Claudia Rafael

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Las historias más cruentas de la crónica roja son las que, usualmente, desatan avidez en la sociedad y son aprovechadas al máximo por cierta prensa que juega, desde un inicio, un rol de enorme peso. Más allá del papel ruin de los medios durante la cobertura de crímenes como los de Angeles Rawson y Candela Sol Rodríguez, el seguimiento periodístico del cuádruple homicidio de La Plata pasará a la historia. La Justicia penal platense condenó al albañil Javier Quiroga y absolvió a Osvaldo "Karateca" Martínez por los asesinatos de Bárbara Santos, de 29 años; su hija Micaela Galle, de 11; la madre de Santos, Susana De Barttole, de 63 años y una amiga, Marisol Pereyra, de 35. Absolutamente nadie entendió nada y, como era previsible, se desató la ira de quienes no creen en la inocencia de Martínez. El fallo dejó, por lo tanto, un sabor amargo.

El "Karateca" adquirió ante la sociedad ese apodo que le asestaron los medios. Y pocas horas después de aquel 26 de noviembre de 2011, el fiscal Alvaro Garganta se jugó por una de las líneas y salió públicamente a anunciar que había sido detenido el novio de una de las víctimas y que "la masacre del barrio La Loma" estaba resuelta. La Justicia de Garantías avaló la detención. Y nació el inicio de la condena social: el Karateca Martínez era el culpable.

Hubo que hacer malabares para que, con el correr de los meses, se pudiera seguir encajando la figura de Martínez en el escenario del crimen. Porque el ADN no coincidió como sí sucedió con el albañil Quiroga, que fue encontrado en el palo de amasar, en cuchillos, en las uñas de Bárbara Santos y en diversos objetos del departamento.

Cuando la rueda se pone a girar es muy difícil detenerla. Hay una (in)justicia mediática, como suele denominarla el abogado y periodista Darío Villarruel (justamente así se llama su reciente libro) que arroja sobre la arena una tesitura que, cuando se complota con instrucciones judiciales como las de Garganta y es abonada por determinaciones como las de Guillermo Atencio, el juez de Garantías, conforman un cóctel peligroso. Que suele ser aprovechado en sus máximas consecuencias por figuras estrella del derecho como Fernando Burlando (el mismo que apareció en el caso Candela) que asesoraba al remisero Marcelo Tagliaferro, que dijo y se desdijo a su antojo.

Esa misma (in)justicia mediática es la que ubicó a Sergio Opatowski, marido de la madre de Angeles Rawson, como "culpable"; es la que determinó la necesidad (abonada por el hambre social de sensacionalismo) de transmitir las 24 horas por los canales televisivos; es la que registró paso tras paso la búsqueda de Candela e, inclusive, el momento en que la madre de la nena reconoció el cuerpo de su chiquita dentro de una bolsa plástica.

Quizás "Karateca" sea inocente o tal vez no. Para la sociedad y para las familias de las cuatro víctimas nunca lo será.

O, en todo caso, como planteó Villarruel en el contexto del lanzamiento de su libro: "Yo siempre digo que hay tres verdades: la histórica que es lo que pasó y no se va a poder probar; la jurídica que es la que un juez puede probar en un juicio y la verdad periodística que es la verdad con la que se queda la gente".