Con diez censos carga ya la historia del país. El primero, en 1869, cuando la ciudad cumplía dos años de vida. El segundo en 1895: Olavarría tenía 26 años y faltaban cuatro para el nacimiento de EL POPULAR. El tercer censo de la historia ocurrió con el diario ya en la calle y con Olavarría con 47 años recién cumplidos. 1914 no fue un año fácil para el mundo: estallaba la primera gran guerra y la humanidad se enteraba brutalmente de que la aniquilación masiva era posible. Ya la ciudad albergaba a numerosos inmigrantes europeos que vivían con singular angustia el baño de sangre tan lejos pero tan cerca. El diario contrató a un corresponsal con sede en París, inauguró un servicio telegráfico con Buenos Aires y nombró dos corresponsales allí: nacía la pizarra para informar "al momento" a los que pasaban y se detenían en la vidriera.

La ciudad crecía pero la pobreza era inocultable. En esos días moría Celestino Muñoz, uno de los primeros pobladores de la ciudad, senador y protagonista de la historia de Olavarría.

El censo expuso una cifra sorprendente: 2.100.000 habitantes en la provincia, a pesar de la cercana pérdida de Belgrano y Flores, que habían pasado a ser barrios de Capital Federal. El número se había duplicado desde 1885. 

Olavarría tenía 28.219 habitantes, Azul 32.303, Bolívar 26.155, y La Madrid y Laprida apenas llegaban a los 8.000.

Un padrón de "desocupados y menesterosos" y el socorro oficial a "muchas mujeres menesterosas" escribían tristemente la situación social de la ciudad. Mientras tanto, el 5 de agosto nacía el Banco de la Edificadora de Olavarría, a partir de un decreto con la firma del gobernador Marcelino Ugarte.

Más de tres décadas

Recién 37 años después la población del país volvió a ser censada. Olavarría crecía entre obras en 1947. Censuraban a un secretario de la Sociedad Rural que intentó hacer un discurso, las mujeres peronistas ya se organizaban para votar y moría el hombre de las letras de Olavarría, Arsenio Cavilla Sinclair. La ruta 226 hacia el oeste todavía esperaba y lo haría unos cuantos años más.

Un accidente de aviación se llevaba las vidas de Humberto Arregui y Juan José Falabella mientras la provincia prometía los rudimentos del aeródromo. Mientras tanto, el comisionado –intendente municipal- quería cerrar el Hospital porque daba pérdida. Una foto vieja de modernos neoliberales.

Los resultados del censo en Olavarría recién se conocieron en 1948, cuando el peronismo llegaba a la municipalidad y se consagraba senador Oscar Lara, padre del Impuesto a la Piedra.

"En comicios limpios, fue electo intendente el señor Santiago A. Cañizo", informaba EL POPULAR. Los festejos fueron extensos y populosos. Pero el peronismo gobernaría pocos años y volvería a hacerlo recién medio siglo después.

El impuesto a la piedra, medular en la historia de la ciudad, fue recibido por presentaciones en la justicia por parte de las empresas, que se negaban a pagar el tributo. Más de setenta años después, las historias se repiten, cíclicamente.

Mientras tanto, se conocían los números del cuarto censo nacional: Olavarría tenía más varones que mujeres (28.295 y 24.444 respectivamente). La población totalizaba las 52.739 personas. La lectura de esa desproporción entre hombres y mujeres se centraba en la llegada intensa de la inmigración interna de hombres en busca de trabajo. Olavarría era una meca laboral y lo fue durante muchos años.

En esos días nacía el Hospital de Hinojo, los obreros cementeros ponían en marcha un plan de lucha y se producía una singular huelga de estudiantes del Colegio Nacional y el Anexo Comercial, en protesta por la designación de un rector. 

Floreciente y crecida

1960 llegó a Olavarría con lo que se llamaba la "piqueta del progreso", que vino de la mano de Carlos Víctor Portarrieu. Que no ahorró patarreras, piquetas, hachas, palas y topadoras (dice el libro de los Cien Años) para derribar lo antiguo y traer lo nuevo. Mucho de lo viejo era bello e histórico. Pero sucumbió ante la fiebre constructora del intendente. Por ejemplo, no dejó árbol en pie. Pero a la vez fue el autor del primer cambio rotundo de la ciudad.

El 30 de septiembre de 1960 mil personas salieron a la calle para hacer el censo nacional. Según las primeras cifras, en 9.326 viviendas de la planta urbana vivían 34.175 personas, ahora sí con predominio femenino: 17.392 a 16.783. Pero en el número total de 58.551 habitantes, seguían siendo más los varones. 

La fiebre por construir con modernidad se llevó al viejo edificio del Club Social, cuna de la historia de una clase. La arquitectura tradicional de la ciudad caía bajo el progreso.

Fue en ese año que los jeans (vaqueros en realidad) irrumpían en la moda diaria. Primero los importados Lee y luego los nacionales Topeka y Far West que instalaron el estilo "casual" en los 60. Para hombres y para mujeres.

Universidad, radio, violencia

1970 llegó con una población un punto más alta que la media nacional. Las migraciones habían vuelto populosa y laborante a una ciudad plena de promesas y producción.

La Olavarría de esos años crecía en población y florecía en un impulso que se detendría en los 80. Salía al aire por primera vez Radio Olavarría, se pavimentaba el microcentro y la ruta 226 hasta la tres. 

El 15 de noviembre, un episodio de una violencia nunca vista en la ciudad se generó durante el partido entre las selecciones de Olavarría y Mar del Plata por el Torneo Argentino. Nunca se investigaron realmente las causas del desastre que dejó heridos, instalaciones incendiadas y una represión impresionante. 

