Sebastián Lindner

@sebaslindner

Especial para EL POPULAR

Valió la pena la espera de cuatro años para volver a ver a Hipo, Astrid, Chimuelo y todos los habitantes de Berk en la pantalla grande. Dean DeBlois está, por suerte, detrás de cámaras nuevamente, como director y guionista, construyendo una historia desde la empatía que generan sus protagonistas, con mucho énfasis en la resolución de los conflictos de forma pacífica y un mensaje ecológico importante: defender a una especie en riesgo de extinción.

¿Es imprescindible haber visto "Cómo entrenar a tu dragón" (2010) para ver esta segunda parte? No, pero es muy recomendable. Hay una cantidad de detalles que se pasan por alto si no sabemos el origen de tan extraña amistad entre este delgado joven con un pie prostético y un dragón de la especie "Furia Nocturna" que casi de manera simbiótica, lo necesita para poder volar.

En esta segunda parte que se estrenó este fin de semana, pasaron cinco años de la historia que ya conocemos y la isla vikinga de Berk se ha convertido en un paraíso para los dragones gracias al trabajo de Hipo. Ahora domesticados y convertidos en una mascota más, como una especie de cruza de perro con caballo, los coloridos dragones viven entre carreras que apasionan a los habitantes y colaborando con las actividades diarias de los pobladores.

Mientras tanto, el rey Estoico tiene decidido traspasar el trono a su hijo Hipo, que no tiene muchas ganas de asumir esa responsabilidad y prefiere vagar por el mundo montado en el lomo de su dragón, Chimuelo, descubriendo nuevas tierras para agregar a su mapa. De cerca lo sigue Astrid con intenciones de dar un paso adelante en su amistad, y es en uno de esos viajes donde descubrirán el peligro inminente para la convivencia entre humanos y dragones: el malvado "Drago", un resentido vikingo lleno de odio que quiere usar a un gigantesco dragón "alpha" para dominar al resto. Pero la cosa no quedará ahí nomás, un conflicto importante en la vida de Hipo encontrará resolución, aunque no hay que contarlo ya que es una de las sorpresas más agradables de la película.

La productora Dreamworks, propiedad de Steven Spielberg, Jeffrey Katzenberg y David Geffen, nos entrega una maravilla animada muy divertida, con mucho humor y aventuras por todos lados, con un trabajo de animación y un despliegue visual pocas veces visto, pero donde lo más importante es (gracias Steven) la historia y sus personajes. Tiene tantos niveles de lectura, tantos conflictos, en definitiva, tanto realismo, incluida la posibilidad real de la muerte, que los grandes se sentirán más que contentos de haber acompañado a sus hijos, nietos o sobrinos al cine. Brindemos con una gaseosa y pochoclo por esto. Peliculómetro: 87%