Luego de permanecer tres meses cerrados, los bares, cafés y restaurantes pudieron  volver a levantar sus persianas para recibir comensales. Tras superar exitosamente la prueba piloto que se extendió hasta el fin de semana pasado, un decreto municipal habilitó la apertura permanente de estos espacios de acuerdo a los protocolos vigentes, y la actividad pudo reactivar sus engranajes a pleno.

De a poco, la ciudad recobra su fisonomía habitual, trastocada completamente por la pandemia, que obligó a reconfigurar la vida en todos sus aspectos. Tanto es así, que en la invernal mañana del sábado, se pudo observar un buen movimiento de gente en los locales, animados por la posibilidad de disfrutar un café calentito, de compartir la mesa o simplemente leer el diario, pero recuperando el ritual de salir y encontrarse.

El tintinear de los platos y cubiertos, el sonido de la máquina de café, su olor que impregna deliciosamente los lugares, el rumor de las voces, la atención de los mozos y camareras, echar un vistazo a la calle, sentirse por un momento parte de un tejido social que contiene y abraza; reencontrarse con un ser querido, sentarse a trabajar o leer, una celebración, una invitación, y muchas otras cosas componen el amplio universo de estas salidas. Hay mucho más que el deleite de un plato o bebida, porque en el sencillo acto de concurrir a alguno de estos sitios, está parte de la idiosincrasia tandilense.

En Bautista, ubicado en Alem y España, distintos grupos ocuparon las mesas a una prudencial distancia: dos hombres que conversaban sobre cuestiones laborales, una pareja que decidió salir a desayunar y un alegre trío de amigas que retornó a sus encuentros sabatinos.

Nacha, Andrea y Micaela, con mucha simpatía y amabilidad, refirieron que "extrañaban mucho" el hecho de salir juntas. "Lo hacíamos siempre y entonces se extrañaba", expresaron.

Por su parte, Nacha contó que era su segunda salida, que "la primera vez que salí fue raro, estaban todos los mozos esperando y éramos las únicas personas en el salón, estaban todos a la expectativa, había que ponerse el alcohol en gel, no sabía si sacarme o no el barbijo, esperar a que te anoten. Había nerviosismo y emoción, era raro, pero después nos sentamos y todo fue normal. Esta vez fue todo más simple", detalló.

"La parte social es fundamental", refirió Andrea, quien se mostró muy entusiasmada por poder regresar a sus hábitos y celebró la situación en la que se encuentra la ciudad. "Mientras no haya casos, vamos bien así. Mientras todo sea medido y controlado, y tengamos cuidado, vamos a estar bien. Ya que tenemos esta posibilidad, la cuidamos, es preferible seguir así y no que tengamos que ir para atrás", opinó.

Además, coincidieron en que ahora es posible apreciar más cualquier salida y oportunidad para hacer algo diferente, al haber estado privados de eso. "A mí me pasó que la vez anterior y en esta oportunidad, lo aprecié mucho  más, desde armar el plan, ya lo sentí mucho más, una emoción general de valorar esos momentos. Antes posponíamos los planes, ahora te hacés el tiempo para aprovechar y eso está bueno", ponderaron. (El Eco)