Según la tradición oral africana, adivinando que la muerte estaba cercana, un anciano convocó alrededor de su lecho a sus muchos hijos, esposas y parientes, les entregó una ramita y pidió que cada uno partiera la suya por la mitad. 

Sin esfuerzo, todos cumplieron con el mandato. "Eso es lo que ocurre cuando un alma está sola y no tiene a nadie. Se rompe fácilmente" dijo el anciano. 

Luego los convocó a que reunieran todas las ramitas y volvieran a intentan quebrarlas. Nadie pudo hacerlo. "Somos fuertes cuando estamos con otra alma. Cuando estamos unidos a los demás no nos pueden romper" aconsejó. 

Ante la falta de empatía, de educación, de solidaridad de algunos vecinos, sin respuestas del estado comunal, un grupo de olavarrienses decidieron sumar sus reclamos, aunar sus fuerzas y convocarse a través de la cuenta de Facebook "Ruidos Molestos Olavarría - salud acústica ambiental", en Instagram "Ruidos Molestos Olavarría", y además salir a visibilizar el tema en los medios. 

"Un perfil creado para concientizar sobre el daño de los ruidos molestos y compartir experiencias y denuncias" dice el sitio. En cada barrio, cada rincón, no son sólo los insoportables escapes abiertos de algunas motos de baja cilindrada que andan por las calles y avenidas, ni las aceleradas de autos tuneados como para las picadas. 

La cuestión es más compleja

Los casos testigos de este problema (la cuenta de Facebook tiene más de 150 adherentes) relataron para este Diario las particularidades de sus situaciones, pero pidieron reserva de identidad por temor a las represalias o por las amenazas recibidas por parte de quienes fueron denunciados. 

Familiares de chicos con patologías neuromotoras hicieron saber el drama que viven cada día de sus vidas ante la música sin límites acústicos y los escapes de las motos roncadoras. 

Un vecino del microcentro sugirió cambios ante los altos decibeles de un local cercano, con réplicas no demasiado lejanas. Otro propuso cerrar el espacio a cielo abierto donde actúan las bandas, y manifestó que la intención no es condicionar ni clausurar estos locales, sino adecuarlos al ámbito donde se encuentran con reformas estructurales, sobre todo la insonorización de manera correcta.  

"El que quiere escuchar música que lo haga, el que quiera dormir que pueda hacerlo" pidió. Según esta fuente, una de las ofertas fue reprogramar las bandas más temprano, cosa que no terminó sucediendo. 

"En concreto, hasta las 4 de la mañana no afloja" remarcó. Hubo llamadas a "monitoreo", pedido de visitas de inspectores a casas vecinas para medir los decibles y los registros fueron considerablemente altos. 

Las audiencias en el Juzgado de Faltas depararon como devoluciones que los reclamos han sido varios. "El Juzgado tampoco funciona como debería, porque a esta altura podrían haber exigido mayores sanciones económicas y, si eso no es suficiente, el cierre temporario del lugar hasta que las reformas sean finalizadas" indicó un tercer vecino de la zona. 

"Ya sé que los viernes y los sábados a cierta hora de la madrugada me tengo que despertar, llamo a monitoreo, y no pasa nada más allá de un acta" planteó uno de ellos. Los tres afectados apuntaron contra los organismos de control comunal y las deficiencias en las normas para habilitación de estos locales. 

"Una de las torturas a los prisioneros en Guantánamo era someterlos a música fuerte durante mucho tiempo" ironizó uno de los vecinos del sector, y acotó: "Nosotros no dormimos bien y parece que a nadie le interesa, porque muchos padecen lo mismo en distintos lugares de Olavarría".

"Nadie quiere que dejen de trabajar, pero que las cosas estén bien hechas. Hay gente que quiere vender sus casas y no puede hacerlo porque está atrás o al lado de un bar" revelaron. 

Coincidieron que ven un aval tácito para que "todo el mundo abra un local y haga lo que se le da la gana, mientras los vecinos estamos desamparados". 

En la manzana donde funciona un espacio de arte autogestionado, Maipú al 3700, habita una familia con un pequeño hijo con condición del espectro autista. 

A estos niños, los altos decibeles les provocan desequilibrios emocionales y sensoriales. Aquí las molestias y las dificultades por los altos volúmenes son secundarios. Los reclamos ante los organismos oficiales como "monitoreo", "ojos en alerta", "conflictos vecinales" han sido en la búsqueda del bienestar del pequeño, pero resultaron infructuosos. 

Las paredes de la habitación del hogar dan contra el galpón donde funciona este espacio, sin ningún tipo de aislamiento acústico.

