@sebaslindner

Especial para EL POPULAR

Se nota que Szifrón se divierte cuando hace cine, y la debe haber pasado bien con esta, su tercera película, rodeado de una especie de "Dream team actoral". Debe haber disfrutado imaginando y escribiendo las situaciones, por momentos bizarras, que luego compondrían el guión. Y se debe haber descostillado de risa filmándolas. Todo eso se nota cuando uno ve las seis historias que componen la gran película que es "Relatos salvajes".

Hay tantas cosas para decir sobre el nuevo film del más que habilidoso Damián Szifrón y son tan pocos los caracteres, que paso a enumerar algunos de los aciertos que considero más importantes. El elenco no podría ser mejor, destacándose las actuaciones de Ricardo Darín, Rita Cortese, Leonardo Sbaraglia y Erica Rivas. La calidad de la música es indiscutible, a cargo de Gustavo Santaolalla. Y por si fuera poco, los hermanos Almodóvar se encargan de coproducir el film.

Pero lo mejor de todo son las historias, las seis historias, que son únicas. Aunque con un hilo conductor en común que es la venganza y la violencia, genialmente contadas y maravillosamente filmadas. Un avión lleno de desconocidos pero con una persona y un tremendo destino en común ("Pasternak"); una mesera que se reencuentra con el hombre que le arruinó su vida y la de su familia ("Las ratas"); un desafortunado encuentro en una desértica ruta ("El más fuerte"); un ingeniero experto en explosivos que sufre la locura de la gran ciudad ("Bombita"); un accidente de tránsito y una proposición bastante poco ética ("La propuesta") y un casamiento que se convierte en el desastre más grande de la historia de los casamientos ("Hasta que la muerte nos separe").

No es casual que los créditos iniciales de la película asocien a cada uno de los actores y también al director y equipo de producción con animales. Así, Ricardo Darín es un halcón, Sbaraglia un ciervo, la Cortese un gorila y el propio Szifrón un zorro.

La idea que transmite la película todo el tiempo es que los que son salvajes no son los relatos, sino los propios seres humanos. Y cualquiera de nosotros, empujados por las circunstancias, podemos actuar de la manera más impulsiva y terrible jamás pensada.

Después de una oleada de "cine industrial" argentino del peor y más berreta, que encima se dio el lujo de ocupar varios fines de semana durante las vacaciones de invierno, el público con una pretensión un poquito más elevada a la hora de ir al cine, festejó llenando por completo la sala del único cine de Olavarría. Y disfrutó las dos horas que parecen veinte minutos de una película bien filmada y bien contada, con historias que valen la pena y realizada por gente que hace cine, no sólo porque es un negocio sino porque lo ama.

Calificación: Peliculómetro al 93%.