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El santoral católico celebra cada 23 de septiembre al Padre Pío de Pieltrecina. Fue un sacerdote y fraile capuchino italiano nacido en 1887 y fallecido en 1968, canonizado en 2002 por Juan Pablo II.

"Hay hombres que han experimentado a Dios en el desierto y han aprendido a saborear la cruz. (Siervo de Dios Cardenal Eduardo F. Pironio), este ha sido el sello evidente del Padre Pío con todo lo que sufrió, en su cuerpo y en su espíritu. Una de las características más famosas del santo fueron los estigmas: las heridas de Jesucristo en el Calvario que el capuchino tuvo durante 50 años, al principio solo dolorosas y luego ya visibles.

Presentando el valor de la vida espiritual decía: " En la vida espiritual, el que no avanza retrocede. Sucede como con un barco que siempre debe seguir adelante. Si se detiene, el viento lo devolverá". En relación con la oración: "La sociedad de hoy no reza, por eso se está desmoronando. La oración es la mejor arma que poseemos, la llave que abre el corazón de Dios. Ora, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Nuestro Señor misericordioso escuchará tu oración. Debes hablar a Jesús también con el corazón, además de los labios; de hecho, en ciertos casos debes hablar con Él solo con el corazón".

Alentaba a todos a crecer en la confianza de que "estamos en buenas manos": "No te preocupes por las cosas que generan preocupación, desorden y ansiedad. Una sola cosa es necesaria: Elevar tu espíritu y amar a Dios, donde no hay amor, no hay Dios. Sin Dios, no podemos alcanzar el Cielo. Estas virtudes forman una escalera; si falta un paso, nos caemos". "Descansa en Jesús todas tus angustias". (...) "Recuerda que tienes en el cielo no solo un Padre sino también una Madre. Entonces recurre a María. Ella es toda dulzura, misericordia, bondad y amor para nosotros porque es nuestra Madre".

(*) Angélica Diez, misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.