"Pasa por la salud, no porque no nos gusta lo que hacen" marcaron. Algunas expresiones artísticas, como el teatro, son "tolerables". La presentación de las bandas son las que terminan por desorganizar la vida de este pequeño y, según los testimonios, retumban las paredes, los pisos y las ventanas. 

Los ruidos en este caso particular han sido demasiado perjudiciales para el menor, a punto tal que el último test con una terapista ocupacional salió "todo desregulado". 

"Mamá, me duele la música, ayudame" suele reclamar el niño, aunque para padres e hijos enfrentar el lunes como si nada pasara luego de dormirse los días del fin de semana a la madrugada resulta por demás traumático. 

La ordenanza habla de un nivel máximo de decibeles permitidos, la medición solicitada por la familia dio 60, y el pequeño por su condición especial de salud no tolera ni 40. 

Hubo un compromiso para adecuar el espacio que aún no se concretó y una reflexión acerca de la resignación de la mayoría de los vecinos, pero estos padres aseguraron que no cesarán en búsqueda de una mejor calidad de vida para su hijo ante los perjuicios por el impacto acústico.  

Otro lugar que levantó la voz fue en el sector quintas a causa de las fiestas o reuniones sociales con una musicalización por encima de los límites tolerables y conductas con poco respeto con los espacios públicos 

Los testimonios fueron varios y concordantes: indiferencia en algunas quintas y falta de respuestas certeras de los organismos de control. Más, en algún caso confesaron que sospechan de la presencia de "campanas" dentro de estos que advierten de las denuncias, para que disminuyan los niveles acústicos hasta después del paso de algún móvil. 

"Nos llamás, venimos y no hay música" llegaron a escuchar de los inspectores."Sentíamos que nos estaban tomando el pelo" confesó uno de los vecinos que se acercaron hasta la redacción de EL POPULAR. 

Conflictos que vienen de años en algunos casos, que empezaron con intentos de diálogo, buscar acuerdos que satisfagan a las partes, pedidos de modulación en los parlantes y que terminaron en planteos ante dependencias municipales. 

En la zona de quinta son recurrentes las quejas por ruidos molestos, autos mal estacionados, basura en toda la cuadra. Entre las citas, se denuncian camionetas que atraviesan plazas; rotura de cristales con botellazos y que -luego del llamado al 911- los móviles arribaron cuando la fiesta había acabado. 

"Quintas que no están habilitadas con la música al mango hasta las 6 de la mañana y a espacio abierto" apuntó uno de los moradores permanentes de la zona. 

Años de conflictos, de disputas, de discusiones terminaron con una vecina que perdió 10 kilos por estrés, está en tratamiento psiquiátrico, medicada y con la voluntad firme de dejar el lugar donde habita desde hace décadas. 

En otro caso hubo un acercamiento de la subsecretaría de seguridad, que la familia damnificada calificó como "un circo, porque entre los que trabajan en control urbano hay personas que avisan". 

Por los "Palos de Colores" conviven familias que eligieron ese sitio emblemático para vivir en un marco de tranquilidad, contacto cercano con el verde y la naturaleza, pero las cosas no están saliendo según lo planeado. 

"Nos encontramos con una zona totalmente desbandada, con quintas en alquiler sin ningún tipo de control, ni respeto por los vecinos, y las respuestas del Municipio han sido vagas o casi nulas" cuestionaron. 

Con énfasis relataron que "pasa una patrulla de control urbano, pero inmediatamente después de que se retira el móvil todo vuelve a lo que era. No hemos logrado que interpongan multas, clausura, ni nada por el estilo, lo que hace que nuestras vidas -sobre todo en la temporada de verano- sea una pesadilla". 

"Estamos rodeados de quintas en alquiler, y pese a que hemos intentado a través del diálogo, cuidando las formas y con respeto pedir que también nos respeten a nosotros, no hemos obtenido ni buenas respuestas por parte de los vecinos, ni tampoco una solución por parte del Municipio" añadieron. 

"En invierno en las quintas que se alquilan para fiestas se ha calmado un poco, pero en verano el problema es de lunes a lunes" sintonizaron todos los testimonios. 

Reclamos comunes para situaciones diferentes dieron nacimiento a esta convergencia de vecinos en redes sociales, para empezar a hacerse escuchar con este problema de ruidos molestos que -convinieron- "afecta a toda la Ciudad, sin que se logren soluciones de parte del estado municipal, para volver a vivir tranquilos y sin pensar en vender nuestras casas, como lo hemos hecho varias veces".