Hay puesteros que viven de la caza para no ir al pueblo en Cura Malal
Los contrastes son un denominador común. Al terror por el extraño, convive un espíritu de alegría y mucha camaradería. Con un riguroso protocolo se reabrieron todos los comercios gastronómicos (entre otras flexibilizaciones), lo que permitió que la pulpería de Cura Malal pudiera volver a recibir a sus parroquianos.
"Recuperar la libertad"
"Fue como recuperar la libertad", confiesa Edesio Da´Dario, de 82 años, en una de las mesas. "Es nuestro único punto de encuentro", comenta. Es la primera pulpería que reabre en la provincia luego de estar cerrada desde el 6 de marzo.
"Reabrir fue una gran felicidad porque es el encuentro con los amigos", resume Mercedes Resch, pulpera de La Tranca, artista plástica, escritora y nacida en Cura Malal. La acompaña Marcelo Morel, quien está a cargo de la cocina. "Tenemos mucha gente mayor en el pueblo y la queremos cuidar, por suerte sólo podemos venir los nativos de Suárez", confiesa. Marcelo traslada hacienda en la zona. "Sé de puesteros que hace cuatro meses no salen de los campos, y están viviendo de la caza para no ir al pueblo", asegura.
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Cura Malal vive de una forma particular la pandemia. "Nunca se perdió la vida social, la charla en la calle y el compartir el mate entre los más allegados", afirma Resch. Los primeros meses las noticias de la televisión alarmaban, pero la dinámica del pueblo se impuso. "Salíamos a caminar, a andar en bicicleta", sostiene.
En esta reapertura, dentro de un protocolo que se ideó especialmente para el sector gastronómico, todos los clientes deben ser del mismo distrito, y el salón comedor tener sólo el 30% de su capacidad ocupada. Se debe hacer reserva y tomar turnos separados entre diez y quince minutos entre los comensales para evitar concentración de gente. Aquellos que son convivientes pueden ingresar sin barbijos, los que no, se les exige lo que aquí se denomina "mascarilla comunitaria" (barbijos). Las mesas deben estar separadas dos metros entre sí. No pueden estar en las veredas.
Solo 12 personas
La pulpería podía tener más de 50 personas. En fase 5 sólo pueden ingresar hasta 12. Muchas de las reservas cayeron cuando supieron que un equipo de LA NACION desde Buenos Aires cubriría el evento. "Estamos intentando este nuevo formato, más íntimo, a la espera de un tiempo mejor", resume Resch. Esto no impidió que los parroquianos bailaran y disfrutaran un guiso de lentejas y compartieran viejas anécdotas.
"Antes uno buscaba ir al pueblo (por Suárez), pero me siento más seguro en la pulpería, o en el campo", afirma Pedro Aliberti, vive solo a diez kilómetros, tierra adentro. La ciudad, y lo que provenga de ella, aterroriza.
Las distintas fases que tuvo la cuarentena provocaron la reinvención. "Lo único que se consume es comida", afirma Javier Graff, dueño de la flamante chocolatería Baum que abre sus puertas en medio de la depresión económica. "Vi la oportunidad y la aproveché", asegura. La crisis inmobiliaria le permitió alquilar un gran local. "Nos va muy bien, estamos pensando en franquiciar", completa.
"Estuvimos cerrados sólo dos días, y comenzamos con el delivery, no nos podemos quejar", asegura Mauro Dewald, propietario del restaurante Artemio Gramajo hoy transformado en almacén y fiambrería. "Enseguida nos adaptamos", resume.