El día que mataron a balazos al Intendente y cambió para siempre la historia de Lobería
Hugo Rodríguez era jefe comunal desde hacía diez años cuando un empleado municipal lo mató a él y al director del Taller Protegido local. Un crimen que sacudió en 2013 al tranquilo distrito bonaerense.
Un llamado a la comisaría de Lobería fue la primera señal de alerta. "Se escuchan tiros en la parte de atrás del Parque Municipal Narciso Del Valle", dijo un hombre. Segundos después sonó el teléfono otra vez. Era una voz de una mujer, exasperada, quien solicitaba asistencia médica en una vivienda. El tercer llamado, al mismo tiempo, fue al 911 y hablaba de las explosiones en ese parque, que lleva el nombre del militar que participó activamente en la lucha contra los pueblos originarios en el sudeste de la provincia de Buenos Aires. Eran cerca de las 20 horas del sábado 19 de octubre de 2013, y la ciudad que supo gritar tres campeonatos del Oscar "Pincho" Castellano en el Turismo Carretera, comenzaba a vivir uno de los días más oscuros de su historia.
Mientras que un móvil salió para el parque, el otro fue a la casa de la calle De Caso. Allí, los efectivos se encontraron con una escena dantesca: un hombre bañado en sangre que, según contó después el primer sargento que llegó al lugar, dijo: "Maté al intendente y le pegué un tiro a Héctor". El otro patrullero, no tardó en confirmar esa frase: el jefe comunal, Hugo César Rodríguez, estaba muerto en medio del predio de ocho hectáreas. Había recibido cuatro disparos, entre la cabeza y el tórax; también una serie de hachazos. A unos cien metros, estaba el cuerpo sin vida de Héctor Álvarez, director del Taller Protegido local, quien había muerto como consecuencia de otros dos balazos.
Rodríguez, un hombre de 63 años muy querido en el distrito de unos 13 mil habitantes, había llegado a la intendencia por el justicialismo en las elecciones de 2003. Y mientras atravesaba la campaña de 2013 con la intención de saltar a la Legislatura provincial, encontró la absurda muerte a manos de Julio César Aldecoa. A este empleado municipal de 48 años, algunos lo apodaban Tyson, porque en febrero de ese año había tenido una discusión con su entonces jefe de área y le había mordido la cara, como hizo aquella recordada noche de boxeo de 1997 el bravo Mike a Evander Holyfield.
Mientras corrían las horas, cientos de vecinos incrédulos, indignados con la noticia, rodearon la casa de Aldecoa e intentaron incendiarla. El rápido accionar de la Policía y los bomberos lo impidieron. En tanto, el homicida fue llevado a Necochea para evitar el linchamiento, y allí la fiscal le tomó testimonio. No había forma de esconder lo sucedido: ropa con sangre, las armas homicidas en la camioneta y su frase a la Policía. Por eso, dos años después se tuvo que sentar frente a un tribunal.
Juicio y condena
Según se pudo reconstruir en el juicio, Rodríguez y Álvarez habían llegado al parque destinado al deporte y la recreación para caminar, algo que era rutina para el jefe comunal. Aldecoa, quien había sido desplazado hacía un tiempo de su cargo por el intendente por una serie de irregularidades advertidas en el desempeño de su función, los esperó escondido entre los matorrales. En una de sus manos tenía la carabina Winchester calibre .22; en la otra un hacha de cabo de color rojo.
Cuando el alcalde y el director del taller que ayudaba a discapacitados a insertarse en el mercado laboral pasaron por allí, Aldecoa efectuó los disparos, que no tuvieron otros testigos oculares, pese a que es un lugar donde muchos loberenses suelen hacer deporte. El primer escopetazo dio en el corazón de Álvarez; el segundo le rozó la espalda. El intendente intentó escapar, pero el agresor no se lo permitió y le disparó cuatro veces. Con Rodríguez tirado sobre el césped, Aldecoa se acercó con el hacha y lo golpeó en el cráneo. Lo quiso rematar, aunque la autopsia luego confirmó que ya estaba muerto. Después, subió a la camioneta y volvió a su casa, donde lo detuvieron con la ropa aún ensangrentada.
A fines de junio de 2015 el Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de Necochea decidió condenarlo, por mayoría, a prisión perpetua. Dos jueces caratularon el hecho como "doble homicidio doblemente agravado por el uso de arma y alevosía", mientras que el otro, en disidencia, solo como "doble homicidio simple". La defensa había propuesto que se lo considere inimputable, algo que fue rechazado por los tres magistrados.
"Estoy arrepentido por la locura que cometí", dijo Aldecoa en el juicio, donde contó que mató a Rodríguez porque al cruzarlo en el parque le hizo una señal como que lo iban a meter preso. Incomprobable y poco creíble, ese argumento, para el tribunal.
La condena, aliviadora para la familia, trajo el recuerdo de aquella jornada trágica. Esos disparos en la tarde-noche, los llamados telefónicos y los cuerpos tendidos en el parque. También de la despedida, donde cientos de personas coparon el palacio municipal, hasta donde llegaron, entre otros funcionarios, el entonces vicepresidente Amado Boudou y el vicegobernador bonaerense, Gabriel Mariotto.
"Él tenía una familia grande que era el pueblo de Lobería", dijo aquel día Marisa, la esposa del jefe comunal. Y el pueblo, su familia, lo despidió como se merecía.