Claudia Rafael

crafael@elpopular.com.ar

Visibilizar lo que usualmente se oculta. Nombrar lo que demasiadas veces aparece como innombrable. Asumir que ciertas temáticas pueden y deben estar sobre la mesa del debate cotidiano. Durante muchos años, periodismo y cuestiones de género no fueron territorios ensamblados. Y, como tantas otras mujeres, Liliana Hendel, psicóloga, periodista, fue rompiendo con una sistematicidad paulatina, con estructuras de pensamiento que parecían impenetrables. Sus pocos minutos diarios en la televisión abierta (en Canal 13, Telefé y desde hace algunos meses, en la TV Pública) tienen el poder de transmitir esa otra mirada, "de abrir preguntas y generar otros sentidos". Desde hace algunos años, es una de las coordinadoras de la Red Internacional de Periodistas con visión de Género en la Argentina, un espacio desde el que "creemos fuertemente que la respuesta es pedagógica y no confrontativa". Con EL POPULAR habló de la perspectiva misógina que demasiadas veces se asume en el periodismo; de historias como las de Magaly, en la que se revictimiza a la víctima una y mil veces y de la continuidad en el uso de un lenguaje que, por lo general, ayuda a la absolución de un victimario.

-¿Hay áreas del periodismo en las que la misoginia y el machismo sean particularmente pronunciados?

-En general, hay secciones del periodismo en los que el machismo y la misoginia, en ese orden, muestran más la hilacha. Y Policiales y Deportes son áreas en donde se ven de modo más explícito. Hay otras áreas, como Sociedad, que lo expresan de manera más sutil y sólo se perciben cuando tenés una mirada con perspectiva de género o de los géneros. Y en donde lo ves, aunque no lo busques, en ciertas fotos: reuniones sindicales, reuniones empresariales, paneles de economía, en donde hay muy pocas mujeres y, a veces, ninguna. Pero en secciones como Policiales, por ejemplo, se ve con mucha mayor claridad porque cuando se habla de mujeres y de diversidad o disidencia sexual, es a partir de situaciones específicas de violencia. Si una mujer llega a Policiales es porque ha sido violentada de alguna manera. Y ahí es donde se nota el machismo y la misoginia cuando se naturaliza esa violencia.

-¿Qué ocurre cuando se produce el cóctel en el que, además de mujer, le sumás infancia? Casos como, por ejemplo, los de Magaly o Candela...

-Ahí te encontrás con un daño mayor a la persona en cuestión, en este caso, a Magaly porque a Candela, pobrecita, la mataron. Pero Magaly va a tener que portar sobre su historia las fotos y las exteriorizaciones acerca de su vida, innecesarias después de que se la encontró. Lo que antes era sólo el privilegio de un expediente al que sólo accedían los abogados y abogadas (cosa que tampoco me parece bien pero ése es otro tema) hoy llega a exponerla públicamente lo que aumenta exponencialmente el daño. El daño de la violación y del secuestro, suponiendo que lo hubo, es el primero y el segundo, es la exposición social que la va a marcar de una manera indeleble. En ese sentido, me parece que hay una responsabilidad social y de los medios que pone en discusión todo lo que hace a la libertad de expresión. Porque ahí entramos a discutir si debería prohibirse o no, si debería reglamentarse de algún modo, cómo se movería la prensa amarilla. Personalmente creo que no es por la vía de las prohibiciones como se resuelven las cosas.

-De todos modos, hay cuestiones que están muy presentes en la sociedad más allá de lo que se exponga en los medios...

-Creo que los medios reproducen y construyen. Creo que en la vida las cosas nunca son causa y efecto, ni siquiera virus - gripe o golpe - hematoma. Me parece que el golpe se produce en un cuerpo y que cada cuerpo va a responder de una manera determinada: a veces, con un hematoma; otras veces, con un sangrado interno y otras, con nada. Y creo que quienes nos ocupamos del tema de la comunicación y del periodismo, tenemos que asumir que somos quienes construimos muy fuertemente el sentido común. Y el sentido común es algo que nos toca absolutamente a todas las personas que participamos en la sociedad. Y se construye desde el programa de Susana Giménez, pasando por los programas más serios y académicos, desde la revista Noticias a la Barcelona, desde el diario Clarín a Página 12. Y los canales. Y cada quien va generando una especie de filtro, que lleva a elegir aquel periodismo al que vas a seguir. Pero ese periodismo al que estás siguiendo incide fuertemente en la construcción de tu sentido común.

-¿Qué produce a futuro en una nena como Magaly o cualquier otra nena en similares circunstancias todo lo vivido y todo lo reproducido mediáticamente?

-Creo que la respuesta es la misma que te planteaba en relación al golpe y al hematoma. Magaly tiene una familia, un papá que desde el primer momento dijo "Magaly no quiso hablar y yo respeté su silencio, cuando quiera hablar la voy a escuchar. Todo lo que hice fue abrazarla y estaba feliz porque ella estaba viva". Eso es un padre. Insisto en que el espermatozoide no tiene que ver con la paternidad. Y a mí, las cuestiones de cómo Magaly llegó a esta familia me tienen sin cuidado cuando el padre se pone en la posición de padre. Y digo padre, porque la madre apareció menos, pero él hablaba siempre en plural. En la medida en que hay un grupo adulto que la va a sostener, que la va a cuidar, una sociedad que desde los medios dice con claridad que esto ha sido un delito y que ella es la víctima y no la responsable, como se puede leer en algunos foros abiertos de ciertos medios...

-Y que es responsabilidad de los medios abrirlos de ese modo...

