Pero ¿por qué se elige el pino como árbol de Navidad? Parece ser que los celtas caminaban en grupos por surcos de tierra buscando el último pino, que generalmente era el más alto que encontraban, sabiendo que habitaba en él un gran espíritu protector, que era nada más ni nada menos que un gnomo. Recorrían su largo camino cargados de fe y esperanza en sus deseos que, al llegar a su árbol sagrado, le ataban cintas rojas con escrituras donde formulaban sus pedidos para esa navidad, con la seguridad que el espíritu protector de ese árbol (gnomo) se los concedería.

Los celtas sabían que la naturaleza es sabia y los escucha, por eso colgaban sus cintas y las dejaban hasta que solas se cayeran... Por eso, es bueno, que cuando armamos el árbol de Navidad, cada integrante de la familia escriba con lápiz tres deseos en una cinta roja (sin brillo) de tela, ancha, con el nombre de la persona, pidiéndoselos a todos los duendes benéficos de la tierra. La cinta la ataremos al arbolito, y las dejaremos hasta el 6 de enero, fecha en que lo desarmamos. Luego quemaremos nuestras cintas hasta su disolución completa, con la seguridad de que nuestros nobles deseos, se cumplirán indefectiblemente.

Otro dato: al costumbre cristiana de colocar regalos a los pies del árbol y abrirlos en Navidad, también proviene de los celtas, quienes una vez producido el solsticio (21 de diciembre) se repartían entre las antorchas como augurio de un pronto verano.