El economista Gonzalo Chávez califica el contrato entre Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) y la empresa Uranium One como un ejemplo de “entreguismo” y un mal negocio para Bolivia. A través de un análisis detallado, advierte sobre las graves implicancias económicas, tecnológicas y ambientales de este acuerdo, que pone en duda los beneficios que podría obtener el país de su riqueza en litio.

1. Propiedad limitada: un control ilusorio

Chávez señala que, aunque Bolivia tendría el 51% de participación en el proyecto, la toma de decisiones recae exclusivamente en Uranium One. Es como si el propietario mayoritario de un carro no tuviera derecho a manejarlo ni decidir su uso, quedándose únicamente con los costos operativos.

2. Deuda asegurada, ganancias inciertas

El contrato obliga a Bolivia a endeudarse por $976 millones para construir la planta, pero no garantiza ingresos para el país. “Es como pedir un préstamo para abrir un restaurante y dejar que otro decida qué cocinar y a quién venderlo”, explica Chávez. Mientras tanto, Bolivia asume el riesgo de la deuda sin tener asegurados los beneficios.

3. Ausencia de transferencia tecnológica

El acuerdo no contempla la capacitación ni transferencia de tecnología al país, lo que significa que Bolivia no aprenderá a operar la planta ni desarrollará las capacidades necesarias para el futuro. Según Chávez, “es como contratar a alguien para que haga una torta y al final no te enseñe la receta”.

4. Exclusividad y control total por Uranium One

La empresa rusa decide la producción, el precio y los compradores del litio, dejando a Bolivia sin influencia en el mercado. Es como permitir que un cliente exclusivo valore y compre tus productos sin tu opinión, asumiendo además los costos si los precios no son suficientes para cubrir los gastos.

5. Sin estrategia a largo plazo

El contrato carece de una visión para agregar valor al litio boliviano. Chávez compara esta situación con vender frutas sin pensar en el potencial de ganancias de productos como mermeladas o jugos, desaprovechando las posibilidades de industrialización real.

6. Impacto ambiental: responsabilidad externa

El control ambiental queda en manos de Uranium One, lo que podría dejar al Salar de Uyuni con daños irreparables. “Es como confiar en que un vecino que organiza fiestas diarias limpie tu casa después”, alerta Chávez, destacando la falta de garantías ambientales en el contrato.

Conclusión: un mal negocio para Bolivia

Para Gonzalo Chávez, este acuerdo es un manual de cómo entregar recursos naturales sin beneficios claros para el país. Uranium One obtendría las mayores ganancias, mientras Bolivia asumiría la deuda, los costos operativos y el riesgo ambiental.

“Si esto es lo que llamamos ‘industrialización del litio’, tal vez necesitamos redefinir el término”, concluye Chávez, advirtiendo que este modelo no prioriza el desarrollo sostenible ni el interés nacional.