Cacho Fernández - cfernandez@elpopular.com.ar

Al país le sobran candidatos y le está faltando ideas y debates serios sobre qué hacer para crecer económicamente, generar empleo que dignifique a las personas y cómo mejorar, y sin retroceso alguno, la institucionalidad.

Es posible que después de la recuperación de la democracia haya retornado esa amarga sensación de estar perdiendo poco a poco la República, el sistema democrático y la calidad institucional. Es el momento en el que se piensa en que los argentinos han remado hasta el cansancio para terminar muriendo en la orilla. 

La economía no crece y la inflación sigue siendo indetenible, al menos para quienes están a cargo de reducirla. Hasta el Papa resolvió abandonar al Gobierno, si bien la situación le facilitó el deseo de distanciarse y de pegarle duro a Sergio Massa, un hombre con quien no simpatiza, aunque no se sabe por qué, si por su simpatía futbolera por el equipo de Victoria, por su espíritu laico o por su naturaleza cambiante y tan poco confiable. Pero nadie entiende este rechazo del Papa por Massa.

La interna en el Gobierno y en el Frente de Todos es hoy virulenta porque la guerra abierta entre el cristinismo y el albertismo pone en riesgo el futuro del Gobierno. Se habla de quienes están "adentro" y quienes "afuera", en una disputa durísima en modo secta y por ende antidemocrática. En el Gobierno ya no hay lugar para las diferencias: o se está con quienes definen el código dominante o se está en contra, y eso poco y nada tiene que ver con la democracia. Quien conoce un poco de la historia del peronismo inmediatamente se podría decir: "esto ya pasó o ya lo vimos". Por ese manejo de sectas o discursos únicos han caído hasta imperios, pero el ser humano es el único animal que no aprende de la experiencia.

Simplificaciones

Al menos por ahora, ya se pasó la navaja de Okham y la interna se simplificó entre dos bandos, el del Presi y el de la Vice, y esto mismo se va a repetir en todo el país y en todos los niveles territoriales.

El kirchnerismo blanqueó su propia interna y ya no se puede ocultarla más. Ese es el mayor triunfo del albertismo en esta nueva etapa política del gobierno. Ahora sólo resta ver qué pasará en cada provincia, en cada distrito y en el espacio nacional. Azul ya anticipó esta riña hace un par de meses con la división del bloque peronista entre camporistas y "peronistas 26 de Julio". ¿Continuará en Olavarría y en otros distritos de la Séptima? ¿Se animarán los buquistas y los massistas a repetir la interna u optarán por seguir con esta interna mordida, mascullada y llena de miedos de expresarla abiertamente? Además, es más sano blanquear la situación definitivamente, porque son revulsivos necesarios en cualquier fuerza política si es que pretende crecer.  

Ecos locales y seccionales

Podría decirse que halcones y palomas se disputan ambos espacios, aunque con distintos nombres. En el kirchnerismo están los duros o más dogmáticos contra los más cercanos al peronismo ortodoxo y con ganas de recuperar el Partido Justicialista bonaerense copado hoy por Máximo Kirchner y la Cámpora con intendentes y militancia obediente.

Pero este sector no parece tener la fuerza suficiente para contrarrestar el poder que aún mantiene el camporismo y el cristinismo, que es lo mismo. El peronismo, tal como se lo conocía, se ha ido replegando hacia el territorio del pragmatismo más virulento y de la conveniencia vacía de contenido político.

El enfrentamiento furioso entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández carece ya de un espacio para el reencuentro. No parece haber retorno y todo conduce hacia una etapa de definiciones en la que unos ganarán la pelea y otros consecuentemente la perderán.

Ambos se boicotean y van alineando al resto detrás de sus caprichos narcisistas, generando desazón y desconcierto entre sus militantes. Massa pivotea entre ambos, pero, según se comenta, se acerca a la conformación de una entente con el Presidente, una dupla que parece gustarle demasiado a gente que no es camporista como el senador Eduardo "Bali" Bucca, quien busca liderar una línea propia con esos referentes en la Séptima Sección Electoral.

