Déficit cero o rendir las cuentas del amor
Desde el empréstito Baring que firmó Bernardino Rivadavia en 1824 al anuncio formal asumido por Cristine Lagarde con la bandera a sus espaldas. La deuda externa ha sido ?y es- una espada que pende sobre todas las cabezas. El acuerdo con el fondo no sólo acota la soberanía económica y política sino que también condiciona los años que vendrán.
La foto de Lagarde y Dujovne –ella con la bandera argentina atrás y él mirándola embelesado- es la imagen de la claudicación. Es la bronceada representante del Fondo Monetario Internacional asumiendo las responsabilidades de la Nación casi sin pudores. Cristina –pero no la otra, sino ésta- determinó qué políticas debía llevar adelante el Banco Central ante la crisis cambiaria. Y quién debía hacerlo. No Caputo, que salió eyectado el mismo día en que el otro presidente, Mauricio Macri, bailaba tango en el Global Citizen Award y se enamoraba de Cristine y pretendía que todo el país lo hiciera.
Pero la foto de la dominación a través de la usura nace 194 años atrás, cuando el hombre de las mil calles, Bernardino Rivadavia –entonces ministro de Hacienda- firma en Londres el empréstito con la casa Baring Brothers & Co. Eran 1.000.000 de libras esterlinas, equivalente a 5.000.000 millones de pesos fuertes. Entre los 300 mil que los financistas embolsaron como ganancia y las 130.000 restadas como el pago adelantado de dos cuotas anuales, apenas se recibiría poco más de la mitad en cash: 570.000.
La verdad es que llegaron a Buenos Aires poco menos de 100.000 libras en oro y el resto fueron letras de cambio contra comerciantes ingleses y porteños que supuestamente debían pagarlas. La plata en mano languidecía cada vez más. A tal punto fue la asfixia por la imposibilidad de pago que, en su momento, Rosas pensó hasta en entregarles las Malvinas para cancelar la deuda y quedar a mano.
El Presidente le habla de amor, a Lagarde. Y cuando fue amor con el FMI y con cada uno de sus banqueros mundiales, hubo vejación. No puede haber amor con sometimiento. Las relaciones carnales del menemismo no son amor. Las violaciones de los Chicago Boys durante la dictadura no son amor. Y esta sumisión del tercer milenio es el desencanto en tiempos en que se creía que ya no podría ser posible.
Será un amor stand by, una rendición sexual que se pagará carísima, con menos empleo, menos salud, menos educación y más disciplinamiento. El problema es que la pérdida de autonomía económica implica un eclipse de la autoridad política. Si le colocan y le manejan la presidencia del Banco Central desde fronteras afuera, si le determinan el dólar hasta 44 y le ordenan secar de pesos el día a día, si le detallan en qué gastar lo prestado y le conceden unas migas para repartir en el conurbano para que no estalle en diciembre, las decisiones políticas del Presidente se limitan a un presupuesto hecho a la medida del acuerdo con el Fondo.
Fue amor, como cantó Fito Páez.
Cero déficit
El bono a cien años y los 57.100 millones de dólares de préstamo que habrá que empezar a pagar en 2021 condicionarán la vida futura del país. Aun cuando el Presidente ya sea un recuerdo. Y Lagarde también. Las personas se diluyen en la historia. Pero las estructuras se fortalecen en pie. La foto de Rivadavia firmando el empréstito tiene casi 200 años. Y los primeros veinte del tercer milenio nos sorprenden en la búsqueda desesperada de un déficit cero (que se gaste lo mismo que lo que ingresa) lógicamente imposible en un país brutalmente desigual, con la mitad de los niños sumidos en la pobreza, tarifas impagables y una devaluación de casi un 300% en tres años. Y donde el sistema tributario golpea más al pequeño consumidor que a los superexportadores y a los rentistas financieros.
Déficit cero quería Cavallo. Domingo.
