Su apellido no denota demasiadas raíces telúricas, aunque ataviado con su particular uniforme gaucho con los colores celeste y blanco, Hugo Lisowyj, "El gaucho esperanza", en las últimas horas fue después de Leo Messi el personaje más buscado por los medios nacionales e internacionales que están cubriendo la Copa del Mundo en Belo Horizonte.

Hugo va por su noveno Mundial y llegó el miércoles a primera hora desde la Argentina, directo a la concentración de "Cidade do Galo", junto con su esposa, una hija y dos pequeños nietos, después de haber partido en su auto el sábado al mediodía desde la ciudad santafesina de Esperanza.

Un hombre que de algún modo tiene una vinculación familiar con la prensa escrita. "Nosotros en Esperanza éramos once hermanos; los ocho varones y las tres mujeres repartíamos diarios, haciendo malabares cuando había mal tiempo, porque no teníamos asfalto, no había luz. Por eso cuando yo llegué a tener un poquito hice vivir bien a mis hijos, les hice todos los gustos, como ahora se los hago a mis cinco nietos. No quiero que pasen lo que pasé yo; me dicen que soy el loco del trabajo; bueno, yo soy así".

"Estamos en familia, contentos. Ustedes saben cómo los abuelos queremos a los nietos, así que nos vinimos con mi señora, mi hija y sus dos niños, aguantando y aguantando porque es un viaje largo. No se puede desarrollar mucha velocidad, está todo controlado por los radares, así que vinimos entre 40, 60 y 100 todo el camino. Otro nieto, Matías, no me pudo acompañar porque tiene 16 años y está en el Colegio, sino encantado lo hubiese traído" contó Hugo.

Hombre abierto, amable, atendió a todos con extrema amabilidad, y siempre con una sonrisa en los labios. "De todos, por supuesto, el que más recuerdo es el de México 86, que fui a ver con mis tres criaturas. Vimos todos los partidos; el lío que se armó con los ingleses. Fue de terror, yo estaba cerca del tumulto con mis tres hijos y no fue fácil" recordó.

Casi tres décadas después, lo recuerda como la peor experiencia de todas sus excursiones mundialistas: "La pasamos mal, vimos cosas muy feas; lo que hicieron los barras argentinos a los ingleses fue muy feo. La guerra de Malvinas estaba muy fresca aún en la memoria, y los barras fueron a buscar justicia por mano propia. Los tiraron al foso; afuera del estadio estaban abriendo una línea de gas y los arrojaron a zanjas de cuatro metros de profundidad. No me lo voy a olvidar nunca; esas cosas arruinan, porque después las familias no van con los chicos a los estadios".

"En Brasil se habla mucho de la seguridad, pero estimo que va a estar todo tranquilo. Lo que sí, una cosa que no vi como en otros mundiales, fueron banderas, alegría, carteles. Acá no hay nada; falta el cotillón que se ve en los mundiales. Hasta que no llegamos a la puerta de la concentración de la selección, y eso que cruzamos en Uruguayana, no existe el Mundial. No hay entusiasmo" apuntó.

Hugo tiene 62 años, y aún proyecta otro Mundial. "A Rusia voy a ir. Además tengo una herencia por cobrar y no vencen los años para que vaya a hacerla efectivo. Si llego a cobrar esa herencia, mi idea es hacer una contribución, y según el Embajador es mucho dinero. No quiero esa plata; me encantaría hacer un colegio en mi pueblo", reveló.

Vio México con sus hijos, quiere el mismo desenlace en Brasil con sus nietos. "Ojalá lo mismo que pudimos disfrutar con mis tres niños en 1986 lo repitamos ahora con mis dos nietos" imploró Hugo, que para el final tenía guardada una sorpresa.

"¿Son de Olavarría? Ah, de la ciudad de los Emiliozzi; yo cuando era chico no me perdía una carrera de TC y los veía pasar al costado de la ruta en la Vuelta de Santa Fe".

En el nombre del hijo

Hugo revela una herida en el corazón cuando habla de uno de sus tres hijos, fallecido en un accidente de tránsito. Con él estuvo en México 86, y su imagen colgado de un alambrado fue elegida como una de 100 las mejores de la Copa ganada por Maradona y los suyos.

"Esto también lo hago por él, que seguramente estaría disfrutando con todos nosotros de una Copa el Mundo en familia" confesó emocionado, pero con su sonrisa indeleble