¿Por qué Evo Morales quiere ser nuevamente presidente de Bolivia? La respuesta está en la historia de Bolivia en su vinculación con el narcotráfico. ¿Es cierto? No parezco tener la razón cuando escucho el lamento masista ampliamente difundido por su máximo líder cocalero, consistente en promover un discurso notablemente atractivo: el imperio quiere destruir a (la economía de) los más humildes. Esa es la tesis que ha ventilado Morales durante ya casi dos décadas azuzando la ira ante la amenaza externa propiciada por el capitalismo imperial y la congoja sufrida ante la pobreza de los cocaleros que desean proteger el consumo “sagrado” de la coca. Ira y lamento como propulsores de la política. Motores descollantes del “proceso de cambio”.  

Morales, por ende, alega que la población más humilde le ha pedido encarecidamente que retome el poder en favor de los más humildes, con el propósito de no dejarse apabullar por el imperio. Y, él, obediente, debe cumplir. Señores: nos hemos tragado ese cuento de humildad lacerante e imperialismo abusivo por casi dos décadas. ¿Significa eso que creo que no hay humildes y que el imperio es tierno y dulce? Claro que no. Tan sólo advierto que su uso demagógico ha significado solidificar ese discurso monolítico como palabra bíblica. Vaya absurdo. 

Hecha esta aclaración, paso al argumento. Podemos distinguir tres periodos históricos que han tenido lugar de los años 80 al presente: el periodo democrático de sometimiento del narcotráfico, aquel de establecimiento de un acuerdo con el narcotráfico y este de caos que caracteriza al presente. Ese caos de la última etapa produce precisamente la “guerra de baja intensidad” entre Morales y Arce.

El primer momento tiene matices en cada gobierno de 1985 a 2005 que no requiero abordar. Me quedo con el mandato hegemónico durante el periodo neoliberal: “no a las drogas”, fijado por Estados Unidos en cada rincón del continente. Caló hondo en Bolivia y se agudizó tras la promulgación durante el gobierno de Banzer de la política de erradicación de cocales permitiendo el cultivo de no más de 13 mil hectáreas. ¿Cuál fue el propósito? Poner al narcotráfico contra las cuerdas. Jamás se pensó en combatirlos, lo que debemos bendecir frente al sangriento ejemplo de Fox y Calderón en México. En suma, se quiso controlar al narcotráfico. Someterlo, no vencerlo, con el convencimiento de limitar su presencia. 

El segundo momento marcó el reverso: Morales se casó con este sector. Alega actualmente que al “Evo, jamás lo han pescado con un gramo de cocaína, ¡puro cuento de la Embajada!”. ¿Es cierto? Hm, que no lo hayamos hallado precisamente a él negociando con el narcotráfico no significa que el narcotráfico desapareció. La realidad es otra: mientras el cocalero se dedicaba a la cría de tambaquís, su gente se dedicaba a la cría de narcos. ¿Lo sabía? Claro, él dirigía el asunto, logrando lo que nadie había logrado hasta ese momento: un laissez faire con los narcos que solemos traducir como “dejar hacer, dejar pasar”. Neoliberalismo en su estado puro. ¡Viva el mercado y viva el pacto con los ilegales!

El tercer momento es un momento de transición: Arce se quiso “apropiar” de estas huestes ilegales. Los quiso mimar y mandó al ministro Del Castillo a reprimir a los cocaleros de Yungas. El mensaje fue claro: “la coca es (solo) del Chapare”. Arce quería coquetear reestableciendo la hegemonía pactista. No pudo. Morales tenía la patente y no la iría a soltar. 

¿Cuál fue/es el resultado? La anomia. Del control moderado de los neoliberales, al control asociado del “socialismo del siglo 21”, al descontrol total. Eso significa Arce: la transición en su punto culminante. La transición que podemos leer como un gigantesco vacío político. Y ya sabemos que los vacíos se llenan con semillas de maíz o con semillas de coca: si gana Morales (es lo que pretende así sea incendiando al país), el pacto se reestablece y el narco-gobierno se reinstala. Si vence la oposición, el flanco político más inclemente se re-enciende. Ya se encendió el 2019 y vimos a los cocaleros (a algunos) armados con tecnología (criminal) de punta. Vencer a Morales es sólo el primer paso. El siguiente es vencer al narcotráfico.