Pero déficit cero primario. Porque el déficit financiero estará atravesado por el pago de intereses de la deuda. Pero ése no se cuenta.
Mientras tanto, esta semana tremenda se anunció el segundo acuerdo con el Fondo. Porque el primero naufragó: no se pudieron lograr la metas impuestas por el organismo. La inflación se disparó, el dólar se disparó y la esperanza cayó al subsuelo.
Entre paréntesis, sólo en 2017 el pago en concepto de capital e intereses de la deuda ascendió a los U$S 83.738 millones. Se estima que en 2018 se habrán pagado otros U$S 90.000 millones. Todo en pos del déficit fiscal. El lunes –mañana- las tarifas vuelven a aumentar en más de un 30%, porque se regulan a valor dólar. Pero se reduce la bonificación de la tarifa social del gas. Para poder ajustar el déficit cero. Porque los 4 pesos por dólar de las retenciones, a 44 no existen. Entonces más vale recaudar con la enorme masa inferior, que no reacciona. Los bolsos conventuales de López se convierten en un símbolo de realismo mágico y nada más. Aunque para algunos medios la primera noticia sigan siendo los cuadernos cuando gran parte del país la está pasando mal. Muy mal. Y es un dato concreto, objetivo.
Atravesando
la historia
Al finalizar la presidencia del conquistador Julio Roca (1904), los 5 millones de pesos fuertes del empréstito Baring se transformaron en 36 millones de deuda. Durante décadas se contrajo deuda para pagar deuda. Y tanto la documentación del empréstito Baring como los papeles de la deuda multiplicada durante la dictadura y el menemismo desaparecieron mágicamente. Y nunca se investigó su legalidad, única herramienta para tomar una decisión argumentada y legítima de no pagarla. Un default con respaldo moral. Y no una declaración de morosidad que expone delictualmente al país ante los patrones del mundo.
La llegada de José Alfredo Martínez de Hoz (integrante del Consejo Asesor del Chase Manhattan Bank, directivo de Acindar y la Italo) al ministerio de Economía sólo tuvo un paralelismo histórico posterior: el nombramiento de Angel Roig (ejecutivo de Bunge y Born) como ministro de Carlos Menem. Fue instituir en el gobierno al poder económico, ya sin máscara ni pudor. M. de H. tomó una deuda de 7.500 millones de dólares y el país, atravesado por la delincuencia económica y el genocidio político, saltó a manos de Raúl Alfonsín con 45 mil millones y la estatización de la deuda privada, por obra y gracia de Domingo Cavallo (que volvería a repetir esta generosidad extrema con el poder en su paso por los gobiernos democráticos).
Hoy los grupos económicos vuelven a estar en el poder, con presidencia, ministerios y acreedores. Pero en democracia.
Durante estos últimos años la deuda de cada cabeza argentina subió de U$S 3.795 en diciembre de 2015 a U$S 6.903 de junio de 2018. Pero esa deuda contraída no fue para puentes, rutas y obras públicas imprescindibles. De hecho, se están suspendiendo en todo el país. Y el presupuesto de Ciencia y Técnica cayó estrepitosamente. Por dar un ejemplo.
La deuda es una serpiente que se muerde la cola.
El instrumento "La balanza", de Chequeado.com, tiene una enorme utilidad como para transformar los diferentes montos de la deuda (57.100 millones de dólares en el último acuerdo) en jardines de infantes, jubilaciones mínimas, hospitales, etc. Es casi vano reproducirlos porque está claro que no se transformarán en realidades palpables. Sino que irán al estómago de un monstruo sistémico que se alimenta de la deuda que pagan los más vulnerables.
Sin embargo, el Ministro de Economía casi llora de emotividad al anunciar la sensibilidad modelo 2018 del FMI, cuando Lagarde le susurró al oído que se permitiría un margen "adicional de déficit de 0,2% del PBI para dedicarlo únicamente al gasto social". Son "cláusulas de salvaguarda social inéditas". Y Dujovne se enjugó las lágrimas.