smelo@elpopular.com.ar

Cincuenta años es una vida, es medio siglo, es un pedazo de historia detenida. Y es, además, una cadena de cinco décadas desde que los dorados ´60 vistieron de oropeles la segunda mitad de la era más violenta y cruel de la historia de la humanidad. Olavarría explotaba de trabajo y de migrantes que llegaban a construirse el futuro cuando Dina Pontoni se convertía en la primera concejal de la crónica política de la ciudad.

Era 1965. Las mujeres empujaban con sus cabezas la tierra para asomar, como las semillas que de pronto se vuelven brotes y nadie entiende bien qué es lo que pasó. Todavía no hacía dos décadas que se les había concedido el voto, como voluntad del soberano. Y Amanda Peralta, bolivarense, caía presa en la prehistoria del primer foco rural de las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional (FARN). Era la primera guerrillera de la historia argentina. 1965. Dina Pontoni compartía el recinto del Concejo Deliberante con un joven Helios Eseverri. Que volvía loco a Carlos Víctor Portarrieu y en poco tiempo más pondría en marcha su pelea por la venta de leche cruda. Que reviviría 35 años después, en pleno derrumbe del país.

Como un dato certero de la vida de Olavarría en esa década arrolladora es interesante analizar la pirámide poblacional (surgida de la subsecretaría de Indicadores Locales del Municipio): entre 1960 y 1980 la población aumentó un 50%. Entre 1991 y 2010, apenas poco más de un 13%. Desde las ciudades vecinas llegaban de a cientos a hacerse la Olavarría. Como habían desembarcado de a miles en estas costas promisorias cuando Europa expulsaba.

Ni siquiera el puente de la avenida Sarmiento (el de los disgustos y la tragedia, el que el Municipio admite que deberá re construir un día de éstos) existía. Y había quienes pensaban en que la nueva Terminal de Omnibus debía contar con un túnel que cruzara la Pringles por debajo de la tierra. Nadie imaginaba su utilidad, decían las crónicas recogidas por el Libro de los Cien Años de EL POPULAR. Y nadie pudo explicarla hasta hoy.

Proscripciones y mujeres

Cuando Dina Pontoni asumió una banca en el Concejo Deliberante por el Partido Justicialista, el peronismo asomaba de la proscripción. Las mujeres estaban varios escalones por debajo de la hegemonía masculina, apenas empezaba a admitirse que pensaban, que podían ejercer el derecho a voto (dispuesto recién en 1947, la gran contradicción histórica exhibe a Eva Perón ejerciéndolo por primera vez cuando ya la enfermedad le impedía mantenerse en pie), que tenían alma (la Iglesia lo había negado durante siglos) y que eran capaces de ser médicas, intelectuales y revolucionarias, entre otras cosas.

Cuando Dina Pontoni asumió la banca, rodeada de varones y con Helios Eseverri en la de enfrente, Amanda Beatriz Peralta había abandonado Bolívar y caía presa cuando explotaron en el edificio de Posadas 1608 de capital federal los rudimentos de la guerrilla rural que luego aparecería, efímera, en Taco Ralo, Tucumán. Años más tarde, la misma provincia sería asolada por el Operativo Independencia, comandado por uno de los más encarnizados represores: Antonio Domingo Bussi.

En Olavarría, los oficiales solteros de la guarnición militar ofrecían un futuro interesante a aquellas mujeres de cierta clase que se acercaban a las fiestas del casino de oficiales. En pleno centro, donde después sería la Escuela Normal. Y ahora, Carrefour. Apellidos ilustres y fundantes se entremezclaron con la vena militar. En los años 70 esa mixtura se volvió trágica.

Otras mujeres iban por otros destinos.

En las elecciones de marzo del ´65 (cuando se levantaba la proscripción al peronismo pero Juan Domingo Perón seguía en su exilio forzoso), en Olavarría ganó el MID de Carlos Víctor Portarrieu pero Dina entró al Concejo a través de la Unión Popular, de extracción peronista, que fue el segundo partido más votado (10.558 votos a 8.587).

Ellas y las demás

Habían pasado años terribles, cuando el nombre de Perón en cualquier boca era pecaminoso y merecía la cárcel. Cuando el busto de Eva, el de Pringles y Del Valle, fue arrancado y secuestrado. Pero volvía, el peronismo. Regresaba vivo a pesar de tanta muerte. Y seguiría vivo hasta hoy, aunque la tragedia de la historia le arrancó el germen de la revolución.

El apogeo dorado de la ciudad, plena de trabajo, cemento y héroes de Galera, era acechado por la epidemia de poliomielitis que dejó marcas en toda una generación. Dina Pontoni se ganó un lugar con militancia e ideales. Sin que el cupo femenino (creado por Carlos Menem en los 90) impusiera el tres por una en las listas. Nadie imaginaba que alguna vez una mujer sería Presidente de la Nación elegida dos veces. Rodeada de otras dos mandatarias latinoamericanas. Y con la palanca de Europa en manos de otra, más férrea y menos indómita.

Después de Dina, llegaron las demás, pero en dosis mínimas. Ella volvió en 1983. Y otra vez fue única mujer en una banca. Y siempre por el peronismo. Recién en 1985 apareció Gloria Scrimizzi en su mismo bloque. Y la periodista Estela Espeluse en el radicalismo. En 1987 asumió la docente María Luisa Echeverría (MAO – Portarrieu) y Liliana Cornejo (PJ). En 1989 no hubo mujeres en las listas, al menos en lugares entrables. Y fue en 1993 cuando asomaron quienes tendrían un protagonismo más o menos luminoso en la década siguiente: Nora Gelso por el eseverrismo y Alicia Tabarés por el PJ. Varias más pasaron por el Concejo Deliberante sin hacer historia. Pero en 2001 llegó a la política partidaria Silly Cura, quien peleó la intendencia con José Eseverri en 2007. Y en 2005 irrumpió en una banca peronista Liliana Schwindt. Hoy por hoy, la única mujer en carrera. Que se da el lujo de soñar con propinarle al Intendente Hijo un sobresalto para el que no está preparado.

Dina y La Negra

Cuando Dina Pontoni se sentaba en una banca y entraba en la historia, Amanda Beatriz Peralta (La Negra) tenía 26 años y ya era una militante legendaria de la resistencia peronista. Había nacido en 1939 en Bolívar y estaba en la cárcel por primera vez. Fue la primera mujer guerrillera hasta que en 1973 colgó las armas cuando llegó Héctor Cámpora a su fugaz presidencia. Dos años antes se había fugado espectacularmente –con otras dos compañeras- de la cárcel Buen Pastor en San Telmo.

Cuando a las mujeres no les estaba concedida la vida al mismo tono y grito que a los varones, ella fue una de las fundadoras de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Y su audacia ideó una guerrilla inspirada en la experiencia cubana y en la huella del Che en Bolivia.

Sus padres eran productores rurales con buena suerte y acertada visión para los negocios. Ella prefirió seguir a John William Cooke, que murió de cáncer en Buenos Aires tres días después de que se desmantelara el intento de Taco Ralo en Tucumán.

Ella murió en 2009, en Suecia, por un enfisema pulmonar.

Dina Pontoni sigue entregando, todos los años, el premio que lleva su nombre.