Claudia Rafael

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La tasa de homicidios dolosos en Olavarría durante todo 2013 fue de 5,38 cada 100.000 habitantes. Si se la compara con la estadística nacional dada a conocer por la ONU en estos días, resulta incluso inferior. El pequeño detalle es que esta última estadística se basa en datos ya perimidos y, además, parciales. Es decir, a nivel nacional, la última estadística global se remonta a 2008. Con un total de 5,8 crímenes cada 100.000. Y la siguiente, de 5,5, que sería la de 2009 (la revelada días atrás por Naciones Unidas) no incluyó ni los homicidios dolosos ni los datos poblacionales de la provincia de Buenos Aires, que es la más poblada del país y la que concentra el mayor número de asesinatos. Entonces se armó con tan solo el 61,05 por ciento del total de la población, excluyendo el territorio más conflictivo, más poblado y más caliente de todo el país.

En total, Olavarría tuvo -según informó el doctor Sergio Hernández, secretario de la Fiscalía General del Departamento Judicial Azul- seis homicidios dolosos en todo 2013. Con una población de 111.320 habitantes (censo 2010) la tasa se ubica en los 5,38 cada 100.000.

Nada de lo relacionado con el mundo de las violencias sociales resulta, sin embargo, un universo estático. Y tampoco sirve anclarse únicamente en la cuantificación vacía y gélida. Porque ir un tanto más allá de las cifras, zambullirse en historias y en causales, suele aportar otro tipo de definiciones mucho más profundas que la de decir meramente que Olavarría tiene una tasa de asesinatos más baja que la de la provincia e, inclusive, más baja que la de todo el territorio nacional.

Sin ir más lejos, el mes de febrero de 2014 estuvo -por sí solo- a punto de alcanzar el total de crímenes de todo el año pasado. Fueron cinco los asesinatos que arrancaron el 1 de febrero con la muerte de Juan Carlos Kysilka, de 39 años, en el barrio Alberdi (en un caso por el que está imputada su hija) y culminaron el 26 de febrero, con una víctima de la que aún no se conocen detalles sobre su identidad. Entre medio, murieron -en episodios dolosos- Silvia Machesi, asesinada en la entrada del Bingo; Gustavo Galván, en el barrio Lourdes; y Juan Carlos Pérez, en el barrio Los Cuarteles.

Indudablemente las comparaciones no sirven más que para tranquilizar conciencias. Porque si se compara la tasa de homicidios local con la de países como Honduras, de 90,4 cada 100.000 habitantes, con un total de 7.172 muertes anuales o con la de Venezuela, con una tasa de 53,7 cada 100.000, con un número de 16.072 homicidios y una suba imparable desde 1995, la ciudad parece un oasis. Incluso sería un paraíso si se la comparara con el índice rosarino, que llegó en 2013 a 21 homicidios cada 100.000 pobladores y que desde hace largo tiempo viene sumida en una saga narco-policial-criminal.

El gran tema no es ése. Tampoco se puede, obviamente, utilizar el solo mes de febrero para proyectar o intentar esbozar cuál podría ser la tasa de 2014 porque, de hecho los de febrero fueron, hasta ahora, el total de homicidios de los primeros cuatro meses del año.

Porcentajes

A lo largo del primer semestre 2013, los homicidios dolosos en el territorio provincial bonaerense fueron 756 que, anualizados, significaban un total de 1.512 y arrojaban una tasa de 9,67 homicidios dolosos cada 100.000 habitantes. Sin embargo, según reveló ayer el abogado Gustavo Arballo, titular de la página web saberderecho.com el total anual no fue de 1.512 sino de 1.363 ya que -publicó- en el segundo semestre se produjeron 607 asesinatos. Y esto arroja una tasa de 8,37. Que significa un 2,87 más que la media nacional (aquella de 5,5 que se utiliza usualmente pero que es irreal) y un 2,99 más alta que la de Olavarría.

Lo interesante es meterse de lleno en las razones de la criminalística local. Juan Carlos Kysilka fue asesinado de un puntazo en la región pulmonar y la única imputada es su hija. Cuáles son los infiernos que caldean los vínculos padre-hija que derivan en un homicidio serán imposibles de espejar en una nota periodística. En el caso de Silvia Machesi el único imputado es su ex pareja y esto, por sí solo, está hablando de una problemática que padecen infinita cantidad de mujeres. En el caso de Gustavo Galván, todo rondó en torno de un conflicto por la propiedad de una vivienda. En la muerte del mecánico Juan Carlos Pérez, la situación estuvo rodeada del conflicto ligado a una de tantas fiestas privadas en un barrio. En el caso de la persona asesinada en un micro de la terminal, se desconocen las causas pero todo lleva a pensar que previamente medió una relación de índole sexual. Con lo cual, si esto se compara con la división por causas hecha en base a los números del año anterior en las estadísticas de la Procuración General de la Suprema Corte surge una radiografía interesante de la ciudad.

En la provincia, área Interior, el 51 por ciento de los homicidios estuvo ligado a conflictos interpersonales ya existentes. Así podría clasificarse el crimen de Gustavo Galván (14/2/14, barrio Lourdes) ya que se habría producido por un atraso en el pago de una deuda por la compra-venta de un inmueble. En cambio, en las historias que derivaron en las muertes de Silvia Machesi (11/2/14, bingo) y de Juan Carlos Kysilka (1/2/14, barrio Alberdi) remite al 13 por ciento de los casos que en la zona Interior bonaerense responde a Violencia en el ámbito del Grupo Familiar. Hay un 16 por ciento que se enmarca en Motivación indeterminada y allí se encuadraría el asesinato de Juan Carlos Pérez (16/2/14, barrio Los Cuarteles) y también la víctima anónima de la terminal.

A la hora de desglosar si hubo o no una Relación previa con la víctima, en la provincia (zona interior), existía en el 57,1 por ciento de los casos de 2013. En los casos locales de este año, se podría excluir de ese porcentaje únicamente al crimen de Juan Carlos Pérez.

En tanto, si los ojos se dirigen al tipo de armas utilizadas, sólo se usó un arma blanca en el crimen de Kysilka. No así en los de Machesi, Galván y Pérez. Finalmente, se desconoce cuál fue en el homicidio de la terminal. En el contexto provincial, en la zona Interior, el 43 por ciento de los crímenes fueron cometidos con un arma de fuego y el 33 por ciento, con arma blanca.

Causas

Una ciudad como Olavarría no reporta a través de los últimos años historias de crímenes como los de Horacio Dos Santos, en 1998; Fernando Martínez, en 1999 o el de Argentino Wagner, en 2001 en que la muerte llegó en el contexto de un robo. Hace ya demasiados años que los homicidios dolosos golpean las puertas de la ciudad con otros ritmos más bien ligados a las violencias cotidianas enraizadas en odios y consumos, para los más jóvenes o en una violencia patriarcal en el grueso de los casos de las mujeres asesinadas. Sin perder de vista las marcas definitivas en la identidad ciudadana que dejaron los asesinatos mafiosos de 2004 y 2010 respectivamente, con las muertes de Claudio Bruccieri y Rubén Spaltro, primero, y de Marcos Alonso, seis años más tarde.

Decir que Olavarría hoy cuenta con una tasa de homicidios tres puntos más baja que la totalidad de la provincia en lugar de llevar a tranquilizar conciencias diciendo acaloradamente "qué bien que está la ciudad", no es más que una farsa. En todo caso, el poder político debería preguntarse y responderse de qué se muere cuando se muere violentamente y analizar luego, cuáles son los caminos para empezar paulatinamente a transformar una realidad que superó ampliamente todo lo imaginable.