Conoce el barrio Lourdes como la palma de su mano, cada rincón, las familia tienen nombre y apellido y saber su historias.

"Si alguno necesita un plato de comida viene y si hay, lo compartimos", explica con un entusiasmo a prueba de frustraciones.

"Hace 20 años que comencé a trabajar para los chicos y las demandas, sí, son muchas. Aquí hay mucha gente humilde que trabaja en changas o directamente no tiene trabajo y hace tres o cuatro años se puso peor", admite la mujer que se resiste a bajar los brazos.

"Hace unos 5 años estuve trabajando en la Escuela 6. Daba clases de manualidades con reciclado y enseñaba a cocinar, más que nada pizzas que hacíamos por la necesidad de un almuerzo para los nenes" a los que sumaba alrededor de la mesa de la escuela y preparaba una masa grande. "Eso lo repartía a algunos chicos y les enseñaba amasar. Otros colocaban la salsa y otros el queso", plantea, poniendo en valor cada intento.

Cuando esa propuesta terminó, Mirta Ayalef decidió continuarla en su casa. "Ahí empezamos a cocinar y realizar almuerzos en pero no era mi idea poner un comedor. Luego se fue acercando gente a ayudar y desde el Municipio también me traían la mercadería. De Enape también juntaban y traían. Tuve mucha ayuda y cuando se juntaba yo repartía la mercadería a la gente", destaca.

El vínculo con Enape

Con docentes y estudiantes secundarios de la Escuela Nacional "Adolfo Pérez Esquivel" (Enape) que depende de la Unicen han trabajado codo a codo, con proyectos comunitarios y acciones de economía social.

A nivel comunal "aportan también pero llegó un momento en que la mercadería no alcanzaba y no tenía para entregar. Hubo momentos en que los vecinos no me entendían y se empezó a complicar porque ademas yo cocinaba y cuidaba de los chicos", admite la líder barrial. No es una tarea sencilla y dar respuestas genera esa demanda y esa dependencia. "En algún tiempo tuve personas que me ayudaban con los chicos pero por trabajo o otras obligaciones dejaron de venir", describe.

Más allá de los momentos críticos y de realidades muy complejas, aclara que no ha estado sola. Y vuelve con el ejemplo de "la escuela Enape. Ellos me están ayudando desde hace 2 años. Con Enape Convivencia hicieron colectas de juguetes y de ropa que reparto en el Día del Niño y Reyes. Ahora juntamos 140 juguetes. Las profesoras de Enape realizaron una colecta solidaria", destaca.

Pero el vínculo es previo: "Me han juntado alimento cuando tenía el comedor. Hace un año lo deje porque se me complico para sustentarlo y preferí seguir como hice siempre, que mi casa sea un lugar de encuentro donde a veces compartimos unas pizzas, un almuerzo o merienda pero no el comedor. En este año estuve más con adolescentes. Llegaron a ser 16 pero es complicado", reconoce Miriam Ayalef, siempre dispuesta a dar pelea y accionar.

En 2019 Miriam visitó la escuela en el campus universitario, para conocer a los alumnos y alumnas que la iban a ayudar con la Fiesta del Día del Niño. "Me quedé maravillada. Lo organizados que estaban, algunos seleccionaban juguetes, otros ropa, otro grupo alimentos. Hicieron perfuminas, vinieron a la fiesta y realizaron juegos. Cómo se movilizaron esos alumnos para darles ese día especial a los de mi barrio. Fue grandioso como trabajaron. Quiero agradecer a Melina y Romina por movilizarse tanto. Me ayudaron incluso con el arreglo de una maquina de cortar pasto para que los chicos salieran a trabajar. Les consiguieron una bici", dice con enorme gratitud.

Todo por la contención

En estos 20 años todo se fue agravando. "El barrio creció. Ya no somos el barrio de la Escuela 6. Ahora somos la comunidad de Lourdes. Estamos rodeados de barrios de diferentes planes. Los chicos van a la escuela en su mayoría a la 6 porque hay doble turno" y en tiempos de prepandemia "desayunan, almuerzan y meriendan. Y luego se iban conmigo a la canchita y merendaban de nuevo. Además hacían actividades en La Callejeada".

Mandatos y premios

"No sé decirte a qué me aferro. Muchas veces digo, ´no sigo más´", dice Miriam que muchas veces pensó en dar un paso al costado. "Tengo 52 años y mi salud no es buena. Me enojo con alguno de los pibes porque se mandaron alguna pero viene otro y me compra de otro modo. Siento que los pibes no tienen ganas de nada. No tienen una orientación para hacer algo, me refiero a los que no estudian" y ahí es cuando siente que seguir es un mandato.

Tiene su emprendimiento de cocina. Hace años que elabora pasteles y rosquitas. "Entonces decidí armarles un proyecto para que puedan ganarse unos pesos, que elaboren y salgan a vender", plantea, segura de que es clave generarles aprendizajes y autonomía, darles herramientas para que puedan valerse por sí mismos.

"Mucha gente me ha ayudado pero porque me fue conociendo. Yo no soy partidaria de partidos políticos

pero debo decir, aunque sé que algunos amigos o ciertas personas se enojen, que el gobierno me abrió las puertas a muchas cosas", aclara la líder barrial que fue reconocida por el Concejo Deliberante en el Día Internacional de la Mujer siendo ganadora del Premio "Dina Pontoni" 2018. Lo dice a nivel municipal, pero también provincial donde funcionarios y legisladores pero también empresas, instituciones y vecinos suman aportes.

"Ese reconocimiento fue una gran sorpresa para mí. No me lo esperaba. Eran 45 postulantes y me nominaron a mí", comenta con asombro. Como si los 20 años de trabajo social en el barrio, su barrio, no fueran suficientes como para demostrar su compromiso y sus ganas de cambiar historias tan difíciles y cercanas a la vez.