Mañana, por segunda vez en la historia, habrá segunda vuelta presidencial en la Argentina. La constitución original de 1853 no la preveía como así tampoco la contempló la reforma de la misma en 1949 ni la posterior contrarreforma en 1956. Sí se incluyó en la reforma constitucional de 1994 y nuestra carta magna dice desde entonces en su artículo 96: “La segunda vuelta electoral, si correspondiere, se realizará entre las dos fórmulas de candidatos más votadas, dentro de los treinta días de celebrada la anterior”.

Como casi todos sabemos, esa cláusula se aplicó hasta ahora por única vez en las elecciones de 2015 donde la alianza conservadora-radical Cambiemos con Mauricio Macri como candidato, confrontó con el peronismo y sus aliados de centroizquierda agrupados en el Frente para la Victoria detrás de la candidatura de Daniel Scioli.

La extrema polarización alrededor de la figura de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que se potenció con la sorpresiva muerte del fiscal Alberto Nisman y las fantasías generadas alrededor de la misma, amplificadas además por la oposición y sus Medios, más una errónea estrategia electoral en la Provincia de Buenos Aires, llevaron por primera vez en la historia a un líder político liberal-conservador a la Casa Rosada en elecciones libres.

En la primera vuelta la fórmula integrada por Scioli- Carlos Zanini había quedado en primer lugar con el 37,08% Y la de Macri-Gabriela Michetti segunda con el 34,15% (la fórmula Sergio Massa – Gustavo Saenz quedó tercera con 21,39%) En el balotaje el orden se invirtió y Macri fue elegido presidente con el 51,34% de los votos positivos frente al 48,66 % de su oponente. El 1,18% votó en blanco, el 1,28% anuló y el 80,77% del padrón concurrió a votar. 

Sin embargo, hubo además dos ocasiones en las cuales formalmente debería haber habido segunda vuelta o balotaje y no lo hubo.

Ganó, pero se bajó

La más conocida es la de las elecciones de marzo de 2003. Como consecuencia de la crisis económica del 2001, se “rompió” el sistema de partidos políticos vigente y se multiplicó tanto la oferta electoral que se llegó al record de 18 fórmulas presidenciales. El peronismo incluso ensayó un extraño experimento en que, por única vez, autorizó expresamente a tres de sus precandidatos a presentarse como candidatos con sus propias alianzas electorales sin que el PJ se presentara en ellas ni en ninguna otra.  

Una sí y dos que pegaron en el palo: La historia de las segundas vueltas en argentina
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En ese marco, dos de esos candidatos o para decirlo con mayor precisión, dos fórmulas, la de Carlos Menem – Juan Carlos Romero por el Frente por la Lealtad – integrado en lo formal por la Ucede y diversos partidos provinciales neoconservadores -  y Néstor Kirchner – Daniel Scioli por el Frente para la Victoria – integrado también en lo formal por el PNC del ubicuo Julio Asseff y diversos sellos neoperonistas, accedieron al balotaje al quedar en primer y segundo lugar respectivamente en la elección general con el 24,45% y el 22,25% de los votos positivos.

Con un mayoritario clima político, social y cultural de rechazo a la figura del ex presidente y los valores de la década que gobernó, el resultado estaba cantado a favor de Kirchner que contaba en contrapartida con un gran activo que era el fuerte desconocimiento imperante respecto a su figura. Para evitar entonces una derrota abrumadora y, según algunos analistas, deslegitimar al futuro gobierno de Kirchner que, si se hubiera concretado el balotaje, hubiera ganado y hubiera arrancado su gobierno mucho más legitimado que con el módico 22% de los votos original, cuatro días antes de la elección Menem anunció que se bajaba de la pelea.

Cámpora al gobierno

El otro “casi” balotaje es menos conocido. En 1972 la Dictadura encabezada por el General Agustín Lanusse, dispuso una serie de reformas a la constitución en su capítulo electoral de cara a la apertura democrática del año siguiente. Se estableció un mandato presidencial de cuatro años de duración, elección directa, se eliminaron las elecciones de medio término y se estableció que para ser candidato a Presidente de la nación había que tener residencia en Argentina por lo menos desde el 25 de agosto de ese año. Esa restricción tenía nombre y apellido: Juan Domingo Perón que por esa época residía en España exiliado tras su derrocamiento en 1955.

Hubo además una disposición electoral que impidió que los partidos políticos tuvieran nombres referidos a personas (nació ahí el Partido Justicialista en reemplazo del peronista) y otra que le dio a la UCR del Pueblo (la de Ricardo Balbín) la potestad de la sigla UCR y había otra, que establecía que en caso que ningún candidato llegara a más del 50% de los votos, debería hacerse una segunda vuelta o balotaje entre los dos más votados o para ser más preciso entre todas aquellas fórmulas que sacaran más del 15% de los votos.

Esa disposición por supuesto también estaba destinada a evitar el triunfo del peronismo. Frenada la posibilidad de que Perón sea el candidato, Lanusse confiaba en que el candidato alternativo que Perón eligiera no pudiera llegar al 50% de los votos (según cuenta Juan Manuel Abal Medina en su recomendable libro “Conocer a Perón”, Perón temía también ese escenario y más aún con la radicalización de Cámpora en la campaña) y que la fórmula de la UCR, que con certeza iba a quedar en el segundo lugar, agrupara luego al siempre vigente voto antiperonista y disputara con chances el balotaje.

Una sí y dos que pegaron en el palo: La historia de las segundas vueltas en argentina
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Ese movimiento de pinzas lo completó con otra maniobra. Desde el gobierno se auspició a la denominada Alianza Republicana Federal, integrada por partidos provinciales neoncoservadores y que solo tenía como objetivo restarle fuerzas a la Alianza Popular Federalista (demócratas progresistas y neoconservadores) que tenía un perfil ideológico similar pero no comulgaba con la estrategia electoral del gobierno de fortalecer a Balbín para el balotaje.

Los resultados de las elecciones del 15 de marzo habilitaron formalmente el balotaje. El FreJuLi (PJ + MID y pequeños partidos de todo el espectro ideológico) que llevaba la fórmula Héctor Cámpora – Vicente Solano Lima llegó al 49,53% de los votos y la UCR con la fórmula Balbín – Carlos Perette a 21,29%. Tercero quedó la APF con Francisco Manrique – Rafael Martínez Raymonda con 14,91% y hay quienes creen que en el recuento final la Dictadura metió la mano para que Manrique no llegara al 15% necesario para entrar al balotaje, en línea con la estrategia de fortalecer a Balbín. De todos modos, ante tanta diferencia y en línea con la política de unidad nacional que promovía Perón, el viejo líder radical pocos días después desistía formalmente de participar y Cámpora resultó electo presidente sin segunda vuelta.