"La propuesta es invitar a hermanos que están solos, que quizás estén esperando una llamada para compartir la Nochebuena, invitarlos a compartir la mesa en nuestro salón parroquial. Que vengan a compartir el abrazo, el saludo y la mesa", alentó fray Alberto Benegas, a cargo de la parroquia Nuestra Señora de Monte Viggiano, respecto de la cena comunitaria que se propone para este 24, tras la tradicional misa de Gallo en el templo San Francisco de Asís.

Con la conciencia clara de la realidad que transitan muchos hogares, "en paralelo o como rúbrica de lo celebrativo, lo eucarístico, lo religioso, estamos proponiendo una cena, para invitar a gente que está sola. La motivación, decimos, la da la misma fiesta de Navidad, que es celebrar la Eucaristía en el ámbito cristiano, en la misa y luego, una mesa compartida", tal vez imitando el "congregarnos en torno del pesebre".

Es que todo surge "del mismo Evangelio que relata el nacimiento: se congregaron ahí en el galpón donde estaba el pesebre, vinieron los pastores que estaban cuidando sus animales y recibieron el regalo y la invitación. Esa es la motivación: congregar, invitar hermanos que están muy solitos en esa noche, ya que en esa ocasión tenemos una sensibilidad total y la necesidad de ser saludados".

Vivir en paz

En la década del ´40, los franciscanos desembarcaron del otro lado del Tapalqué, un sector que por entonces se identificaba como una zona marginal que poblaron, justamente, las familias escapadas de los horrores de la guerra en Italia. Los emigrantes del sur de Italia, de la zona de la Basilicata, trajeron a su patrona, representada en una imagen en tela que todavía se conserva en la comunidad.

Quizás por aquello de "lo que haga falta", los franciscanos se abocaron desde un primer momento al colegio San Antonio de Padua -que hoy involucra los tres primeros niveles del sistema-, "porque no todos tenían" y por entender que para alcanzar la finalidad de promoción humana e inclusión que se proponían, un camino ineludible era la educación.

La parroquia que levantaron se denomina Nuestra Señora de Monte Viggiano, y está identificada con el templo ubicado sobre la calle Dorrego, a media cuadra del arroyo. Aunque la comunidad lo conoce como santuario, todavía no ha adquirido ese rango oficialmente.

Después llegaría la construcción del moderno templo San Francisco, en Ayacucho y Belgrano, en la búsqueda de ubicarse un poco más al centro de la traza que los involucra, que conforma una especie de triángulo determinado por el curso de agua que divide la ciudad en dos; Espigas, a un lado de la ruta 226; y las comunidades de Blanca Grande, Recalde y Mapis, sobre el otro lado de la cinta nacional, más las escuelas comprendidas en esa superficie.

Lo cierto es que en este crecimiento, con los años y el impulso de distintos grupos religiosos, se sumarían la capilla Nuestra Señora de la Esperanza, en Ayacucho y Mitre; Santa Isabel, en Buchardo y Pourtalé; Inmaculada Concepción, en Necochea y calle 17; el templete de la Virgen de la Loma; Nuestra Señora de Lourdes, en Grimaldi y 17; Nuestra Señora de Guadalupe, en San Lorenzo y calle 14 de La Candela; Virgen Niña, en Cerrito 4545, entre Fassina y Trabajadores, y la más reciente, dedicada a la Virgen de Caacupé, patrona de Paraguay, ubicada en la calle 10 Nº 1850, en el barrio Costero Sur.

La comunidad religiosa está integrada por seis frailes, aunque la que en los hechos atiende ese inmenso universo no supera un par. El hermano Piero se encarga de Cáritas y no celebra sacramentos; fray Nicolás, el hacedor del Colegio San Antonio y el padre Graciano vienen de atravesar complicadas situaciones de salud, lo mismo que fray Aníbal, que se repone de una enfermedad, con lo que la responsabilidad recae en el más joven, fray Pablo, que se desempeña como representante legal de San Antonio, y el mismísimo fray Alberto. Ambos asumen la celebración de las misas, la atención de los fieles y las responsabilidades concretas que le competen a cada uno. Cuentan, y desde hace años, con la ayuda invalorable de "muchos laicos comprometidos en actividades formativas, como la catequesis, sociales como es Cáritas, porque la puesta en juego del amor es ahí donde están los más necesitados". La comunidad posee lo que se denomina Orden Franciscana Seglar, integrada por laicos franciscanos, casados en su mayoría, que acompañan las acciones parroquiales y que suman unos 500 mil en todo el mundo.

Cáritas Monte Viggiano es la que centraliza la tarea social, con la atención de numerosas familias, una feria de ropa para cubrir necesidades y la entrega de pan y otros alimentos donados en los días de atención, que son lunes, miércoles y viernes por la mañana. En el lugar funciona además una ducha solidaria con jabón, agua caliente y toallas confortables para quienes duermen donde pueden. Desde allí se ayuda a las restantes instituciones, donde también se proveen alimentos y ropas, como Lourdes, Santa Isabel e Inmaculada.

Entre los franciscanos, estiman que su atención involucra a unas 30 mil personas en nuestro Partido. "En Argentina el 90% de la población esta bautizada y solo el 5% participa activamente en la vida de la Iglesia. Habría que sacar la cuenta a partir de allí", graficaron los franciscanos.

La parroquia del barrio Pueblo Nuevo involucra además la formación, a través de la catequesis convencional y la familiar, que permite "que los padres sean formadores en la fe de sus propios hijos". Y grupos como el Núcleo Talitha Kum, el Movimiento de la Palabra, la Lectura Orante de la Palabra, los Scouts, las Guías, los Gauchos Peregrinos, la Renovación Carismática, los cursillistas y los responsables de la formación prematrimonial, entre otros.

La Navidad constituye un nuevo desafío, al que "nos preparamos activamente, tratando de dar las respuestas. El 24 se celebra la misa de Nochebuena en cuatro capillas y el 25, en las capillas restantes, por la tarde, para ´hacer fiesta por el nacimiento de Jesús´ en tu vida, en tu familia, que es lo que significa el saludo Feliz Navidad".

En la Nochebuena, tras las celebraciones litúrgicas, y desde las 22, llegará el momento de sentarse a la mesa comunitaria. "Los que puedan, traen lo que tengan para compartir. El que no tenga, que venga con los brazos abiertos a compartir el abrazo, el saludo, y la mesa, lo que haya. Seguro que van a abundar afectos, cercanías, y el deseo de la paz, que es la palabra más pronunciada en la Biblia y por Jesús: la paz, tan necesaria a nivel personal, a nivel comunitario, a nivel familiar, en el país todo. Vivir en paz. Están invitados", finalizó fray Alberto.