Si bien las huellas dactilares ya existían como método de identificación de personas en Babilonia, Persia y la China antigua, y en el Japón antiguo como forma de firmar documentos, recién en el 1877, en Inglaterra, comenzaron a utilizarse para llevar un registro oficial de la población de ese entonces.

Sin embargo, a nadie se le había ocurrido llevar este poder único y particular de las huellas dactilares de señalar la identidad de los seres humanos de manera casi perfecta, a la investigación y la resolución de crímenes.

La idea que cambiaría el mundo de la criminalística y ayudaría a dar respuestas a cientos de miles de homicidios, robos y secuestros que de otra manera habrían quedado sin culpables, llegó de parte del argentino Juan Vucetich, un investigador de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.

Perfeccionar lo inventado

Iván Vu?eti? nació el 20 de julio de 1858 en el Imperio de Austria, pero a la edad de 23 años se mudó para el resto de su vida a Argentina. Se nacionalizó argentino como Juan Vucetich, e ingresó en 1888 al departamento central de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, en la ciudad de La Plata.

Tras trabajar en contaduría por un año y medio, fue nombrado Jefe de la Oficina de Estadísticas. Una de sus primeras ocupaciones, fue la de crear un sistema de identificación de sospechosos y personas en general para la Policía, trabajo encargado por el jefe de policía Guillermo Núñez.

Una de las causas más comunes por las cuales los crímenes quedaban sin resolución, era la incapacidad de encontrar o incluso condenar al culpable por falta de pruebas que lo situaran en la escena del crimen. En ese momento, no existían en ninguna parte del mundo dos sistemas de identificación que actualmente nos resultan indispensables y vemos funcionar tanto en la realidad como en la ficción: las pruebas de ADN, y el sistema de reconocimiento por huellas dactilares.

El antropólogo inglés Francis Galton fue una de las primeras personas en el mundo en dedicarse a estudiar las particularidades de estas líneas delgadas y casi imperceptibles que tenemos los seres humanos en las puntas de los dedos de las manos y pies, y en las palmas de las manos.

El resultado de sus investigaciones, el libro "Huellas dactilares" (1892), llegó a las manos de Vucetich, quien se dedicó a analizar los cuarenta rasgos identificatorios que Galton había encontrado en las huellas dactilares.

Vucetich identificó 101 rasgos generales de las huellas dactilares, para poder clasificarlas luego en cuatro grandes grupos. Esta clasificación simplificó mucho el método de identificación por huellas, y se basaba en cuatro rasgos principales: arcos, presillas internas, presillas externas y verticilos.

A partir de estas formas de clasificar, la Policía Bonaerense inició en 1891 y por primera vez en el mundo, el Registro Dactiloscópico de las Personas, el cual entró en vigencia ese mismo año.

Este hecho cambiaría para siempre el trabajo forense y criminalístico, no sólo en Argentina, sino en todo el mundo.

Un siglo después, aún vigente

Vucetich plasmó los resultados de sus investigaciones en dos escritos, "Idea de la identificación antropométrica" (1894) y "Dactiloscopia comparada", el cual fue presentado en el segundo Congreso Médico de Buenos Aires en 1904. Este último trabajo recibió premios y distinciones internacionales, y fue traducido a varios idiomas.

En el año 1892, su método de identificación logró su primer éxito. Con base a las huellas ensangrentadas que había dejado en la escena del crimen, sobre todo de la de su pulgar derecho, se pudo comprobar que Francisca Rojas de Caraballo había asesinado a sus dos hijos, en la ciudad de Necochea. La mujer había acusado a su vecino del crimen, pero la presencia de sus huellas dactilares en la escena la obligó a confesar.

Un siglo después de la invención de Vucetich, el sistema que desarrolló en nuestro país continúa siendo el método más efectivo para identificar a las personas en base a sus huellas dactilares. Si bien fue perfeccionado y modificado, en esencia se utilizan los cuatro grupos que determinó el investigador como base para realizar las comparaciones y los registros, tanto en el ámbito de la criminalística como en documentos de identidad, sistemas de seguridad o incluso en empresas y bancos.

Las huellas dactilares continúan siendo hasta la actualidad, la prueba más verosímil y más difícil de falsificar para comprobar la identidad de una persona, y dicha prueba es "hecha en Argentina".