El famoso cacique araucano Manuel Namuncurá, el padre de Ceferino, gobernaba uno de los grandes reinos indígenas de la región pampeana llamado Salinas Grandes, hasta que en el año 1884, después de muchas luchas y sufrimientos, decide rendirse y viaja a Buenos Aires, donde no le reconocen haber sido dueño de grandes extensiones y le dan un pequeño territorio llamado Chimpay, en la margen del río Negro, cerca de Choele Choel, , donde el 26 de agosto de 1886 nace Ceferino.

El niño crece siendo muy trabajador y muy servicial con su familia y con la gente. Alrededor de los 11 años, su padre decidió trasladar a Ceferino al Colegio Pío IX de los salesianos. El día que lo llevó al colegio salesiano estaba allí el mismo monseñor Cagliero, quien los recibió y los invitó a comer. Desde ese día, Cagliero fue el protector de Ceferino. El mapuche cautivó rápidamente a todos con su bondad, su simpatía y algunas habilidades indígenas, y era feliz en ese ambiente salesiano porque estaba cautivado por la fe cristiana. Muchos testimonios hablan de su permanente alegría: "Salía Ceferino de la iglesia, para seguir esparciendo sana alegría a su alrededor".

Se sabe por los registros del colegio que obtuvo el primer premio en conducta y aplicación. Se entregó al estudio con toda el alma para poder ayudar a su pueblo (Víctor Manuel Fernández, "Ceferino Namuncurá"). Una de sus grandes pasiones era cantar, para expresar su fervor espiritual: en sus escritos se encuentra: "Alma enamorada de Dios y de la Santísima Virgen, se deleitaba sobremanera cantando devotamente las alabanzas en su honor. Grande dicha era para él cantar las partes a solo de las alabanzas" ("Testimonios", Serie Primera, p. 98.)

Los sobrevivientes del reino indígena encontraban en la fe cristiana la seguridad de una dignidad que nadie les podía quitar. Eso lo iba percibiendo Ceferino en su propia vida, y por eso, cada vez más, en él se encendía el deseo de prepararse para volver un día y ayudar a su pueblo. A medida que pasaban los años fue descubriendo que los que más cerca habían estado de su gente, promoviéndolos en todo sentido, eran los sacerdotes. No es extraño entonces que en él pronto brotara el deseo de ser sacerdote para ayudar a los suyos: "¡Qué dicha la de poder llegar a ser sacerdote! Entonces volvería a mis tierras a enseñar a tantos paisanos míos a conocer y amar a Dios!" ("Testimonios", Serie Primera, p. 113).

En 1904, el monseñor Cagliero, que era su protector, tiene que partir a Roma y lo lleva con él, pensando que el clima de Italia podría sentarle bien. Allí es sumamente cautivado por el santuario de María Auxiliadora, cuya devoción le habían sabido inspirar los salesianos. Ello lo cuenta él mismo: "Fui al santuario de María Auxiliadora y recé a la santísima Virgen por todos; y en ese lugar también me saltaron las lágrimas y casi todas las veces que voy me sucede lo mismo. ¡Ah, mi amado padre, durante las funciones sagradas, qué paraíso es este santuario de la Virgen!" (Carta a Pagliere, del 16/08/1904). Mientras tanto su enfermedad avanza, y Ceferino experimenta anticipos de la gloria celestial.

El 21 de abril le escribe a su padre: "Le agradezco su gran resignación de sacrificar años sin vemos. En cuanto a mis estudios, resultan bien, pero la salud me impidió continuar... Cuando esté mejor me prepararé para volver a Buenos Aires y de allí a Viedma. En otras cartas le daré noticias más claras... Mil besos y abrazos. Querido papá, le pido su paternal bendición y créame su afectísimo hijo que desea abrazarlo". Unos días después, el 11 de mayo de 1905, murió de tuberculosis en el hospital, a 1os 18 años.

(*) Voluntaria de la Inmaculada Padre Kolbe, Tandil. contactoskolbe@yahoo.com.ar