"Empecé con el motor de una maquinita de agujerear de 10 milímetros. Fue fabuloso. La rebobiné y anduvo. Hoy por este taller pasan motores de buques, trenes, submarinos y gasoductos", cuenta con orgullo Daniel Block, al frente de un emprendimiento que nació el 20 de noviembre de 1970 y hoy es marca registrada dentro y fuera del país.

Todo comenzó en un pequeño taller ubicado en la avenida Pringles. Allí le ampliaban la vida útil a heladeras y lavarropas con Daniel Block a la cabeza y la cultura del trabajo en el ADN. Un puñado de herramientas, mucho empuje y genes alemanes a disposición hicieron el resto.

Eso sí, nadie tenía en la agenda que cinco décadas más tarde se convertirían en el asistente técnico oficial de los tres fabricantes de motores más importantes del mundo: WEG, Toshiba y ABB.

"Comencé a hacer motores pequeños de electrodomésticos, eso venía de cuna. En mi casa sólo se hablaba de la electricidad. Mi abuelo y mi papá eran responsables de que hubiera luz en Olavarría porque manejaban la Usina. Es un poco genético", reconoce Block mientras señala las fotos en sepia que tiene en su escritorio.

Sin embargo, el puntapié inicial lo dio Fortabat: "La fábrica Loma Negra crecía y Don Alfredo había comprado unos motores ingleses que había que montarlos. Mi abuelo lo hizo. Luego vinieron otros hermanos y nuestro lugar en el mundo quedó acá", reseña el empresario que además de mecánico es diseñador de motores.

Unicos en el rubro

La electricidad era parte del mandato familiar y eso explica cómo en pocos años el negocio resultó competitivo y con motores de mayor porte. Eso los decidió a mudarse al Parque Industrial, cuando promediaba la década del 90.

El primer gran desafío fueron las locomotoras. Hoy hacen motores de corriente continua y de media tensión en todas las potencias. Tienen equipamiento y know-how para fabricar bobinas de campo e inducción en tiempos óptimos y con calidad garantizada. También realizan rebobinados y reparados a nuevo.

En la nave del PIO, que exigió ampliaciones, disponen de equipamiento, instrumentos de medición y control. También cuentan con un laboratorio modelo para la fabricación de bobinas de media tensión, baja y corriente continua.

"Estamos haciendo trabajos de corriente continua únicos. No hay desarrollo de eso y en la pirámide de máquinas eléctricas esto está en la cima. Es una obra de ingeniería cumbre: lleva más conocimiento, desarrollo, tiempo e inversión. Hacemos las dos máquinas y eso nos posiciona", destaca el empresario.

Con la vara alta

Ahora, ¿en qué industrias aparece el sello Block? El abanico es amplio e incluye varios rubros, desde el alimenticio, ferroviario y cementero hasta la minería, cerámica y petroquímica, con servicios en todo el país pero también en Brasil, Bolivia, Uruguay y Chile.

"Estamos en todos lados. Cuando se quema un motor en Argentina de alguna manera llega a Block. Abarca todo porque todo tiene motor eléctrico porque el mundo es eléctrico", analiza Block.

"En el 96 nos designan asistente técnico de WEG. Hoy somos el asistente más grande de Argentina, con 5 estrellas. Después se sumaron ABB y Toshiba. Tenemos la vara alta. El motor nuestro mueve máquinas muy importantes: buques, trenes, submarinos, minería, gasoductos. Es mucha responsabilidad. Se requiere de gente preparada, que todo sea perfecto. No podemos tener errores", aclara.

De todos modos, señala que el trabajo en equipo es un pilare clave, hoy con cuarenta empleados que sienten un fuerte compromiso por lo que hacen.

Trenes y ofertas

En 2001, cuando el país se desplomaba, adquirieron otro lote en el PIO para montar el nuevo galpón. "Muy loco todo, era imposible, pero éramos varios y teníamos que sobrevivir. Había que hacer cambio drástico, sabía qué pero faltaba el dinero y me animé", confiesa Block, consciente de que fue un acto de audacia.

La familia y sus hijos, que son parte de la empresa, se resistían. "Pensaba que estaba mal del mate. Estuve 90 encerrado con el motor de una locomotora. Vinieron de la empresa de Brasil que tenía concesionado el ferrocarril acá. Buscaban un taller en Argentina para hacer el motor americano acá. Vieron el taller, les encantó y nos convertimos en proveedores", referencia con orgullo Daniel Block.

Pronto se corrió la voz y empezaron a desfilar las consultas de "todos lados para hacer motores de locomotoras. Tuvimos que automatizar y empecé a fabricar las máquinas que necesitábamos" hasta ser hoy punto de referencia a nivel país y en el exterior.

Tuvieron muchas ofertas, todas tentadoras. Desde chinos, rusos y un millonario hindú hasta una empresa brasileña que quería el taller "con Block adentro por cinco años". Sin embargo, pesó la familia, pesó el posible desarraigo y la apuesta siguió siendo Olavarría.

