Es la inversión de una ley de la vida que no fue promulgada por nadie, pero se aplica en la puerta del vacunatorio que funcionó hasta este fin de semana en el Secundario Nº1 "Jorge Luis Borges": no son ellos quienes esperan a sus nietos a la salida de la escuela, sino exactamente al revés.

La emoción, no pocas veces acompañada con lágrimas, es el común denominador entre los adultos mayores que se han acercado hasta el Barrio Bancario para recibir la primera dosis de la vacuna que pondrá fin a esta pesadilla.

Pero también ansiedad, nervios, algún episodio de angustia, miedo al pinchazo que son aplacados más temprano que tarde por un grupo de jóvenes que siempre tienen una sonrisa a mano, indisimulable aún detrás de los barbijos.

Son unos cuantos (14), algunos vestidos de blanco, otros de celeste.

"Acá hablamos de equipo; solo nadie puede hacer nada" enfatizó Alvaro Flores, personaje indispensable en esta visita guiada a uno de los 600 centros de vacunación que dispone la provincia de Buenos Aires, de los cuales en enero y febrero fueron 270 establecimiento escolares.

Los que están vestidos de celeste son los acompañantes de la gente en el circuito y los que están de blanco son los que tienen contacto con los adultos mayores.

"En muchos casos las personas mayores no escuchan, entonces debemos hablarles muy cerca, para eso tenemos todas las medidas de protección para cuidarnos y cuidarlos" indicó.

Alvaro debe coordinar diariamente la labor del personal del maestranza, limpieza, logística, administrativos, vacunadores y vacunadoras, empleados por el Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires.

"Para nosotros cada momento es único. Cuando los estamos llamando ya se largan a llorar. La gente mayor viene muy emocionada, se quiere sacar fotos con sus familiares, recuerda que hace un año que no puede salir de su casa y ven en la vacuna la posibilidad de volver a caminar por la manzana, de cruzarse con los vecinos. Cada persona que vacunamos creemos que es un logro de la salud pública ante este virus que nos tiene en jaque a nivel global" dijo, y mientras relataba sus ojos se transformaban con un brillo especial.

Al llegar los adultos mayores al imponente edificio ubicado en la intersección de Berutti y Calle 20 se encuentran con un gazebo blanco, debajo del cual tres jovencitas esperan para realizar el "triage".

Traducido al castellano, es un diagnóstico inicial en el que se le toma la temperatura, que busca evitar que una persona infectada ingrese al vacunatorio, constatar si tiene turno o se encuentra dentro de la población objetivo de ese momento (en este caso, adultos mayores de 70 años).

La evaluación incluye preguntas sobre enfermedades preexistentes, si ha padecido Covid, de ser así si ha pasado más de un mes del alta o si se ha aplicado alguna otra vacuna.

Superado el primer paso, la persona está habilitada para acceder a la administración, que sería el acceso formal al vacunatorio, inmediatamente detrás de la puerta de ingreso al establecimiento escolar.

Casi ningún adulto mayor ingresa solo. En la generalidad lo hacen con sus hijos o con sus nietos.

Se produje el cotejo de datos, se repite el cuestionario por una cuestión de seguridad y la pregunta final es acerca del consentimiento para aplicarse la vacuna.

Porque, en cualquiera de las ofertas existentes en el mercado nacional (Sputnik V, CoviShield, Sinopharm), la vacunación es voluntaria.

Otro paso es una especie de permiso para ingresar al sistema y verificar si la visita coincide con el turno previamente asignado.

La existencia de una patología previa implica la firma de una declaración jurada donde la persona presta consentimiento de que fue informada su condición al personal de salud (diabetes, problema cardiovascular, patologías respiratorias).

Ni bien se levanta de la silla, comienza el tránsito de las emociones hacia el SUM de la escuela (a la derecha, un par de metros, al final de un pasillo más ancho que largo) donde esperan cuatro puestos de vacunación y unas sillas dispuestas como si fuera un auditorio, pero con una función muy distinta.

En cada puesto la recibe un vacunador profesional y un asistente, que generalmente son estudiantes avanzados de medicina o de enfermería que han atravesado el curso de "vacunadores eventuales" impulsado desde el gobierno provincial dos meses antes del comienzo de la campaña.

"Cada paso implica una serie de conocimientos específicos para realizarlo sin fallas, porque la vacuna no sólo es lo que está adentro de la ampolla, sino que debe ser bien aplicada" comentó Alvaro.

Pinchado el deltoides, inyectado el líquido milagroso, el vacunado es acompañado a una silla dentro del espacio denominado "observatorio".

Allí permanecerá media hora, y los profesionales de la salud del vacunatorio verificarán a cada instante su estado.

A pesar de que las respuestas orgánicas dependen del sistema inmunológico y del momento personal, en estas dos semanas que se aplicaron vacunas a los adultos mayores Alvaro vio un solo "efecto secundario" masivo: llorar de emoción.

Lo más grave que se puede esperar es un shock anafiláctico, por ende los vacunatorios poseen un "kit anafiláctico" para que cualquier integrante del personal pueda suministrar la adrenalina.

"No ha pasado en nuestro vacunatorio, ni que sepamos en ningún lugar del país" celebró Alvaro.

"Estas vacunas son lo último en la tecnología biológica molecular. Estamos hablando de tecnología de ultimísima generación, gracias al trabajo de laboratorios y de centros de investigación apenas comenzó la pandemia. Esto que nos está pasando, de tener ya una vacuna, es producto de un esfuerzo global enorme y una tecnología como nunca se vio en la historia de la humanidad" subrayó.

Superada la media hora en observación se inicia el camino inverso para el vacunado. Al final del trayecto lo esperan dos jovencitas para entregarle el carnet y el "código ciudadano".

Esto último remite a un código único personal, su objeto es que el Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires pueda hacer el seguimiento del post – vacunación, y con criterios de muestreo se va consultado periódicamente la evolución.

La utilización del código es porque el proceso es absolutamente confidencial; ni siquiera los sanitaristas que realizan los llamados saben los nombres de las personas consultadas.

Con ese código, además, cualquier médico del país puede ingresar a la plataforma "Vacunate" e informar acerca de cualquier episodio que involucre al vacunado.

"La vacunación es también acompañar a las personas después de que reciben las dosis" explicó Alvaro.

Ese proceso comienza ni bien cada adulto mayor pone el pie en la vereda del centro vacunatorio, allí donde sus nietos aguardan para llevarlos de la mano hacia una esperanza.