Todo venía bien o aparentemente bien. Sin embargo, de repente, Tomás empezó a hacerse el dormido, a decir que le dolía la panza y a hacer berrinches matinales, todo para no ir a la escuela. La situación se presenta con frecuencia en los primeros años de la primaria y puede responder a múltiples motivos. Pero que los adultos aborden el problema sin enojos, exabruptos ni violencia no es tan frecuente.

Por eso, las psicólogas del grupo especializado en crianza Momento Cero sugieren a los papás identificar las posibles causas.

Por un lado, lo primero que hay que hacer es preguntarse qué es lo que está pasando en casa, qué puede estar generando que el niño no quiera ir a la escuela. "Puede ser desde el nacimiento de un hermanito, pasando por una mudanza hasta el ingreso a una nueva la escuela, lo que serían factores externos", ejemplificó la psicóloga Emilia Canzutti.

Pero también, agregó, pueden ser situaciones intimidantes que ocurren dentro de la escuela, por ejemplo que no haya podido conformar amistadas, que no tenga afinidad ni empatía con la docente o bien que haya atravesado algún fracaso escolar durante muchos años que arrastra y le complica el día a día.

"Lo que hay que empezar a diferenciar es si esa resistencia a concurrir ocurre solamente con la escuela o si empezó a acaparar otras áreas, porque hay veces en que los chicos no quieren ir a ningún a ningún lado, ni un pijama party, ni un cumpleaños, es decir, no quieren salir de la casa", plantea Canzutti. Y agrega que si el problema se limita a la escuela, es clave el diálogo con la docente y las autoridades del colegio, para empezar a pensar en conjunto cuál es la estrategia para que el chico tenga ganas de volver a clase.

Canzutti indicó que "hay momentos en que los chicos tienen angustia de separación y no quieren irse de sus casas, no quieren separarse de mamá y papá. Pero esto suele ser pasajero y esperable". Sin embargo, si el problema se instala en otras áreas de la vida del niño, ya debería ser motivo de consulta con un profesional de la psicología.

Lo que las especialistas aconsejan es que los papás tengan en cuenta si hay síntomas previos a la negativa de ir a la escuela, por ejemplo vómitos, náuseas, dolores de cabeza, dolores abdominales, palidez o debilidad. A veces los papás suponen que con esas manifestaciones el niño intenta "manejarlos" o "llamar la atención". Sin embargo, estos síntomas pueden estar dando cuenta de algún tipo de fobia que requiere atención especializada. "El período más común para sufrirlas a lo largo de la infancia es entre los 4 y los 8 años", indicó la especialista.

A la hora de hablar del tema e indagar es probable que el niño hable de miedos irracionales, sin poder dar demasiadas explicaciones más que el sentirse inseguro, desvalido, o sentir que no puede. "Es un miedo bastante paralizante y es lógico que lo manifieste yendo a la escuela, porque en realidad es su medio, donde pasa más horas", explicó Canzutti.

Por último, sugirió hablar de la situación con la maestra y la directora y con el pediatra. Juntos habrá que hacer un recorrido de en qué cosas el chico se empezó a encerrar, a qué cosas le tiene miedo, qué cosas lo frustran, y si tiene las herramientas para sobrellevarlo.