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Dos datos objetivos comenzaron a enturbiar el hasta ahora promisorio panorama que tenía ante sí Sergio Massa: las primeras fugas después de varios meses en los que se acostumbraron a recibir a toda clase de dirigentes que se afanaban por subirse al carro del presumible vencedor del 2015 y los sondeos electorales que ubican a Mauricio Macri siempre en el tercer puesto, pero acercándose cada vez más a los dos primeros, el ex intendente de Tigre y el gobernador bonaerense Daniel Scioli.

Pero las encuestas no sólo muestran el avance del jefe de gobierno porteño sino también un estancamiento de Massa y un descenso en sus niveles de imagen. En realidad, son dos caras de la misma moneda, ya que las encuestas también marcan que Massa y Macri compiten por el mismo electorado de centro derecha, lo que implica inevitablemente que el crecimiento de cualquiera de los dos será fundamentalmente a expensas del otro.

Un detalle significativo es que algunas interpretaciones sobre esos sondeos señalan que parte del aumento en la intención de voto de Macri se debe a la mejora de sus relaciones con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, no porque esto implique un acercamiento ideológico entre ambos sino porque lo muestra al alcalde porteño como un gobernante razonable, alejado de los excesos histéricos de más de un opositor al Gobierno.

En tanto, el gobernador Daniel Scioli mantiene estable su caudal de adhesiones, lo que no es poco, ya que su suerte está atada a la del Gobierno, más allá de las diferenciaciones que realiza cada vez que lo cree conveniente, y los tiempos de recesión siempre esmerilan la imagen de los oficialismos.

Si Massa protagonizó un explosivo fenómeno político que lo encumbró a un electoral triunfo contundente y a elevados niveles de imagen positiva, Scioli viene siendo un fenómeno basado en la persistencia y en el ejercicio permanente de la lealtad a cada uno de sus líderes de turno, se apelliden Menem, Duhalde o Kirchner.

De mantenerse este clima durante los próximos quince meses, algo ciertamente improbable, la puja entre Macri y Massa podría dejar a Scioli en excelentes condiciones para ganar la carrera presidencial, aunque sea en un final de bandera verde.

Un tema importante para el análisis es que los votantes ya saben qué pueden esperar de Scioli y de Macri, pero no que les ofrece realmente Massa. Tanto en la Ciudad como en la provincia de Buenos Aires millones de personas saben qué pueden dar y qué no pueden sus mandatarios y qué es, al menos aproximadamente, lo que piensan.

Massa, salvo, se supone, para los habitantes de Tigre, sigue siendo una incógnita. Por otra parte, sus apariciones mediáticas han tenido un buen impacto, pero está por verse si eso se traduce en adhesiones o rechazos.

Los debates iniciados por el diputado Massa con fuerte apoyo mediático le granjearon aparentemente algunos apoyos inmediatos y viscerales, pero los más informados, o reflexivos, electores difícilmente se hayan dejado convencer por la suma de eslóganes y datos inconsistentes gritados por el líder de los renovadores y su gente.

Tampoco quedaron bien parados los dirigentes del FR con el larguísimo y a la postre estéril debate sobre las policías municipales, en el que finalmente le dejaron servida en bandeja a Scioli la posibilidad de ser el único en obtener rédito político en esta cuestión.

Tras haber bloqueado con cierta pobreza de argumentos serios el proyecto de ley que creaba cuerpos de seguridad distintos y pasibles de ocupar parte del terreno de la desprestigiada Bonaerense ahora los intendentes renovadores están prácticamente obligados a aceptar un apéndice de la fuerza de seguridad provincial y a poner la cara ante sus electores ante cualquier fracaso.

Y si las cosas salen bien, el mérito se lo llevará el Gobernador.

De todos modos, casi todas las encuestas aún lo siguen mostrando primero a Massa a pesar de su declive, pero con riesgos de perderlo si esta tendencia persiste.

Las encuestas también revelan un marcado ascenso del ministro Florencio Randazzo, quien acaba de reafirmar sus aspiraciones presidenciales, aunque todavía pierde en las PASO con Scioli. Los votantes de Randazzo se concentran fundamentalmente en el núcleo duro del kirchnerismo.

Más allá de las palabras, buena parte de los votantes kirchneristas seguramente terminarán por aceptar a Scioli, aunque tengan que apretarse la nariz, por lo que de vencer a Randazzo en las internas quedaría mejor posicionado aún.

Como Massa y Macri no han mostrado signos de querer enfrentarse en una interna ninguno de los dos podrá aspirar a quedarse en la primera vuelta con los votos del otro. Precisamente a eso apuesta la alianza de radicales y socialistas, a que dos de los contrincantes se anulen mutuamente y eso les permita a ellos quedarse con el segundo puesto y, por ende, con la posibilidad de enfrentar al ganador y quedarse con la Presidencia.

Más de un radical y de un socialista sueñan con que el rival a enfrentar en la instancia decisiva sea Scioli, ya que así podrían aspirar a quedarse con todos los votos opositores.

Para el kirchnerismo el rival preferido es Macri, de forma tal que la pelea sea entre derecha e izquierda, progresistas contra reaccionarios, conservadores versus liberales.

En realidad, todos quieren enfrentar en la segunda vuelta al candidato del oficialismo, especulando con que hoy por hoy son mayores los rechazos que las adhesiones.

Pero todas estas especulaciones pueden diluirse en pocas semanas, ya que la realidad suele empecinarse en destrozar todas las estrategias que no la tienen en cuenta.