El resto es La Cámpora tal como se la conoce y con el liderazgo incuestionable del diputado César Valicenti, quien en un medio nacional se animó a discutirle al mismo Gobernador su decisión de reelegir. Pero el legislador se enfrenta con una multiplicidad de candidatos para la Intendencia local, entre quienes prefiere a Maxi Wesner, pero no sabe como detener el avance de Hernán Parra, del buquista "Olavarría al frente"; Liliana Schwindt, quien no esconde sus ganas de disputarle la candidatura al titular de la Anses; por ahí Eduardo Rodríguez, por un Frente Renovador organizado verticalmente alrededor de Ricardo "Ñato" Lissalde y con parte del ex eseverrismo; y un Marcelo Latorre, de la Copebo, que se va arrimando a la disputa. 

Por sobre todo ello, Cristina K amaga con desempolvar "Unidad Ciudadana" sólo para molestarlo a Alberto, aunque juega peligrosamente con la posibilidad de hacerse de los fueros necesarios para gambetear su condena y a la Justicia.

Liliana también se anima

Liliana Schwindt también se anota en la fila de candidatos del FdT. No se sabe si esto responde a una aspiración genuina de Liliana o si lo hace para presionar para negociar luego una banca de concejal o cualquier otro cargo.

Lo mismo pasaría con otros, ya que la mecánica es bastante usual en la política, y el diputado Valicenti sabe de esto. Por ello es que no se aviene a una PASO que sería una buena medida para intentar crecer y aumentar el caudal de votos de su espacio, que parece inalterable, y mucho más con la confusión existente en los ámbitos superiores debido a las rencillas entre Alberto con Cristina, con Wado de Pedro, de Máximo con Kicillof... y así indefinidamente.

En fin, lo mismo que estaría pasando en Juntos por el Cambio y en los mismos libertarios, en donde son dos y no paran de pelearse. Como la izquierda nacional, definida por Jauretche como "son divisibles por dos".

Divide y restarás

Tanto Milei como Espert agruparían a los votantes de la antipolítica; entonces, el requisito para tener un conflicto es que uno de ellos se muestre como un político, negociador, dialoguista y demás. Entonces, bastaría que a uno de ellos se le atribuya un acercamiento con otra fuerza para que quede automáticamente excluido del espacio libertario que el otro representa.

La izquierda trotskista pasó años librando esas guerras internas hasta que decidieron, sea por sensatez o cansancio, unirse para sumar votantes. Algo similar va a ocurrir con los liberales.

Es que cuando se dan estos enfrentamientos, ninguna de las partes sabe por qué se pelea con el otro. Perón es un ejemplo. Algunos grupos quiere echar a la nueva presidenta acusándola de golpista o antisistema, pero ellos reivindican la figura de Pedro Castillo (Perú), quien quiso disolver a la institución más representativa de la democracia. Todo es muy incoherente en esta política latinoamericana, y el escenario general, como el nacional, es patético por su carencia de racionalidad. Y cuando las ideas son banales, las conductas son en su gran mayoría venales diría Fernando Savater.

La interna de Juntos

En Juntos por el Cambio, las peleas internas también parecen interminables, salvo las locales en donde el Intendente parece tener ordenado su espacio. Encuentro Republicano Federal, el espacio de Miguel Pichetto y Mario Cura, acaba de inaugurar su local partidario en Sargento Cabral 3332 y el ex diputado y contador general de la Provincia ya descartó internas con el gallismo. Su estrategia sigue siendo la de acordar con el Intendente. Allí estuvieron autoridades municipales, concejales, su candidato intendente por ERF Bolívar Marcelo Salamanco; a la referente de la ciudad de Azul, Liliana Vera; como también el azuleño y precandidato por la línea de Jorge Macri, Ramiro Ortiz del Pro (algo pesimista o escéptico por la marcha de la gestión de Bertellys, y a la que no le encuentra futuro); radicales y vecinos. Cura remarcó que su partido "está integrado a la coalición de Juntos por el Cambio, insistiendo una vez más con su posición de no disputar poder con el Pro encabezado por Ezequiel Galli. Más aún, su gente acompañó totalmente la visita del candidato Diego Santilli a la ciudad.

