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Durante la semana pasada, Olavarría volvió a ser sede del Encuentro Regional de Integración por el Arte, un espacio que brinda herramientas artísticas a toda la comunidad para intercambiar experiencias, potenciar, y enriquecer a los más de 2.000 participantes que participaron de talleres, muestras, puestas en escena, conferencias y clases abiertas.

Uno de los visitantes ilustres que tuvo este encuentro fue Demián Frontera, quien desde el Grupo Alma trabaja por la integración personas con y sin discapacidad a través de la danza. A los 14 años sufrió un accidente deportivo que lo dejó en silla de ruedas y hoy, tras 17 años de bailarín, todavía se emociona al poder dejar un mensaje positivo a partir de su historia.

Su presencia en el Encuentro Regional fue tan movilizante que fue invitado a dictar un taller para jóvenes alumnos del estudio ArteDanza, quienes pudieron dimensionar la danza desde otra perspectiva. Tras el evento, invitó al cronista a sentarse en la silla con la que ha bailado en decenas de escenarios dentro y fuera del país e hizo un balance de su nueva visita a Olavarría, esta vez en el rol de referente y docente.

-¿Cuáles fueron las sensaciones de tu paso por el Encuentro de Integración por el Arte?

-Para mí fue un placer poder estar acá. No es la primera vez que estoy en Olavarría y debo agradecer al intendente José Eseverri, a Diego Lurbe y puntualmente a Andrea Hess, que trabaja en discapacidad hace mucho y es mi contacto acá en Olavarría.

La propuesta de dar un taller en este espacio fue muy emotivo porque fue una sorpresa para mí ver tantos asistentes. Fue muy conmovedor. Muchos comentarios coincidían en que encontraron algo nuevo o que sintieron algo distinto.

-¿Para vos también lo fue?

-Ahora me doy cuenta de que, más allá del tipo de propuesta, es el cómo lo dije. Creo que ahí está mi experiencia y mi desarrollo como artista, que me costó muchos años creerlo posible. A la vez que iba rehabilitando mi cuerpo, también iba rehabilitando mi autoestima.

Uno de los primeros lugares a los que vine a bailar fue Olavarría. Poder venir a dar un taller, porque no vine específicamente a bailar, desde un rol pedagógico, docente y de transmitir una experiencia, es muy fuerte. Es el corolario de 17 años de bailarín y 26 como persona con discapacidad.

En esos años pasaron muchas cosas y se iba transformando mi sentir, mi emoción y mi danza, es lo que quería trasmitir a los participantes de los talleres. Por suerte los comentarios y la devolución me hacen pensar que todo lo vivido y los dolores que transité sirvieron de algo.

-¿Desde tu lugar cómo ves la reacción de la gente ante la danza integradora?

-Para la mayoría de la gente primero está el reparo, después muchos sienten admiración y respeto. Cuando ven que empiezan a sentirse atravesados por la emoción que se transmite desde el escenario, se empiezan a preguntar "¿qué me pasaría a mí en esa posición?", y ahí les agarra el vértigo de saber si podrían, que es lo mismo que yo transité.

-En uno de los talleres algunos chicos se sentaron en la silla para tomar dimensión de las posibilidades, para todos fue movilizador...

-No es fácil. Imaginarlo por un ratito ya es fuerte y alguno creo que se dio cuenta. Una nena me dijo "empecé a sentir cómo es que vos bailás sentado". Sé que a partir de hoy esa nena va a ser más consciente de su cuerpo y de cuidarlo. Si ese es el mensaje, está buenísimo.

-¿Cómo te vas después de eso?

-Me voy con el pecho hinchado de tanto reconocimiento que me conmueve. Me costó muchísimo poder creerme en este lugar y esta posibilidad de poder transmitir. Primero fue creer en la posibilidad de subirme a un escenario y de llamarme bailarín, después me costó creerme el lugar de referente y ahora el del docente. Volver a Olavarría desde este otro lugar es muy fuerte, muy grato y muy placentero.