-Absolutamente. Entonces, en ese sentido, ante tu pregunta, la respuesta más honesta que puedo darte es no lo sabremos hasta después. Lo sabremos cuando Magaly tenga la posibilidad de enamorarse, cuando tenga la posibilidad de ser madre si elige serlo, cuando sea grande y pueda o no hablar acerca de lo que le pasó. Pero lo que sí tengo muy claro es que la actitud de la sociedad y del núcleo cercano en el primer momento es fundamental para mandarte hacia un lugar o hacia el otro. Que esto se convierta en una marca traumática en tu vida pero que no te impida vivir y desplegar las alas, con marcas, o que te impida desplegar las alas. Y la diferencia es sustancial. No es menor.

-¿Cómo se va deconstruyendo la impronta a partir de ir modificando las miradas de los periodistas en particular y de los medios en modo global?

-Junto a Silvina Molina coordinamos la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género en la Argentina y creemos fuertemente que la respuesta es pedagógica y no confrontativa. Porque así como se enseña cuándo va la coma, cuándo el punto y coma, por qué comillas y cuándo no, habría que empezar a introducir el concepto de los estudios de género, no como un tema de mujeres sino como un tema de democracia. Es un tema de derechos humanos. Y esto no sólo para las carreras de comunicación sino para todas. Hemos leído fallos que son espeluznantes y también ciertos escritos de médicos. Que un médico diga que la menopausia es una patología, es una falta de respeto para el 100 por ciento de las mujeres a quienes lo mejor que nos puede suceder es que a cierta edad se produzca la menopausia. Y si no sucede es porque te moriste antes o bien, ahí sí, tenés una patología. O ni qué hablar con la Psicología que sigue hablando del masoquismo primario de las mujeres como constitutivo, cosa que decía Freud en la época victoriana en la que, entender la subjetividad de una mujer era muy complejo. Y no es pelearse con Freud sino ir dos pasos más adelante, dejando de repetir lo que dijo en su momento.

-Recuerdo con mucha claridad un fallo absolutorio en Italia porque la víctima de una violación usaba jean.

-Totalmente y es un caso que yo suelo utilizar en mis columnas. Hay que estudiar y leer mucho. Si te sacás los jeans, consentís y si no te los sacás, terminás asesinada como Lucila Yaconis. Y en estas cuestiones, para poder tener otra mirada, no basta con ser mujer.

-¿Qué ocurre con una mujer que se salvó a tiempo de un femicidio y ve en los medios cómo se refleja su historia?

-Desde la Red decimos con mucha insistencia que el tratamiento de los medios puede ser revictimizar o reparar. Y la diferencia no es menor. Revictimizar cuando buscás en la vida personal e íntima de la víctima en lugar de buscar en la vida del golpeador o del violador o del violento. Uno de los temas que se está tomando como prioritario en la agenda de la Red Internacional, porque consideramos que el tema de los femicidios ya está en agenda, es el tema del supuesto Síndrome de Alienación Parental. En vez de investigar, frente a una denuncia de abuso sexual infantil, al denunciado, se investiga a la madre para ver si está mintiendo o no; y si está llenándole la cabeza al niño o a la niña para que repita lo que ella dice. Si hay un denunciado por algo tan grave como el abuso sexual infantil, primero hay que investigarlo. Y en ese sentido, me parece que los medios podemos aportar diluyendo o potenciando una noticia.

-¿Qué palabras hubo que erradicar del lenguaje periodístico?

-No sé si están totalmente erradicadas. La primera que se me ocurre es "crimen pasional", porque hemos trabajado mucho para que no se lo siga usando. El amor no tiene nada que ver con la muerte y la pasión es algo maravilloso y no mata. Todo lo contrario. Rejuvenece y es fantástica. Pero además, presuponer un crimen pasional absuelve al asesino. "La mató porque la quería tanto que no pudo tolerar que ella lo dejara". Y por otro lado, seguir hablando de minoridad, de menores en lugar de referir a niños y niñas. Igual, el ámbito de la infancia sigue siendo un terreno en el que falta todavía mucho caminar. La sobre-erotización de las niñas, tanto en el modelaje, en las publicidades, en los comerciales, por no hablar de los desfiles de niñas en donde se las maquilla, se las peina, se las hace jugar a ser no sólo mayores de lo que son, sino además, mayores sexys. Y ése es un daño importante para el aparato psíquico de una niña en formación y un modelo de consumo de los cuerpos del patriarcado que cada vez busca víctimas más pequeñas.

-¿Cuándo empezaste a transitar esta mirada de género?

-Mis hijos mayores, que ya son padres, tienen 36 años, son mellizos. En ese momento, empezó mi primera preocupación. Yo me había recibido de psicóloga y me preocupaba mucho todo lo que rodeaba al tema de la maternidad y el embarazo. Lo que los libros me decían, no coincidía con lo que yo sentía. Y había algo ahí que me indicaba que o yo estaba haciendo las cosas mal y estaba fuera de lo que se esperaba de mí o esos libros estaban inventando una mujer embarazada que nada tenía que ver conmigo y mis amigas embarazadas en esa época. Ahí empezó un largo camino, pero como dicen las amigas feministas, una vez que mirás, ya no podés dejar de ver. Prendiste la luz y te pusiste las gafas violetas, como dicen las hermanas españolas, y listo. A partir de ahí, fue mi primer contacto con lo que ya entonces era la violencia obstétrica, aunque en ese momento no tenía ese nombre. Ahí empezó mi preocupación y nunca se detuvo. Al contrario, cada vez estoy más apasionada. Tengo además, plena conciencia de que los tres minutos de una columna, primero en el Trece, después en Telefé y actualmente en la TV pública, no pueden generar certezas ni es mi intención que lo sean. Pero si desde ahí logro abrir preguntas y generar otros sentidos, bingo. Requete feliz. En otros ámbitos, seguiremos buscando respuestas.