Cacho Fernández

Ahora, nuevamente aparece el gasto desmesurado de los diputados y senadores provinciales, que, según el informe de La Nación, llegaría a unos 800 mil pesos por cabeza. De todos modos, el mismo informe llega a dar un costo por cada legislador de unos 13 millones de pesos mensuales por cada uno. Eso es lo que le costaría cada legislador a cada bonarense, cobre como un empleado de comercio o como un gerente de una multinacional. ¿Es mucho? definitivamente sí, muchísimo.

Pero entonces ¿cómo hacer para reducir ese costo a niveles más racionales?. En principio, eliminando una de las cámaras legislativas y constituir una Legislatura unicameral como la tienen unas 15 provincias argentinas. Sería un buen comienzo.

Los datos de la investigación sobre el costo de la Legislatura bonaerense conducen a una reducción urgente del gasto político pero en todo el país. Proporcionalmente, el costo político nacional es enorme y desproporcionado.

Un camino, por lo tanto, para bajarlo sería el de las legislaturas provinciales unicamerales. El otro camino podría ser el de la reducción del número de ministerios, la Provincia eligió el inverso al incrementar el en carteras con la creación de tres áreas más, lo que va a significar un incremento significativo en la cantidad de empleos.

También habría que reemplazar la boleta sábana por la única de papel o el voto electrónico. Por ahí, reducir el número de diputados nacionales, de concejales porque tanto en el Congreso como en varios municipios se suele dar una especie de sobrerrepresentación.

Pero otro punto, central tal vez porque incluye muchos aspectos del régimen político vigente, es el del financiamiento de la política, un tema alguna vez habría que abordar para preservar los espacios políticos y evitar la disgregación que suele ocurrir dentro de éstos.

Hoy, las coaliciones como Juntos y Todos, actúan como un "rejunte" sin posibilidades de sintetizar posiciones en congresos generales en los que cada una de las facciones estén representadas. Son precisamente eso, "rejuntes" que confluyen solamente en las urnas pero no en congresos o convenciones a través de congresales de cada partido para elaborar programas de gobierno o lineamientos a seguir. Y es así como después se producen las "borocoteadas".