Una vocación reafirmada una y otra vez
"Nunca lo dudé y si tuviera que elegir nuevamente, volvería a elegir la medicina". Lo dice Verónica Sacido, especializada en Medicina Familiar y General primero y Medicina Clínica más acá en el tiempo, cuando se le pregunta por su vocación.
"Me inspiré en el médico de mi pueblo, La Niña, en el partido de 9 de Julio. El era el único y hacía todo, excepto partos, porque en el lugar no había hospital, sino apenas una sala de primeros auxilios. Siempre supe que quería ser médica, jamás necesité un test vocacional. Porque esto es lo mío: no me imagino haciendo otra cosa", argumenta, visiblemente emocionada y a punto de ser distinguida por sus 25 años de profesión.
El desborde de Las Encadenadas expulsó a la familia Sacido de aquel pueblo cálido y acogedor. Recalaron en Olavarría, donde ella cursó el quinto año en la Escuela de Comercio. En el ´89 se fue a La Plata, ingresó sin examen de ingreso y permaneció cinco años cursando y rindiendo. En 1994 regresó para cursar el sexto y último año de la carrera con las rotaciones de Clínica Médica, Clínica Quirúrgica, Obstetricia y Ginecología y Pediatría, por un convenio entre la Municipalidad local y la UNLP. Le restaban 14 finales para alcanzar el título, que finalmente llegó el 21 de junio de 1995, a sus 24 años.
En los tres años siguientes completó la Residencia de Medicina General y Familiar en el Hospital Municipal. Esa especialidad marcó, claro, un contacto profundo con sus pacientes. "Todos vienen a vos, y como yo tuve una formación muy completa, la visión del paciente es muy amplia", argumenta sobre esos años en los que paso por los distintos sectores e incluso atendió partos y emergencias.
"Parece que no sabés nada, pero sabés mucho, porque podés englobar al paciente", que su especialidad admite desde los 14 años. Algo así como contextuarlizarlo, podría decirse. En ese marco, recuerda que en la Terapia Intermedia hospitalaria que después incorporó la Unidad Coronaria conocida como UCO compartió tareas con cardiólogos y profesionales de excelencia.
Lo suyo es, entonces, "tener una visión general de todo", actuar en consecuencia y, sobre todo y de ser necesario, tener la humildad y la sabiduría de derivar a un especialista, o consultar. La mañana previa a la nota, "fue complicada: derivé al cirujano por una intervención, al gastroenterólogo por una diverticulitis", además de asistir otros casos.
Hasta hace 8 años, su vida profesional estuvo hecha de guardias y emergencias. "Amé las ambulancias: vivía arriba de una todo el tiempo. Y fue enriquecedor, porque vi de todo y aprendí mucho. Igual en la Terapia y en otros sectores hospitalarios, donde compartí con gente que sabía y, con el oído y la humildad de escuchar, aprendí mucho".
Hubo un momento en que su hijo pudo más que la pasión por la profesión. "Quería volver cada noche a verlo y por eso renuncié al Hospital". Y optó por el sector privado, en su caso, la Clínica María Auxiliadora, donde trabajó hasta 2012 en consultorios externos y guardias y con la que sigue ligada.
Es una agradecida, por partes iguales, a esas dos instituciones donde "sembré trabajo y coseché pacientes, que hoy tengo acá (en su consultorio privado) y son mi capital. Cada paciente es mi capital, vivo de ellos; uno en medicina no quiere hablar de dinero, pero este es mi trabajo y vivo de esto".
La medicina, dice, "me dio todo: la posibilidad de construir mi vida desde lo económico hasta cosechar mis pacientes, conocer a la gente. Me dio satisfacciones , porque es mi vocación nata".
Durante la pandemia, su rol fue de acompañamiento de sus pacientes propios afectados por Covid que no requirieron internación. "Lo atravesé desde lo privado. Es diferente porque no estuve en la trinchera de los que están en lo público, que ahí fue muy complejo. Sin embargo, hubo un momento en que, sin dejar de cumplir lo suyo, las autoridades sanitarias nos pidieron que asistiéramos telefónicamente a nuestros pacientes afectados por coronavirus y aislados en sus casas. Entonces, fui el sostén de esos pacientes leves", describe, al tiempo que admite que "desde mi lugar, nunca tuve miedo. Jamás".
En 2015 completó su segunda especialidad, Medicina Interna o Clínica, a través de una cursada promovida por el Hospital de Clínica, dependiente de la Universidad de Buenos Aires.
En su haber guarda un millón de anécdotas, sinsabores, gratificaciones y miles de momentos dichosos. "Fui muy feliz durante la Residencia, disfruté la profesión mientras trabajaba día y noche, entregada por completo", recuerda sobre ese tiempo en que supo completar tres días consecutivos de guardia hospitalaria. Y en el que supo del acompañamiento de "la Dra. Yanina Castaño, superior mía, quien me enseñó y me ayudó mucho".
Ya sobre el final de la charla, admite no saber "si soy la mejor médica en cuanto a conocimiento, yo siempre digo que hay médicos acá y en el mundo que son excelentes. Pero sí sé que tengo mucha empatía con la gente, los pacientes me lo dicen y esa es una verdadera dicha".
Todo eso es lo que se distinguirá hoy, cuando reciba la medalla de los 25 años que le otorgan sus pares y que recibirá de manos de sus acompañantes: su pareja Gustavo y una amiga incondicional.