Aprovecho que no hay torneo de la División Profesional en Bolivia y dedico el tiempo que destinaba a seguir los partidos en directo por la televisión a tratar de emular a los grades pensadores del fútbol como: César Luis Menotti, “El Tano” Juan Fazzini, Horacio García Blanco o el inolvidable Julio César Pasquato más conocido como “Juvenal” aquel periodista dueño de la palabra editorial de la revista El Gráfico. ¡Cuánta admiración tengo por ellos!

Me siento en la mesa, taza al frente, veo por la ventana la tarde soleada de esta La Paz primaveral y en mi “romanticismo deportivo”, se me ocurre filosofar sobre el fútbol y la selección. ¿Qué? Sí ¿Filosofar sobre el fútbol y la selección?

Pregunta que hago y que seguro usted amigo lector, esbozará una sonrisa al pensar, qué me puede llevar a titular así esta columna de opinión. ¿Qué tiene que ver un tema con otro?

El fútbol merece una reflexión en profundidad, por el papel que desempeña en los más diversos ordenes y por su dimensión global. Su original naturaleza deportiva lo convierte en cauce por el que cual se deben promover valores educativos y de integración social, así como hábitos de vida saludable, uso adecuado del tiempo, sea este en acción pasiva de entretenimiento o bien activa que nos estimule a vivir emociones y pasiones, de acuerdo a nuestro estado de ánimo.

Por el otro lado estará el que tenemos, por ejemplo, los periodistas deportivos que destinamos nuestro tiempo de trabajo a una acción de debate y análisis, tratando de solucionar hipotéticamente los problemas de fondo y forma en su organización directriz o bien de mejorar el juego en si como deporte y hacer del fútbol algo perfecto. ¡Que complicado!

De pronto, nace en mí una “frase filosófica”, al menos yo pienso así. “Ocio y Negocio”

Seguir el fútbol: la vivencia de los partidos, ir al estadio, estar al día con el acontecer de todo cuanto pase en el balompié. Ser hincha de un equipo y esperar siempre lo mejor de nuestro club. Nada importa solo la victoria, lo demás vendrá por añadidura o por la vivencia misma de ese apasionamiento que nos dan los resultados.

Muchas veces priorizamos el fútbol por encima de nuestra profesión, actividad y trabajo. De acuerdo con la importancia del torneo, la relevancia que un resultado puede elevarnos la autoestima, el amor propio y todo lo que nos rodea será maravilloso. Nos pasa con la buena campaña de un equipo a nivel internacional y mientras dure su permanencia y la capacidad competitiva que demuestre. Gran parte de ese momento tiene que ver con el ocio de las personas normales, aficionados y amantes del fútbol. Realmente parece haber tiempo y si no hay, se lo inventan. Por un orden de prelación, el fútbol es primero. 

Ahora bien, cuando La Selección muestra el mismo camino y toma el protagonismo, la simple efervescencia deportiva, pasa a la mística de comportamiento exitista de un país, así lo vivimos el 93 con la campaña en la eliminatoria, la clasificación al mundial y el 94 con la presencia y participación de nuestra selección en la Copa del Mundo en los EE.UU. ¡Qué momentos!

Hoy el fútbol moderno se ha convertido en una de las principales industrias del entretenimiento; lo cual reclama en opinión de algunos, que estamos ante un fenómeno mediático que hace prevalecer la lógica del mercado, donde los criterios comerciales y el valor monetario de los futbolistas se aceptan como como “elementos humanos de la industria”. A eso sumamos los rubros gigantescos como: la televisión, las marcas comerciales y la indumentaria deportiva, más “el boom” de las redes sociales, tenemos como meta el negocio. ¡Vaya que hay dinero!

¿Y qué de los resultados?

El juego en sí se considera resultadista, criterio de quien se guía casi exclusivamente por el resultado y explica todo en función de él. El “resultado deportivo” es una ideología que se centra en el marcador en sí como el objetivo final, sin tomar en cuenta otros puntos de él, ignorando incluso otros aspectos del juego, como el trabajo de preparación, los pros y los contras que el equipo vive en su día a día, de la gran carga de exigencia y presión que se ejerce sobre cada uno de los deportistas y de los equipos que derivan en ese buen resultado.

Cuán importante será el resultado deportivo, que las más grandes y reconocidas universidades del mundo, priorizan los logros de sus equipos deportivos desde el siglo pasado, que adoptaron como política institucional la motivación de las figuras en el deporte, otorgándoles becas completas de estudio y capacitación a cambio de participación, competitividad y victorias a nombre de esa casa superior de estudios. Un buen deportista será a la postre un profesional que cuente con el aval de una gran universidad. Inversión de formación.

A días de enfrentar a Colombia en la ciudad de El Alto por la eliminatoria, aún escucho criterios que a los jugadores de La Selección hay que darles tiempo y no presionarlos. Pienso lo contrario, si tenemos que exigirles porque pueden, ya los han demostrado en los anteriores 2 partidos. De seguir sumando puntos, estaremos nuevamente en competencia y podremos volver a soñar. 

Todo pasa por la mentalidad de los jugadores; cuánta necesidad y hambre de gloria tienen como para escribir otra historia emblemática de nuestro fútbol y Bolivia pueda nuevamente vestirse de mística y triunfo deportivo.

Ideas que me nacen al sentarme cómodamente, tomar una taza de café y llevar mis pensamientos a filosofar sobre el fútbol y La Selección. El ocio y el negocio. ¡Vaya que debo estar con tiempo!