Patentar el motor

"Me fundí muchas veces. Hay que estar mirando la política económica, los problemas geopolíticos. Se paga caro. Son inversiones muy grandes. En el 70 no quedó ninguna fábrica de motores en Argentina y yo puedo fabricar", se lamenta Daniel Block. La impotencia es que pasan los gobiernos, terminan las gestiones, y nadie toma el guante.

"Tenemos el conocimiento y la capacidad pero hay que hacerlo y venderlo. El mundo va rápido. Ojalá tuviéramos un país un poco más maduro, con 4 o 5 reglas claras más allá de color político", dice, y se le pierde la mirada.

Necesita dejar testimonio pero es consciente de que es un trabajo "muy absorbente y sacrificado. Si no tenés la pasión suficiente es muy difícil", reconoce, tras admitir que sus jornadas no bajan de las doce horas y es muy difícil que sus seis hijos puedan seguir ese ritmo.

Su sueño es fabricar el Motor Block. Tiene el conocimiento y la capacidad, que están plasmados, en "un proyecto de 600 páginas donde propongo hacer el motor en Olavarría pero está muerto en algún ministerio" y sin ese respaldo la inversión es inviable.

El taller es competitivo y no solo aporta soluciones mecánicas sino que hace docencia. También ha superado ensayos de ingeniería a nivel país y escala internacional.

"Quieren venir a capacitarse de muchas empresas. Campo y pizarrón, laboratorio y ensayo. Voy a terminar haciéndolo, me gusta la docencia. De hecho, nunca pensé que una bobina nuestra iba a ir a parar el laboratorio de Estados Unidos. Pasar ese ensayo fue fuerte", admite. El reconocimiento surgió del Institute of Electrical and Electronics Engineers (Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos), asociación internacional dedicada a la investigación y estandarización de normas.

Daniel Block hoy trabaja junto a sus hijos Pablo, Germán, Miguel, Alejandro, Marcelo y Ezequiel y dice que no hay secretos: se requiere de pasión, esfuerzo y superación. Más allá de las crisis y de los golpes de la vida que varias veces puso en jaque a la familia hasta llegar a arrebatarle a su hijo Guillermo. Pero siguen adelante y en pie de lucha junto con su esposa Liliana, como principal sostén.

Cincuenta años de Electrotécnica Block, una pequeña gran empresa que no detuvo su ritmo con la pandemia y donde clientes, proveedores, empresas, familiares y amigos son parte del equipo, son parte de ese ADN y el principal motor a la hora de trabajar y hacer la diferencia.

Más que ABB

"Es una caricia al alma ver que todo funciona", reconoce Daniel Block, el bachiller que iba a ser médico pero se convirtió en doctor de motores. Ni escuela técnica ni universidad. Oficio y genes, ésas fueron las llaves para explicar el éxito de Electrotécnica Block. "Vinieron de Finlandia y de Rusia y terminamos brindando con vodka y champagne porque el trabajo había sido un éxito", cuenta con alegría. El taller es asistente técnico de WEG, Toshiba y ABB, los tres fabricantes de motores eléctricos más importantes del mundo. "Nunca me voy a olvidar el día en que un ingeniero alemán llamado Andreas se arrodilló delante de mí y luego me dio un abrazo. Habíamos estado 10 días juntos sin tratarnos y una noche fuimos con el traductor a la fábrica. Ahí vio que estábamos haciendo unas barras muy difíciles. ''Mis más sinceras congratulaciones. Esto es más que ABB'', me dijo. Fue increíble", recuerda con orgullo Daniel Block.

Valores innegociables

"Volvería a hacer lo mismo. Yo iba a seguir Medicina. Tengo artículo del diario EL POPULAR donde me hicieron nota cuando jugaba en Softball Menor en el Colegio Nacional, con el profesor Herrera. Ahí me preguntaron y dije que quería ser médico pero terminé diagnosticando y arreglando motores", admite, entre risas, Daniel Block.

Está convencido de que su abuelo alemán y su padre se deben estar "riendo como locos con todo lo que nos hemos peleado. Llegamos sobradamente. Es un orgullo porque vienen clientes y encuentran lo que necesitan. Imagínate que hay una fábrica con 2000 personas esperando que pongan en marcha los motores y que eso depende de nosotros...", dimensiona.

Hubo vaivenes y tocaron fondo. Se saben sobrevivientes en un país donde "solo el 14% de las empresas familiares" logra seguir en pie. "La época de Menem me hizo pomada. Veía pasar los motores en ferrocarril a Brasil. El galpón era nuevo y ni un motor adentro. Es un milagro estar acá", reconoce, a 50 años de haber tomado la posta.

Con valores innegociables, esos que "nos enseñaron los abuelos y que teníamos en la Argentina hasta hace poco" como son la "honestidad, cumplimiento y el valor de la palabra, que mantengo a rajatabla. Hay un grupo de gente que aún lo mantiene, con la que pensamos igual. Muchos amigos que me han prestado plata de palabra para zafar de una situación difícil", destaca con gratitud Block.