Particularmente, la calificadora estableció tres preocupaciones principales para los bancos argentinos: la fragilidad de las ganancias, que dependen cada vez más de las políticas "acomodativas", pero insostenibles del Gobierno; su vulnerabilidad a la confianza de los inversores, y su exposición a riesgos políticos y a situaciones que podrían afectar negativamente la distribución de sus activos, su rentabilidad y su capitalización.

La acción de Moody''s, que motivó una dura respuesta tanto del gobierno nacional como de las entidades representativas de los bancos, ha llamado fuertemente la atención, debido a que las entidades bancarias argentinas exhiben hoy muy elevados niveles de liquidez y solvencia. Las ganancias de los bancos son sólidas; se sitúan en un 23% del patrimonio, en tanto que la cartera irregular apenas suma el 1,7% del total de financiaciones. La liquidez de los bancos argentinos alcanzaba en junio pasado al 25% de los depósitos.

Las cifras mencionadas se comparan más que favorablemente con las de la mayoría de los sistemas financieros del mundo. Es que, si bien los bancos argentinos no son capaces hoy de ofrecer financiamiento en el largo plazo debido a la inflación, ni de pagar tasas de interés atractivas debido a la política monetaria expansiva del Banco Central, mantienen sus balances saneados, ganan dinero y son prudentes en la asignación de sus préstamos.

Al mencionar los riesgos políticos y las situaciones que podrían afectar la distribución de sus activos, es evidente que Moody''s está asignando una importante probabilidad a que uno de los primeros pasos que lleve adelante el Gobierno luego de las elecciones del próximo 23 de octubre consista en forzar a los bancos a financiar al sector público o a sectores económicos de su interés, lo que comúnmente se conocen como políticas de crédito dirigido. Dicha práctica de crédito dirigido ya se lleva a cabo en Venezuela y se encuentra incluida en el proyecto de reforma a la ley de entidades financieras que ha impulsado el diputado Carlos Heller, de orientación cercana al Gobierno.

Probablemente, la agencia de calificaciones ha observado también con preocupación la escasa propensión del Poder Ejecutivo Nacional a manejar de manera ordenada la cuestión presupuestaria y ha asumido que, así como en 2008 la estatización de las AFJP le permitió al Gobierno atravesar el difícil 2009 sin necesidad de efectuar un ajuste, la liquidez de los bancos podría cumplir dicho rol en caso de agravarse la situación financiera internacional en lo que queda de 2011 o bien en 2012.

La oportunidad de revisar la perspectiva de nuestros bancos seguramente ha tomado en cuenta los resultados electorales del 14 de agosto pasado y la afirmación de varios funcionarios del Gobierno, incluida la Presidenta, de que el modelo será mantenido. Lo cierto es que este llamado "modelo" muestra claros signos de agotamiento.

Ciertamente, ésta y otras advertencias no están de más, y el Gobierno debiera tenerlas muy en cuenta.

La situación fiscal se ha deteriorado debido al desborde del gasto y a pesar del inédito esfuerzo recaudatorio y de los altos precios de exportación. El financiamiento monetario del déficit impulsa la inflación, mientras que el retraso cambiario afecta la competitividad. Los congelamientos tarifarios exigen subsidios en montos crecientes y, a pesar de ellos, ha habido insuficiencia de inversiones en áreas clave, como la energía. El superávit comercial externo se ha deteriorado y el saldo neto en la cuenta corriente del balance de pagos tiende a desaparecer, en tanto aumenta la fuga de capitales. Las reservas internacionales están mermando y las tasas de interés internas han comenzado a ascender. Son señales concurrentes que, siendo aún incipientes, muestran las tendencias.

La decisión de Moody''s ha sido inesperada y controvertida, ya que de ninguna manera puede ser justificada observando la dinámica actual del sistema financiero argentino. Sin embargo, es un llamado de atención sobre los costos que genera el accionar de un gobierno que hace de la discrecionalidad, de la imprevisión y del aumento de sus necesidades de financiamiento un culto permanente.

Y es también la muestra de que las agencias de calificaciones han decidido curarse en salud e intentar anticiparse a los acontecimientos. Recordemos que el fallido banco Lehman Brothers era calificado por Moody''s todavía como A2 y por supuesto dentro del grado de inversión apenas unos días antes de su quiebra a finales de 2008.

Por eso, es de esperar que, pese a ser antipática, la decisión de Moody''s ayude a un reconocimiento de las amenazas y a la reorientación oportuna de las políticas.

La Nación, 30 de agosto de 2011