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Tras transitar el último trimestre del año pasado con fuertes subas en el precio de la hacienda, enero pareció abrir una suerte de impasse para la readecuación de valores. Sin embargo, poco tardó el mercado en volver a retomar el rumbo trazado a fines de 2020. Estacionalmente la oferta de hacienda tiende a ser reducida en estos meses, con una mayor escasez de vacas tras los refugos asociados al último servicio, aun sin gran salida de invernada y una limitada oferta de gordos dado el vaciamiento natural que realizan los feedlots previo al inicio de zafra. En consecuencia, durante este período que usualmente se extiende desde diciembre a marzo, los precios tienen a subir.

Sin embargo, existe otro factor subyacente que genera tensión adicional en el mercado y es precisamente el contexto macroeconómico que, lejos de haber despejado incertidumbre, continúa demandando protección. Mirar con mayor perspectiva el valor promedio de la hacienda en dólares (IGML) nos permite ver claramente estos momentos en los cuales el mercado absorbe, de algún modo, factores exógenos a la mera dinámica generada por oferta y demanda. escalonados del valor de la hacienda, a través de los cuales se logra corregir temporalmente los retrasos para luego quedar nuevamente desfazados, en relación a las variables de referencia, sea dólar o inflación.

Pero sin dudas el 2020 trazó un escenario totalmente atípico, condicionado -claro está- por los efectos de la pandemia, pero fuertemente sesgado por los desbalances estructurales que viene arrastrando nuestra economía. En este contexto, la hacienda pasó a ser un bien de refugio altamente demandado por el sector. Si comparamos el salto devaluatorio que se dio en el segundo semestre de 2018 (48%) con el salto reflejado tras las PASO de 2019 (43%) y la devaluación contra dólar oficial registrada desde inicios de 2020 a la fecha (47%), no vemos grandes diferencias. Sin embargo, las dos primeras devaluaciones reflejaban lo sucedido en la economía real, puesto que la brecha entre la cotización de la moneda oficial y la paralela (dólar blue) no superaba el 10%. En tanto que, durante 2020 la brecha cambiaria rápidamente marcó un piso del 50% para llegar a picos de hasta el 150% hacia mediados de octubre.

En concreto, esta es la gran diferencia de expectativas que percibió el mercado y lo condujo a tomar protección ante el riesgo de una devaluación mucho más pronunciada de las que estaba registrando el tipo de cambio oficial. La hacienda, en este sentido, jugo un rol clave para el productor. Ahora bien, haciendo foco en el contexto inmediato, las lluvias que se vienen registrando desde inicios de febrero, sumado al alivio registrado desde punto de vista térmico, están dando paso a una importante recuperación de muchos campos de cría que, hasta entonces, veían como única alternativa la liberación de la carga. Alternativa no compatible con la necesidad mantener resguardo en este activo y evitar un posicionamiento en pesos.

Éste, sin duda alguna, también es un factor determinante al momento de definir las decisiones de venta. Algo que, hasta un mes atrás, se veía como una venta obligada con la consecuente anticipación de destetes y una recría de estos terneros mucho más costosa por la necesidad de suplementación, invernador pastoril. Muy probablemente, volvamos a ver este año una zafra de terneros más prolongada, incluso más lenta que el año pasado y con terneros saliendo de los campos con más kilos. Todo indica que nos aproximamos a un escenario de invernada sostenida, con muchas manos pujando por hacerse de terneros para recriar y pocos criadores dispuestos a vender, ante la alternativa de extender sus propias recrías.

Definitivamente, el factor que subyace a esta puja es la posibilidad de tener una caja de ahorro segura, la cual ya ha logrado demostrar su rendimiento como activo de resguardo.