Malele, un campo difícil hecho fácil
En la bahía de Samborombón, la firma Arandú consiguió potenciar un duro campo de cría a partir de la incorporación de genética, y un manejo estratégico instrumentado por un personal apasionado y comprometido con el proyecto. "Es la prueba de que a pesar de las limitantes se pueden lograr resultados importantes a partir del trabajo, la inversión y un planteo simple", resume Alfredo Gusmán, presidente de la Asociación Argentina de Angus.
Agencia DIB
La Estancia Malele es un gran ejemplo del potencial de la ganadería cuando hay trabajo, esfuerzo, inversión e incorporación de genética. En la bahía de Samborombón, la firma Arandú S.A. desafía todas las limitaciones que ofrece un campo duro y logra plasmar un proyecto ganadero de punta.
Poco más de 12.000 hectáreas, un rodeo de alrededor de 4.000 vacas y 200 toros y 45 kilómetros de caños enterrados para poder abastecer de agua a los animales componen la estancia propiedad de Federico Vizzolini. El productor tresarroyense compró el establecimiento en 1995 y a partir de ese momento comenzó con un plan para potenciar este complejo campo de la cuenca del Salado.
Y su planteo y sus resultados fueron exhibidos en un Día de Campo organizado por "Rústicos", el colectivo ganadero ideado por Sergio Amuchategui compuesto por criadores y cabañeros del sudeste bonaerense, y por la consignataria Alfredo S. Mondino.
La propuesta era muy sencilla: mostrar el impacto que la genética tiene en un rodeo y un campo muy predispuesto a inundarse, con diversas limitantes que hacen muy complejo el manejo, escasas y poco valiosas reservas forrajeras y con dificultades para conseguir agua de calidad.
"Lo que mostramos es un rodeo de 4.000 vientres muy interesante, sobre todo por el campo donde se está produciendo, con muchas complejidades, y en el que la vaca se ha adaptado muy bien", explica el médico veterinario Ariel D’Angelo, encargado de la estancia desde hace 23 años.
"Pudimos ver el resultado de un trabajo que venimos haciendo desde hace muchos años. A partir de 2014, con la incorporación de Juan García como director técnico, trazamos un objetivo, un fenotipo de animal y vamos por ese camino. Y creemos que estamos en lo correcto", explica Federico Vizzolini, el dueño de casa.
Y más allá de lo que estaba a la vista de todos, es bueno también escuchar datos para entender la transformación que la inversión y el manejo es capaz de lograr incluso en campos duros. "Acá estábamos destetando alrededor de 170 / 180 kilos cuando arrancamos, y hoy por hoy estamos teniendo un destete promedio entre 208 y 210 kilos", cuenta Federico.
"Superamos el 90% de preñez, el índice de destete ronda el 5% de terneros perdidos, sobre todo en los meses en los que la vaca pare, que puede haber algunos problemitas de agua. Es un campo que tiene una pendiente de un metro y medio sobre el nivel del mar desde la entrada hasta la bahía misma y a veces cuesta sacar el agua a veces", aporta Ariel.
Y si de problemas para sacar el agua se trata, todavía está fresco el recuerdo de lo ocurrido en 2017, cuando a causa de intensas lluvias registradas en buena parte de la cuenca del Salado, más lo caído en Malele, se produjo una inundación que causó la muerte de más 1.000 terneros.
"Es cierto que es una zona y un campo difícil de producir, pero con la genética y con trabajo hemos logrado muy buen conjunto de vacas de cría y de terneros y terneras", dice Vizzolini.
De octubre a enero
Los servicios van desde el 15 de octubre al 15 de enero con potreros de unas 200 hectáreas y la misma carga en vacas. "Se fueron comprando toros de pedigree en los remates de Rústicos y creyendo en lo que hacen nuestros colegas, fuimos incorporando padres negros y colorados -éstos más difíciles de conseguir- pero siempre bajo un fenotipo que es de nuestro gusto, más allá de los gustos particulares. Luego con los datos (genotipo) fuimos seleccionando y estamos muy contentos como se fue mostrando el resultado en los rodeos", destaca Juan García, el asesor genético de Rústicos y Arandú.
Uno de los objetivos alcanzados es el estacionamiento de los rodeos. "Eso se logró con manejo y hoy podemos ver terneros que prácticamente tienen todos el mismo peso. Hay apenas un poco de diferencia entre lo que es la cabeza y el final de la parición. Año tras año vamos apreciando que tenemos poca cola", cuenta Federico.
Se venden todos los terneros, y el desafío es la recría de las vaquillonas en un campo de estas características. "La recría se la trabaja en los lotes más cerca de la ruta, y se hacen promociones de raygrás y se las cuida. Así como se cuida el primer año la vaca que se compra para que se adapte al campo. Es una cuestión de manejo y así evitar resentir los índices de peso al destete como de preñez", dice D’Angelo.
A la hora de hablar de manejo, se lleva toda la atención la provisión de agua para la hacienda. "El único lugar que hay agua apta para el consumo de los animales es junto al casco, por eso tenemos 45 kilómetros de cañerías subterráneas, que se distribuyen en más de 25 tanques y se los bombea con bombas sumergibles. Es un manejo humano que impacta en la producción", explica el encargado.
"No estamos muy lejos del objetivo trazado, diría que estamos llegando. Por eso digo que el campo antes era 100% de cría, hoy ya es de cría y recría, y la idea es seguir agrandándonos en vientres y seguir probando el campo. Nos falta poco para llegar al objetivo", dice satisfecho Federico.
Tranqueras abiertas
"Decidimos abrir las puertas de la estancia y de Rústicos, y mostrar lo que hace Federico Vizzolini y su equipo de trabajo. La intención fue mostrar cómo es el manejo en un campo de cría que tiene sus complejidades y en el que se plasma el concepto de Rústicos: las limitantes no son un obstáculo para tener buenas vacas si se invierte en genética, se apuesta a producir más kilos y se trabaja buscando la eficiencia", se sumó Amuchategui.
Fueron alrededor de 150 personas, entre cabañeros, criadores y productores que aceptaron la invitación y se acercaron a la estancia de la familia Vizzolini, en el final de la Cuenca del Salado. "Vimos que en un campo con muchas limitaciones se pueden lograr resultados importantes con trabajo, manejo y genética", resume Alfredo Gusmán, presidente de la Asociación Argentina de Angus, dándole voz al pensar del resto de los visitantes.
Roberto Mondino fue otro de los que quiso dar testimonio y agradecer que la familia Vizzolini haya abierto las tranqueras de Malele. "Acá hay un sello distinto, acá se hace genética. Para nosotros, los que estamos en la comercialización, es muy fácil rematar hoy cuando entra un lote de Arandú. Y creo que eso es lo que nos tiene que impulsar a todos los que estamos en ganadería", asegura el consignatario cordobés.
"Nos encanta venir a un campo como éste, y ver cómo se hace una vaca, y observar cómo poniendo un toro bueno sacamos un ternero bueno. Está buenísimo ver lo que hace Arandú, y queda demostrado que se puede producir muy bien en plena cuenca del Salado, ya en el límite con el mar. Es la demostración que se puede hacer en cualquier lugar del país", completa para ponerle el punto final a una recorrida sencillamente productiva.