Silvana Melo // [email protected]

Dieciséis agrotóxicos encontró un equipo de docentes y alumnos de la Facultad de Ciencias Exactas de la Unicen en el suelo y en el agua de las escuelas rurales de Tandil. El trabajo fue realizado durante los años 2017 y 2018 en 15 establecimientos primarios y secundarios a través del proyecto EcoAgricultura y descubrió que los chicos que estudian en las escuelas del campo tandilense consumen agua y juegan con tierra contaminadas con 2,4-D, clorpirifós, atrazina y glifosato, varios de ellos prohibidos en gran parte del mundo. Las escuelas rurales de Tandil son escuelas fumigadas, tienen niños banderilleros, esconden enfermedades endémicas de las regiones tomadas por la agroindustria. Y el estudio dirigido por la profesora Graciela Canziani, que el jueves fue presentado en el canal de YouTube de la Facultad de Ciencias Exactas ante más de 200 asistentes virtuales, es una fotografía contundente.

Durante la presentación, Graciela Canziani sintetizó el informe y algunos de los estudiantes y graduados aportaron su experiencia, junto a la ingeniera agrónoma del Inta, Virginia Aparicio, quien tuvo la responsabilidad de analizar las muestras.

El trabajo con los niños, explicaron, comenzó con preguntas a través de juegos, en coordinación con los docentes rurales, y la propuesta de promover la agroecología como alternativa de producción de alimentos amigable con el medio ambiente y con beneficios para la salud, "en comparación con el actual modelo productivo dependiente de fertilizantes y agroquímicos biocidas".

 Los niños llaman "remedios" a los plaguicidas

En Argentina -dice el informe-, la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (CASAFE) informó que "el consumo de plaguicidas aumentó 858% en los últimos 22 años, mientras que la superficie cultivada lo hizo en un 50% y el rendimiento de los cultivos sólo aumentó un 30%". En el partido de Tandil, "existe una tendencia creciente al proceso de ''agriculturización'', esto es el avance de la agricultura por sobre la tradicional actividad ganadera", se explaya, sobre un fenómeno notorio en gran parte del país. "Fundamentalmente en las últimas dos décadas, se ha intensificado el uso de productos biocidas sintéticos que incrementan el riesgo para la salud de las poblaciones aledañas, y el deterioro del ambiente y de los procesos ecológicos fundamentales para el sostenimiento de la vida".

En el caso de las escuelas rurales, "la preocupación de la comunidad educativa con relación a las pulverizaciones ha ido en aumento" porque se fumiga muy cerca de las escuelas. Padres y docentes han denunciado públicamente una realidad que los afecta y que fue uno de los detonantes para que el grupo liderado por Graciela Canziani iniciara los encuentros. Las muestras se tomaron en los patios de juegos, en los tanques de las escuelas que tenían agua de pozo, en los jardines, durante junio y diciembre de 2018.

Puede decirse que no hay dosis mínima debajo de la cual haya seguridad de no desarrollar una enfermedad cuando se está expuesto a estos plaguicidas

Luego de buscar infructuosamente dónde realizar los análisis de las muestras, fue Virginia Aparicio la que decidió hacerlo desde el INTA Balcarce, un organismo oficial, con un notable compromiso personal.

Lo que se encontró

El agua y el suelo de las 15 escuelas rurales analizadas en Tandil tenían 16 agroquímicos plaguicidas. Los herbicidas Acetoclor, Glifosato, Metolaclor, Metsulfurón metil y el fungicida Triticonazol pertenecen a la Clase III (banda azul, ligeramente tóxicos). Los insecticidas Clorpirifós e Imidacloprid y el herbicida 2,4-D pertenecen a la banda amarilla, Clase II (moderadamente tóxicos). Calificaciones del Senasa que no parecen corresponderse con la realidad de lo que estos químicos producen en la salud y en el ambiente y con la prohibición en gran parte del mundo.

"La inclusión del análisis de muestras de agua y suelo en estos dos proyectos de extensión universitaria tiene que ver con la percepción de riesgo ante la presencia de sustancias tóxicas en el ámbito donde niños y docentes desarrollan sus actividades buena parte del día", explicó Graciela Canziani. "No se pretendió realizar un trabajo exhaustivo de investigación, sino responder a la inquietud de los docentes respecto de la eventual presencia de contaminación por las aplicaciones de agroquímicos plaguicidas en los lotes cercanos".

Aunque las concentraciones que se encontraron no alcanzan para producir efectos agudos en la salud, no puede descartarse la toxicidad crónica por la exposición repetida. "Muchos plaguicidas son genotóxicos (daños genéticos) y/o disruptores endocrinos (actúan alterando el sistema hormonal), potencialmente cancerígenos, que son capaces de generar efectos nocivos a la salud a muy bajas dosis. Puede decirse que no hay dosis mínima debajo de la cual haya seguridad de no desarrollar una enfermedad cuando se está expuesto a estos plaguicidas". El 2,4-D, el acetoclor, la atrazina, el glifosato y el clorpirifós son disruptores endocrinos.

Las buenas prácticas

El informe pone en discusión el concepto preponderante de la agroindustria: Buenas Prácticas Agrícolas (BPA), explicado en una página especial en el sitio del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, donde se admite que los "fitosanitarios (eufemismo por agroquímicos) no son inocuos" pero hablan de responsabilidad en su utilización de manera de reducir el costo sanitario y ambiental. El texto está firmado por todas las entidades públicas y privadas que tienen que ver con el agronegocio. Pero sin haber sido consultados, dice el informe presentado el jueves en Exactas, "los trabajadores rurales; los consumidores que compran e ingieren alimentos que tienen plaguicidas; las poblaciones afectadas por la deriva de los plaguicidas; las organizaciones de médicos que tratan a las poblaciones afectadas por las derivas y a la población en general afectada por el consumo de alimentos con plaguicidas; las organizaciones ambientalistas; los productores que no utilizan estos plaguicidas y ven afectadas sus producciones por la aplicación de ellos en campos y propiedades linderas, y sus organizaciones", entre otros.

Las buenas prácticas no se condicen con el aumento exponencial del uso de químicos en la producción y el incumplimiento de las ordenanzas que, en el caso de las escuelas rurales de Tandil, se patentiza en la fumigación hasta en los maceteros de las ventanas de los establecimientos.

Mientras Canziani y sus alumnos estudiaban el suelo y el agua de la ruralidad escolar de Tandil, en el mismo año en Olavarría se organizaba el campeonato de pulverización. A cargo de la Provincia, el Municipio y el Consejo Federal de Inversiones, junto con Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) y Cámara de Agropulverizadores de Buenos Aires (CAPUBA). El escenario del evento fue la Escuela Agropecuaria de Olavarría. La educación, la clave en la búsqueda de una alternativa para el futuro, está en el centro de esta disputa.

*PARA LEER MÁS SOBRE ESTA NOTA: Tóxicos , cómo influyen en los niños en sus primeros meses de vida por ejemplo; o que "Los niños llaman "remedios" a los plaguicidas".