 En tanto, el radicalismo se prepara para una PASO como en 2015, aunque todavía no definió candidato. Quienes más cerca están de serlo serían Sebastián Matrella y Belén Vergel, pero para el ex titular de la CRO "falta mucho todavía para eso". Posiblemente todo dependerá de si antes no se llega a un acuerdo. "No nos podemos desangrar por una interna y tenemos que seguir luchando por la unidad", dijo una fuente del centenario partido, quien teme que "se le termine haciendo el juego a La Cámpora, que ya no sabe por donde atacar al gobierno". Aunque la unidad y la cohesión se pierden teniendo el poder o en la oposición. Algo de esto se está manifestando en Azul, en donde el camporismo acaba de perder dos concejales y corre el riesgo de haber engendrado un peronismo que le puede trabajar en contra en la Séptima. En efecto, el "Peronismo 26 de Julio" que lidera Joaquín Propato está tendiendo redes en Olavarría con el buquismo, en Saladillo con Walter Abarca, en Bolívar con Marcos Pisano y con el intendente de 25 de Mayo, Hernán Ralinqueo, quien desde hace años se viene moviendo con marcada autonomía política.

Resistir o desaparecer

El Presidente se hartó de obedecerle a la Vice y decidió convocar una mesa político-electoral para resistirse a su mandato. 

Frente al poder sólo sirven dos actitudes opuestas: la de resistirse, o la de desaparecer a través de la obediencia ilimitada. Así se lo sugirió alguna vez el escritor Franz Kafka a su amiga o prometida Milena en las "Cartas" dirigidas a ella.

En una de ellas le aconsejaba "reducirse hasta desaparecer" para anular el influjo y la motivación de ese poder que lo asfixia y encuentra su sentido en la existencia de un dominado. 

Alberto está sumergido dentro de ese dilema, o resistirse o desaparecer, lo intento cuando le obedeció a Cristina hasta la genuflexión, pero después se dio cuenta que el reclamo de la Vicepresidenta era insaciable y no le quedó otra alternativa que resistirse. Fue entonces que, frente a la reunión de cristinistas duros en Merlo, resolvió convocar una mesa político-electoral y comenzar una resistencia porque otra alternativa no le quedaba para sobrevivir. 

El Presidente necesita postularse para la reelección si es que no quiere morir políticamente y trabaja hoy para ello. Pensó en una nueva alianza con Sergio Massa, pero el tigrense está entretenido con su propio proyecto de ser el candidato de la tan invocada "unidad". En fin, un delirio si se piensa que Cristina ya tiene a Wado de Pedro, o Kicillof o ella misma si es que se olvida que debe pelear por los fueros que le ayuden a gambetear a la Justicia.

Pero también es cierto que Alberto debe sumar aliados si es que no quiere terminar como Georges Dantón, aquel jacobino moderado que por no quedar contenido en algunas de las dos facciones en pugna durante la Revolución Francesa (jacobinos duros y girondinos) acabó sacrificado en la guillotina un 5 de abril de 1794, cuando ya todo se caía a pedazos. 

La repitencia está en el centro de la polémica y tiene algo de razón aquella posición que la descarta como vehículo de aprendizaje, ya que muchos dirigentes vienen repitiendo sus mandatos desde hace tiempo y no han aprendido nada.

Dos modelos

La pelea entre Alberto y Cristina es en el fondo, aunque el Presidente aún no lo vea, la puja de dos modelos, uno el de recuperar ese capitalismo con justicia social al modo de un Estado de Bienestar que rigió durante tantos años aunque con infinita corrupción, y el otro es de un sistema sustentado en cierta manera en dos clases sociales con una mayoría clientelar sostenido por los planes sociales y la sumisión política que ello implica, pero también con enorme corrupción. Las pujas se dan de manera transversal en todos los espacios políticos.

Es decir, con muchos en condiciones de igualdad pero nivelados hacia abajo y pobres, muy pobres pero con una dirigencia rica y de muy buenos ingresos.

El pensador Pablo Gerchunoff aseguraba junto con Miguel A. Pichetto que "el peronismo nunca fue anticapitalista. El peronismo fue un cierto modo de ver el capitalismo anclado en la idea de la industrialización protegida", y sostenía que "el kirchnerismo tampoco era anticapitalista con Néstor Kirchner. Ni siquiera creo que, a pesar de lo tanto que se dice, fue anticapitalista con Cristina", pero que después de la crisis de 2001 volvieron al proteccionismo, pero que con Cristina se les fue la mano por inseguridad política.

Gerchunoff analizaba que ambos "intentaron resolver el problema distributivo con un salto del gasto público", del cual, agrega, no se puede volver sin afectar derechos adquiridos". Algo que por otra parte no entienden o no quieren aceptar los libertarios de Milei o Espert, o algunos raptos dogmáticos y emocionales de Mauricio Macri.