En esos días también nacía la universidad, con el nombre de Instituto Universitario, extensión de la Universidad Nacional del Sur. Se inauguró el 4 de abril en las instalaciones de la ENET: eran 114 inscriptos: 61 en ingeniería, 42 en Ciencias Económicas y 11 en el profesorado de Matemáticas.

Pero Olavarría era también, según una estadística de la Unidad Regional Azul, el distrito con mayor índice de delitos en su jurisdicción. 

El censo de ese año exhibió 73.469 habitantes en una ciudad que no dejaba de crecer.

Dictadura y desastre

El censo de 1980 fue el censo de la dictadura. Entre los represores y la peor inundación de su historia, Olavarría transitó un año difícil, el primero de una década que la vería en declive.

A fines de abril las aguas del Tapalqué sobrepasaron los puentes, se volcaron sobre las casas, se llevaron comercios, muebles, viviendas, animales, recuerdos. Y unas cuantas vidas. 

El miedo profundo, el terror por lo desconocido, la caída de Radio Olavarría y un silencio de desamparo e incertidumbre se descargaron junto con el agua sobre una ciudad que parecía imparable. El mismo intendente que en los 60 ganaba elecciones ahora era parte de la dictadura que se resistía a volar la ruta que drenaría a la ciudad para que el agua no inundara el regimiento.

"Portarrieu recorrió en helicóptero -el único enviado por el gobierno, una nada- la zona rural y volvió diciendo que estaba todo tranquilo, que incluso algunos vecinos lo habían saludado. Después se supo que no eran saludos sino desesperados pedidos de ayuda", dice el libro de los Cien Años de EL POPULAR. Pasaron Jorge Rafael Videla y el gobernador Saint Jean. Los genocidas pasearon por la ciudad devastada tapada de barro y con las calles atestadas de muebles y ropas mojadas y embarradas.

Seis meses después, una Olavarría que se levantó con una fuerza implacable organizaba el censo que la mostraría con 89.662 habitantes. Un crecimiento que comenzaría a detenerse de ahí en más. El país superaba los 27 millones, con un porcentaje de inmigrantes del 6,8%. Ya arrancaba una tendencia irreversible: el 40% tenían origen en países vecinos.

Una década oscura

El censo, que había comenzado a realizarse cada diez años a partir de 1960, tuvo el primer atraso por crisis: 1990 estaba castigado por la hiperinflación del año anterior y la crisis social. Se decidió postergarlo para 1991, cuando Carlos Menem cumplía el primer año de gobierno y Juan Manuel García Blanco terminaba una accidentada y castigada gestión municipal.

Finalmente se realizó en mayo: se calculaban 103 mil habitantes para la ciudad pero apenas superaron los 98.000. En la Argentina, con 32 millones de habitantes, crecían el cuentapropismo, la precarización y la informalidad.

En diciembre asumió Helios Eseverri para retomar una larga gestión suspendida sólo por García Blanco en 1987. El intendente justicialista –único después de Cañizo y Alfredo Fernández- se iba a una banca en Diputados.

En esos días aparecía el sida en Olavarría, descubierto en dadores voluntarios del Hospital. Y rondaba la amenaza del cólera.

La década del 90 estaría marcada por un gobierno que redujo el estado, privatizó las empresas públicas centrales, dejó en la calle a centenares de miles de obreros y destruyó el aparato productivo. La dictadura y el menemismo marcaron a fuego un modelo que ningún gobierno pudo desactivar. Y condiciona este presente.

Los últimos tres censos

El censo 2001 fue una movida pre crisis política, social y de representación. Olavarría se aprestaba a ser la ciudad de servicios y no de producción, la de una industria represiva que fabricaba penitenciarios, policías y militares voluntarios. La población que arrojó el censo fue de 103.961 personas, una cifra que se había proyectado para 1991.

Como se incorporaron preguntas sobre discapacidad y pertenencia a pueblos originarios, surgió el dato de que el 3% de los hogares declaró tener al menos un familiar con origen indígena. Un 27% ya tenía celular y, de los 36 millones de argentinos contados, un 17% era pobre. El censo se hizo en noviembre. Un mes después, el país estallaba por el aire.

El censo 2010 se dio en un país que todavía celebraba el fenómeno político y social kirchnerista, aunque ya el conflicto rural había empezado a profundizar la grieta. El mismo día del censo moría Néstor Kirchner, por lo que ese día se volvió un emblema. El 27 de octubre se enumeraron 111.320 habitantes y José Eseverri comenzaba a alejarse del kirchnerismo. Aparecía en una foto en Salta mirando el Mundial con Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Diego Santilli y varios dirigentes intragables para la liturgia K.

De los 40 millones de argentinos, el 83% tenía celular.

Esta vez, la pandemia atrasó dos años el censo, que correspondía hacerse en 2020. En la época más anti de la Argentina reciente, cuando la antivacunidad ardía un poco menos, estalló el anticensismo. En tiempos en que la vida simulada pasa por las redes sociales, el censo fue destripado en su para qué, en su cómo y en el supuesto uso de sus resultados. Además de colocar a cada censista en una potencialidad delictiva. Con 47 millones, el país sigue creciendo con poco entusiasmo, se resigna a la impotencia y se prepara a votar a cualquier engendro que proteste a los gritos sin contenido.

En 2030, tan lejano como un siglo, habrá otro censo y otra historia. Pero el país imprevisible no permite vaticinios.