa como siempre lo hicieron, pero no se van a jugar por nadie hasta último momento", añadió.

Otro justicialista invitó a pensar en cuántos jefes comunales conurbanistas le quedaban al Gobernador después que el massismo le llevara "unos treinta, el grupo San Martín, unos quince y Octubre, con otros tanto. Scioli se confió y creyó que el kirchnerismo le iba a regalar la sucesión, por eso mismo no armó nada", sentenció.

No en vano, el sciolismo local desea afanosamente que la lista opositora en las elecciones de Coopelectric pierda estrepitosamente, y se habría movido para que se concrete ese escenario.

En cortocircuito

La interna del kirchnerismo - sciolismo también se juega en Coopelectric, específicamente en la suerte de la Lista Celeste y Blanca conformada por La Cámpora y otras agrupaciones cristinistas que conforman el grupo macro K que es "Unidos y Organizados", creado por Cristina Kirchner en aquella convocatoria en Vélez Sarsfield en la que la Presidenta excluyó a todos, peronistas pejotistas, gremios y demás, y dejó adentro solo a sus chicos.

Esa pelea vuelve hoy con la misma fuerza de siempre producto de una contradicción político - ideológica que siempre se mantuvo latente o manifiesta. Fue el eje fundamental en el armado de lista durante 2013, y hoy resurge con las elecciones de Coopelectric, en el seno de la Lista Celeste y Blanca.

Para aventar todo tipo de sospecha y confusiones, la gente del PJ habría hecho todo lo posible para hacerle saber a la dirigencia de la Lista Amarilla de que ellos no participaban en la lista opositora y que no tenían ningún interés en jugar en esta elección.

La estrategia del santellanismo fue tan astuta como arriesgada. Primero los habría ayudado a subir al ring consiguiendo los avales necesarios para participar, el segundo paso fue aclarar que en ésta no jugaban para nada. Sabiendo que está César Valicenti a la cabeza de la lista, y que éste aspira a mantener su banca en Diputados, Santellán lo querría subir al ring de la Cooperativa con la esperanza de que el diputado pierda por KO y de esa manera sacarlo de la cancha, a él y a La Cámpora, y dejarlo afuera en las elecciones de 2015.

Además, el santellanismo juega con que el curismo debe consolidarse en su propio territorio para reafirmar sus aspiraciones de integrar la lista seccional del massismo. En ese sentido, a Mario Cura, si bien se le presenta un desafío inquietante después de diez años de tranquilidad, también es cierto que la aparición de un opositor le brinda la posibilidad de reposicionarse políticamente para el año que viene.

La estrategia de Miguel Santellán es astuta, como decíamos, pero también tiene sus riesgos porque ¿qué puede pasar si Valicenti solo pierde por puntos?. "La gente puede tener críticas con la Amarilla, en cambio, con La Cámpora no hay ninguna simpatía. Además, piensan en cómo manejan Aerolíneas y con eso les basta", dijo un conocido dirigente peronista que supo militar en el kirchnerismo. "Y esto no quiere decir que a Miguel no le interese la Cooperativa, pero esperará otro momento y con otros aliados para ir por ella", apuntó. En verdad, ya lo hizo antes.

Por lo tanto, la interna K está al rojo vivo y no podría ser de otra manera. La historia muestra claros antecedentes de que las peleas internas están cargadas de emociones y suelen ser mucho más virulentas que las disputas contra adversarios externos. No lo digo yo, lo dice la historia.