Carlos Mesa, el opositor comerciante
La presidencia del senado vuelve a caer en manos de Andrónico Rodríguez, prominente alfil del líder del MAS, Evo Morales. Su valor no reside en su talento como constructor de acuerdos, expositor de ideas/leyes, promotor del diálogo democrático. Su único talento procede de su condición de peón del caudillo. ¿Cuál es la lógica política que promueve Morales? Una lógica pasmosamente simple: tumbemos a Luis Arce y a David Choquehuanca para que nuestro joven sucesor asuma la presidencia. ¿Se entiende? Mantener a Rodríguez en el cargo es garantizar más días de bloqueo auspiciado tenaz e irresponsablemente por el viejo líder cocalero. ¿El motivo? Lograr su miserable cometido: coronar al joven delfín. Evo Morales desea recuperar el poder y sabe que su boleto para arribar en ese puerto es y sólo puede ser entronando a su pupilo. Deshacerse de esta perniciosa pareja de incapaces que gobierna Bolivia es un fabuloso aliciente si el sucesor constitucional es del MAS evista. Comunidad Ciudadana, para nuestro lamento, ha rubricado ese aliciente apoyando la reelección de Andrónico.
¿Qué debió hacerse en esa disputa congresal? Lo que fuere conveniente con tal de impedir la reelección de Rodríguez. Impedir su reelección significaba detener el bloqueo cocalero. Impedir la reelección era promover la pacificación de Bolivia. Sepámoslo: ¡Morales bloquea porque Rodríguez es el sucesor! Bloquea para revivir al MAS a través de Rodríguez. Andrónico tenía 15 votos de los evistas y requería 5 votos de la oposición para reelegirse como presidente. Simultáneamente, la oposición de Comunidad Ciudadana y Creemos, aliados con el MAS de Luis Arce, tenían la enorme oportunidad, aliándose, de tomar el senado. Tras casi dos décadas de ausencia opositora en esa posición política –presidente del senado-, se prendió esa luz con el doble propósito de retomar el poder como oposición tanto como excluir al MAS de Morales. Casi como meter dos goles con una sola bola entrando al travesaño.
¿Qué pasó? Comunidad Ciudadana no estuvo a la altura. Carlos Mesa no estuvo a la altura. ¿Por qué? Voy a retroceder un poco: porque nunca estuvo a la altura. Lo entendí perfectamente bien al hacer entrevistas a seguidores cercanos al expresidente. Conviene decirlo con toda claridad: tras la elección presidencial de 2019, los miembros jerárquicos de Comunidad Ciudadana le pidieron a Mesa una rendición de cuentas. Le pidieron encarecidamente realizar un informe económico sobre el dinero ingresado, el dinero gastado y el dinero sobrante durante la campaña electoral. La respuesta de Mesa fue tajante: “no tengo porque rendir cuentas”. ¿Qué es lo que decía el expresidente? “Es mi plata”. Lo decía con graciosa convicción sintiéndose la bicicleta Caloi del mercado. ¿Qué pudo significar esa certeza? La transformación de la política en un negocio. La política vista como la venta de papas fritas: “yo vendo mi imagen y cobro por ello”, pareció decirnos Mesa, vendiendo sus papitas Rodeo sin tener la obligación de justificar la existencia de los dólares. Jamás se enteró que el asunto es institucional. Jamás quiso enterarse que ese dinero no le pertenecía, era de una fuerza política. ¿Hay testigos de este comportamiento? Sí, los hay: personal al que nunca cancelaron los honorarios comprometidos, personal al que no devolvieron los aportes realizados para la campaña, personal al que Mesa no quiso rendir cuentas.
Ese fue el más brutal neoliberalismo puesto en juego: la venta del prestigio político. El lucro a cambio de la imagen puesta en juego. No fue un juego democrático, ¡fue un juego económico! Eso explica esta maniobra contra la Bolivia democrática: aupando el sucesor del MAS. ¿Por qué lo hizo, por qué lo hace? Por lo mismo que su bancada jamás tuvo una agenda programática. Jamás propuso un conjunto de leyes elaboradas por senadores y diputados de este partido de forma conjunta. El líder no estuvo casi nunca o nunca para fijar esa agenda, motivar a sus representantes, viajar con ellos, buscar apoyos internacionales y demás. ¿Qué significa esto? Significa algo dramático para el país: jamás tuvimos una oposición. Carlos Mesa no construyó siquiera un partido político. La sigla prestada se marchó. Tuvieron seis años para tener esa sigla propia y organizarse como una verdadera institución política moderna. Rodearse de alguito de pueblo. Don Carlos rebatió a quienes pedían cuentas y canceló a ese partido que nunca pudo ser. Lo que tuvimos fue a un líder, erigido como verdadero mercader de la política. Nos hizo alucinar con su inmensa y fascinante oratoria. Hoy sabemos que aquello fue publicidad para el producto. Exactamente como Nike o Adidas publicitando su ropa con grandiosos comerciales. Eso fue Mesa: un promotor de comerciales políticos. Un vendedor de ilusiones que hoy se desentiende de lo que sucede en la Asamblea por una simple razón: aquello no da plata. Con Evo el negocio podría volver a prosperar: “mejor apoyamos a Andrónico”. ¿Qué puede significar este “despiste”? Es un tenebroso ejemplo de desperdicio de capital político. Es el caso más deplorable en los últimos 42 años de democracia. Sepamos que su campaña electoral de 2020 a 2021 fue una grandiosa no-campaña: perdieron el voto de Santa Cruz ese primer año y no lograron sacar más que vergüenza en las elecciones sub-nacionales del siguiente año. Hoy Mesa preserva un entorno reducido y mediocre y, como lo vimos, una bancada parlamentaria reluciente y vigorosa, pero ¡a favor de Evo!
Eso es Comunidad Ciudadana. Eso es Mesa: el no-partido, la no-estructura, el no-territorio, la no-personería jurídica, el no-pueblo, los no-militantes, las no-alcaldías, las no-gobernaciones, los no-sindicatos, las no-juntas vecinales. Nada, y para nuestra pena, el no-opositor, o, mejor dicho, el evista de corazón. Pero ya vemos, seguro anda esperando una nueva campaña. Eso rinde…