Claudia Rafael - Silvana Melo

crafael@elpopular.com.ar

smelo@elpopular.com.ar

Hace escasos trece días que Ignacio - Guido Montoya Carlotto comenzó a aprehender los sabores, los olores y los sonidos de ésta, su nueva pero a la vez real identidad. Será largo el camino y tal vez le demande toda la vida. Habrá interrogantes a los que quizás nunca pueda responder. Pero hay otros, imprescindibles y necesarios para la historia misma del país -más allá de la suya propia- que esperan una explicación. Por qué Olavarría. Quiénes. De qué manera.

Esta investigación intenta bosquejar el recorrido para tratar de abordar los primeros lineamientos. Qué médicos pueden haber firmado el certificado de nacimiento y a través de qué actores, dentro y fuera del Estado represivo de finales de los 70, el bebé -hijo de Laura Carlotto y de Walmir Montoya- llegó a los brazos de dos puesteros del centro bonaerense. Cómo eran los lazos entre unos y otros.

En apenas un mes y medio, Carlos Francisco Aguilar hubiera festejado sus 75 años. No parece haber dudas hoy de que todo lo que ocurrió desde los inicios de junio, en que "alguien" le hizo saber a Ignacio Hurban que quienes creía sus padres no lo eran, fue disparado por el fallecimiento, en el mes de marzo de Aguilar. "Pancho" o "Panchito", como lo conocían tantos en Olavarría, era parte de esa burguesía local que entremezclaba en su perfil la piedra y el agro. Y que tenía, entre sus amigos dilectos, muchos hombres y mujeres ligados más o menos íntimamente al oscuro universo de los militares en los años 70, pero también desde mucho antes. Poco y nada tuvo de aquel pergamino que le cargaron muchos medios nacionales: no fue un gran dirigente político (apenas candidato a concejal suplente por Unión - Pro) ni presidió la Sociedad Rural. Era, seguramente, más simpático y entrador, que un hombre de los negocios y la política. Pero tenía relaciones aceitadas con personajes con suficiente poder en altas esferas.

Pocos por estos días se atreven a dudar de que Pancho Aguilar habría sido quien entregó aquella mínima vida, que apenas había pasado cinco horas junto a su mamá envueltos los dos en las garras del Estado terrorista, a Juana Rodríguez y Clemente Hurban.

Sin embargo, hay interrogantes que aún hoy no tienen una respuesta tajante. ¿Por qué Olavarría? ¿De qué modo se fueron encajando las piezas de la ciudad como para permitir, avalar y luego mantener oculta la identidad de un bebé que iría creciendo con las décadas hasta saberse otro recién en los primeros días de agosto de 2014? Desandar la historia, hurgar en los lazos visibles e invisibles, obliga, por empezar a establecer perfiles, personalidades, roles y a conectar complicidades.

La nota completa en Diario EL POPULAR