El grupo de equinoterapia de La Madrid festejó un nuevo aniversario. El abrasador sol del domingo no se quiso perder el festejo de "El Arriero". Cuatro años de trabajo, dedicación y amor se sintetizaron en una tarde de juegos y diversión. Ha pasado tiempo desde aquel sueño que hoy es una realidad, tantas tardes y charlas compartidas se plasman en una amistad que perdura en el tiempo.

Al mediodía, el predio de la Sociedad Rural lamatritense, donde "El Arriero" realiza sus encuentros semanales, una vez más se comenzó a llenar de actividad pero esta vez era distinto: era para compartir con familias y amigos.

El trabajo había comenzado mucho antes, confeccionando las guirnaldas y recuerdos que seguramente perdurarán.

Nadie se quiso perder la fiesta porque "El Arriero", en su corta y a la vez extensa trayectoria, se ha sabido ganar un espacio, el respeto y la ayuda de gran parte de la comunidad.

Las familias de los jinetes-pacientes se fueron acercando, también los colaboradores y autoridades. La fiesta comenzó a desarrollarse, tal y como estaba previsto.

"Cumplimos todos los sueños"

Hablar del grupo de equinoterapia "El Arriero" es hablar de un montón de gente y así lo expresó "Mimí" García durante la bienvenida. Sabias palabras de una docente jubilada que sintetizó "todos somos uno y aquí no hay cargos, todos hacemos todo". Esta frase sintetiza la labor de la organización, siempre agradecida y predispuesta.

Cuando hablan Mimí o Natalia (Milo) la emoción se nota en los rostros y la postura. Se acerca Diego Gerar y el instinto es abrazarlo. Ocurre lo mismo con cualquiera de los chicos que se arrima a algún caballo o a la gente que colabora con "El Arriero".

"Para nosotros cumplir cuatro años es una felicidad enorme porque amamos esto", dice Mimí.

"Son años de trabajo de puro placer... nos sentimos plenos de ver a la gente que llega al predio. Estamos muy contentos", resume quien hoy está a cargo del grupo pero como dijo en sus palabras de bienvenida "todos somos uno".

A Natalia se le quiebra la voz. "Son momentos en que nos invade la emoción. Venimos llorando desde hace rato pero es un llanto de alegría. Se hace un nudo en la panza porque no podemos creer que lo que hacemos porque nos sale, y aunque nos cuesta tiempo y trabajo, lo hacemos con tanto placer que no se siente el cansancio", sintetiza.

"Es increíble ver a los chicos o a sus familias cuando vienen y nos manifiestan no solo los logros terapéuticos sino lo que sienten al venir acá. Festejamos el cuarto año con la idea de que sean muchísimos más", agrega.

- ¿Cuánto pudieron cumplir de aquel sueño con que iniciaron "El Arriero"?

- El sueño está cumplido. Si el día de mañana esto se pudiese hacer en un lugar propio sería el súmmum de todo... pero lo que nosotros nos propusimos, que era formar un grupo y brindar equinoterapia, se logró a pleno, con un grupo de trabajo espectacular y con una cantidad de chicos que se siguen sumando, además de las familias que están muy comprometidas.

El miedo, cuando iniciamos la experiencia hace cuatro años, era que no perdurara en el tiempo. Sin embargo se sobrepasaron las expectativas.

Los primeros años íbamos a golpear las puertas de la gente, a contarles lo que hacíamos y a pedirles que vengan a probar a ver si les gustaba; teníamos que llamarlos para recordarles que había clase.

Eso ya no precisamos hacerlo y hoy cada vez se suma más gente, eso nos da una pauta de que lo que nos propusimos, que tengan ganas de venir, lo cumplimos.

Anhelos cumplidos, mucha dedicación y compromiso detrás. Horas que se restan a una tarea para cumplimentar un trabajo gigante y solidario. Eso es "El Arriero": un pequeño gran grupo que camina por la vida con una sonrisa en el rostro, sabiendo que dan hasta lo que no tienen por y para el otro.