Hace ya casi cinco años que falleció el filósofo inglés, Roger Scruton, dejando tras de sí un impresionante legado filosófico, estético, musical, porque sus intereses intelectuales tuvieron una amplitud inusitada, y sumergirse en sus escritos equivale a abrir un cofre de tesoros. Hay que aclarar de entrada que ante todo y, sobre todo, Scruton era un pensador conservador, no sólo de ideología conservadora, sino de talante vital conservador. Se dice que su muerte muchos la sintieron como la pérdida de una reserva moral, de un maestro del espíritu, de un consuelo en tiempos de zozobra.

De su conservadurismo señaló la fecha, el lugar en que nació en él, mayo del 68: “Estaba en el barrio Latino, de París, viendo a los estudiantes volcar coches, romper ventanas y lanzar adoquines, y por primera vez en mi vida sentí una oleada de indignación política. De repente me di cuenta de que estaba en el otro bando. Vi una multitud ingobernable de hooligans de clase media encantados de haberse conocido. Cuando pregunté a mis amigos qué querían, qué intentaban lograr, todo lo que me contestaron fue una amalgama de perezosos tópicos marxistas. Me irritó y pensé que debía de haber un camino de regreso a la defensa de la civilización occidental. Fue entonces cuando me convertí en conservador: quería conservar las cosas en lugar de derribarlas”

Su obra escrita abarca más de cincuenta libros, de temática aparentemente tan variada como son, por ejemplo: “El significado de conservadurismo” (1980), en el que propone que el conservadurismo más que ideología política, es una defensa de la tradición, del orden. O “El deseo sexual, una investigación filosófica” (1986). En “La cara de Dios” habla del creciente ateísmo y polemiza con científicos como Richard Dawkin, al que llama “el más prominente de los ateístas evangélicos de hoy en día”.

Roger Scruton, que residía en una finca en la campiña del condado de Wiltshire, como un caballero rural clásico, solía organizar allí una “escuela de verano” de conservadurismo.

Considera a esta ideología, cultural, social y políticacomo concepción comprometida con la libertad. Samuel Johnson, escritor inglés, de hace tres siglos atrás, al que admiraba Scruton, dice: “La verdadera libertad sólo nace de la cultura de la obediencia”. 

De su carácter metódico de Scruton se dice mucho, el que todas las noches, sobre las ocho, descorchara una botella de vino blanco, para cenar.  Escribió un libro excelente y ameno sobre su amor al vino: “Bebo, luego existo; una guía filosófica del vino”

Fue organista de una parroquia, escribió óperas, y además fue un competente jinete en la caza del zorro.

Fue nombrado Caballero en los honores del Jubileo de la Reina, en junio de 2016, por sus servicios a la filosofía, la enseñanza y la educación pública.

Por su defensa de los represaliados que buscaban la democracia en Checoslovaquia y Polonia, durante los años ochenta, fue galardonado con la medalla al Mérito de primera clase de la República Checa, y la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la República de Polonia.

Su vida giraba alrededor del amor, la belleza y la sabiduría. Así formó con su segunda esposa, unajoven historiadora de la arquitectura, más de veinte años menor que él, una nueva familia.

En Inglaterra era lo más parecido a un sabio de aceptación popular, pese a sus permanentes ataques a las posiciones políticas de izquierda.