Por ello, y porque no podía esperar hasta la noche para verla, decidió llamarla por teléfono a la biblioteca. De alguna manera, si es que era posible, debía abogar por el tonto de su hermano si quería que su plan de juntarlo con Victoria resultara exitoso. Salió de su habitación y tras preguntarle a la mucama si su hermano ya se había ido al diario, se encerró en el despacho para poder hablar con su amiga sin que nadie la interrumpiera. Entró y de inmediato el olor penetrante del tabaco que fumaba su padre le inundó las fosas nasales. Llevaba tres días en Buenos Aires y lo extrañaba. Incluso echaba de menos las eternas discusiones que sostenía con su hermano. Rodeó el escritorio y buscó en una libreta el número de la Biblioteca Popular de Olavarría. Era media mañana y seguramente Victoria ya se encontraría en su puesto de trabajo. Tuvo que aguardar algunos segundos para que por fin la comunicaran.

-Victoria, buenos días. Perdón por llamarte a la biblioteca, pero necesitaba hablar con vos y era imposible esperar hasta la noche -le explicó, hablando atropelladamente.

-Buen día, Estelita. ¿Qué es lo que pasa? -Al otro lado de la línea, Victoria sonaba preocupada.

-Se trata de la nota en el diario. Sé que mi hermano a veces no mide las consecuencias de sus actos, pero él solo hace su trabajo...

-¿De qué nota estás hablando?

Estelita no dijo nada. ¿Cómo era posible que su amiga no estuviese enterada?

-Victoria... ¿no leíste el diario de ayer?

-No. -Victoria recordó haber visto el ejemplar de El Popular en la mesita del salón, sitio en donde lo había dejado su tío después de leerlo, pero ella se había entretenido con la radio-. Ni siquiera lo hojeé. -Escuchó que Estelita soplaba aliviada.

-¡Menos mal! -exclamó.

-¿Vas a decirme qué es lo me perdí o tendré que leerlo en el diario?

Estelita se tomó unos cuantos segundos para contestarle. Debía ser cauta y, sobre todo, dejar a su hermano bien parado.

-Tenés que entender que Lautaro es periodista, que está muy comprometido con su profesión. Ante todo, busca la verdad, sea cual sea y la cuenta... Nadie puede culparlo por eso. -Como Victoria guardó silencio, esperando que ella terminase de hablar, continuó con su discurso-. No sé si te lo dijo, pero ahora está escribiendo sobre el crimen de esa muchacha... la tal Rosa Cardozo.

-Lo sé. El comisario Peralta fue quien me lo comentó.

-¿El comisario?

-Sí. No está muy conforme con lo que escribe -aseveró.

-Y después de lo que publicó ayer, con más razón.

Victoria ahora comenzaba a entender por qué Estelita la había llamado con tanta urgencia. En ese momento, presa de la curiosidad, lamentó no haber leído el diario cuando lo tuvo al alcance de la mano. La edición de los domingos no llegaba a la biblioteca ya que ese día permanecía cerrada. Le tocaba esperar hasta la tarde y leerlo cuando regresara a su casa. De todos modos, se aprovechó de la capacidad de su amiga para relatar los hechos con todos sus pormenores para que le contara qué decía la dichosa nota que había escrito Lautaro Madariaga. Mientras la escuchaba, solo podía pensar en Martín y en cómo debía sentirse. Después de que él le confesara que cargaba con la culpa de no haber hallado al asesino de su prometida, no quería ni imaginarse lo mal que se habría puesto. Por un instante, se le cruzó por la cabeza la idea de ir hasta la comisaría para verlo. Pero desistió enseguida. Quizá su presencia lo incomodase. Seguramente se encontrarían de nuevo esa noche. Se despidió de Estelita y apenas cortó la llamada, le preguntó a Dorita si estaba al tanto de la nota que había escrito Lautaro.

-Pensé que vos también la habías leído. -Fue la débil excusa que esgrimió Dorita al verse acorralada.

-¡Dios, no veo la hora de llegar a casa para leer el diario! Aunque Estelita me lo contó casi todo, tengo la sensación de que se guardó algunos detalles.

-Había una foto de la prometida del comisario -dijo Dorita como si ese hecho no fuese relevante.

-¡No puede ser! ¿Cómo fue capaz de desafiarlo tan abiertamente?

-Si es verdad que el comisario no pudo atrapar al asesino de la señorita Grimaldi, ¿qué mal hace Lautaro en escribir sobre eso en el diario? Si es la verdad...

-Martín... el comisario Peralta- se corrigió- todavía está muy afectado por la muerte de su prometida. Se culpa por no haber resuelto el crimen. No es justo que Lautaro o cualquier otro periodista se ensañe con él de esa manera. Además, se está entrometiendo en la investigación y podría resultar perjudicial para que el caso de esa muchacha asesinada en La Nuit se esclarezca.

-Es evidente que has tomado partido por el comisario -comentó Dorita, haciendo un gran esfuerzo para ocultar la felicidad que le causaba que su posible romance con Lautaro nunca prosperara.

-No estoy del lado de nadie, Dorita -se apresuró a aclararle-. He tenido la oportunidad de hablar con el comisario y te puedo asegurar que no es verdad lo que insinúa Lautaro en el diario. El hecho de que Rosa Cardozo fuese una muchacha humilde que trabajaba en un cabaret no significa que la policía se esforzará menos en resolver su muerte... Mucho menos si está relacionada con el asesinato de la prometida del comisario.

Dorita se quedó boquiabierta.

-Esa información no la mencionó Lautaro en su nota. ¿Cómo es que vos estás al tanto?

-Te dije que he estado hablando con el comisario. -Victoria comprendió que se había ido de la lengua y no podía permitir que, por culpa de una indiscreción suya, la investigación tambaleara. Tampoco su relación con Martín Peralta-. No puedo darte más detalles por el momento, Dorita. Mientras menos sepas, mejor.

Dorita se cruzó de brazos y la miró con el ceño fruncido.

-Estás muy misteriosa.

Victoria se dio media vuelta y la dejó con la palabra en la boca.