San José, padre de ternura
En este año de San José queremos mirarlo y ponernos en sus manos de padre y protector. Sigamos caminando juntos, meditando la carta "PATRIS CORDE" que el papa Francisco nos envió para este año santo.
Contemplamos a San José como padre en la ternura. José vio a Jesús progresar día tras día "en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres". A su vez, Jesús vio la ternura de Dios en José. La historia de la salvación se cumple a través de nuestras debilidades. Muchas veces pensamos que Dios se basa solo en la parte buena y vencedora de nosotros, cuando en realidad la mayoría de sus designios se realizan a través y a pesar de nuestra debilidad.
El Maligno nos hace mirar nuestra fragilidad con un juicio negativo, mientras que el Espíritu la saca a la luz con ternura. La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros. Por esta razón es importante encontrarnos con la Misericordia de Dios, especialmente en el sacramento de la Reconciliación, teniendo una experiencia de un Dios que nos acoge, nos abraza, nos sostiene y nos perdona.
También a través de la angustia de José pasa la voluntad de Dios, su historia, su proyecto. Así, José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia.
El objetivo de PatrisCorde, la carta apostólica del papa para el año de San José, es que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes. La misión de los santos no es solo conceder milagros y gracias, sino interceder por nosotros ante Dios.
Los santos nos ayudan para poder vivir la plenitud de la vida cristiana y la perfección de la caridad. Sus vidas son una prueba concreta de que es posible vivir el Evangelio. Roguemos a San José que nos regale poder imitar su vida. Que podamos crecer en nuestra vida cristiana y busquemos la conversión de nuestro corazón. José amó inmensamente a María y a Jesús. Pidámosle que también nosotros podamos amar de este modo a la Virgen y a su Hijo.
En el marco del Año de San José, la Penitenciaría Apostólica, a través de un decreto, otorga el don de las Indulgencias. La indulgencia plenaria se concede en las condiciones habituales -confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre- a los fieles que, con espíritu desprendido de cualquier pecado, participen en el Año de San José en las ocasiones y en el modo indicado por la Penitenciaría Apostólica.